Soy experta y maestra, en el arte del ceguéo. No sé cómo unos padres se dan cuenta de que su hijo no ve. Los míos lo detectaron rápido, porque ya luzco mis primeras gafas, en fotos en las que tan solo gateo. Supongo, que de ser una graciosa “bebé borrachina”, verían que su vástaga era una torpe rematada.
En cualquier caso, si hubiera regalado en la puerta de un colegio, todas mis antiguas gafas, tendríamos a más de una generación, dotada de las mejores monturas con cristales rallados. A una media de dos años por par, con los que yo llevo en este mundo, casi no me dan los dedos de manos y pies, para hacer el recuento final. ¡Y eso que mi nivel de cegata profesional, nunca se adapta a las ofertas de “llévese diecisiete pares por dos euros más, y así deja un par en el coche, y otro en la ventana del salón”!
Después de todo este tiempo, soy experta en técnicas de limpieza y cuidado. La mejor manera de ver nítido cada día es lavarlas con agua caliente y jabón anti grasa, para fregar los platos. También gasto toallitas húmedos “limpiagafas”, y el eterno “trapillo” que te regalan en la óptica al comprarlas, y que nadie, se encarga de limpiar.
Respecto a este último, es muy curioso, que aconsejen ser el mejor método. ¡Nadie limpia el “trapillo limpiagafas”! Todos lo guardamos en la funda, como oro en paño, y creemos que es una faena perderlo. Pero es de esos absurdos irreparables de esta vida, como la fregona. ¿Quién friega a la fregona? ¿Quién abriga a una madre?
No nos engañemos. Aunque ahora muchos las uséis como complemento, y estáis encantados, de que os diagnostiquen media dioptría en la revisión del trabajo, las gafas son incómodas. Se empañan cuando entras a los bares, o en el autobús. ¡Y ni qué decir de la bañera, no hay quien lea con el vaho que se genera dentro del cuarto de baño! Se ensucian al cocinar, y es incomodísimo, tener que echar la mano a la mesilla, como primera opción, para poder ser persona, y arrancar cada mañana. En la playa y en la piscina, ¡eres un completo inútil! Por todo esto, y con todo mi amor, ¡os tengo mucha manía, gafapastas!