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Amaia Michelena

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Bocata de sardinillas

Lo que más me gusta del mundo mundial es la naturaleza. Viviría en un mundo con perros, mar y montaña. ¡Solamente! A Dios gracias, este no es un blog de moda, porque de fashion victim tengo mucho, pero también soy de seguir mis propias reglas. Y mucho Glamour, Vogue, y últimas tendencias, pero llevo un mes en chándal. ¡Qué me he vuelto mendizale, oye!

Casi soy más de organizar cuerpo y mente, a mi imagen y semejanza, que de hacer caso a los demás. De llevar la contraria, básicamente. Así que, con los primeros rayos de sol, el pelo al viento, y las sandalias, yo me he calzado las botas de trekking, las mallas de correr, y a comer sardinillas y nueces en la roca más alta de los pirineos. Qué batimos récords de visitantes en fin de semana, y en la Parte Vieja no cabe un alfiler, ¡pues yo más alto todavía!

Aún así, estoy un poco preocupada. Ha pasado, y bien pasada, la Semana Santa. Cada vez hay menos perros y más pareos en las playas. ¡Y yo con estos pelos! Ejercicio en plan casual sí, pero de planes de entrenamiento para preparar algún “Ironman” poco, ¡con lo que yo he sido! La operación bikini se me ha escapado, claramente. Los anuncios en los escaparates de las farmacias, los llevo ya viendo un par de meses, al menos. Pero nunca es tarde, y acabo de hacerme con el mayor juguete con el que podía soñar, para  seguir mi rutina del mes. Me han regalado un MP3 acuático.

Durante al menos diez años, he estado yendo a la piscina cada tarde de lunes a viernes. Compitiendo los fines de semana, y haciendo travesías en verano. Jamás he destacado, pero oye, ¡ahí estaba! Y cada uno de los días, soñaba con que hubiese música debajo del agua, y mira tu por dónde, no era ninguna locura ¡voilà!

El Mp3 en cuestión, es un aparatillo pequeño, tipo pinza de la ropa, que has de engancharte muy cerca de las orejas, porque el cable es mínimo. El otro día lo estrené, con algún que otro problemilla, pero me parece el invento del siglo con diferencia. Estuve una media hora en la piscina con el chisme, y aunque salí un poco aturullada por la falta de costumbre, fue mucho más entretenido que otras veces. Es muy raro, tener taponados los oídos y no enterarte de nada, más allá de tu alegre melodía. Eso sí es alegre, ¡yo metí la pata! Mi sinfonía fue más bien de heavy metal que de ritmos caribeños, y al colocarme el aparato debajo del gorro, no hubo forma humana de poder pasar las canciones.

A pesar de todo, se ha cumplido uno de mis sueños. Aparco, de momento,  lo de tener hijos y plantar árboles. ¡Ahora  me queda poder volar!

 

 

 

Aventuras y desventuras de una zanahoria postadolescente

Sobre el autor


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