Nunca me ha gustado llevar zapatos de suela por el ruido qué hacen al chocar con el suelo. Siempre es mejor, que el “currinch-currinch” de las “Converses” en tarima mojada, pero igualmente ridículo, en cualquiera de los casos. Todos se enteran en la oficina de cuantas veces vas al baño, o a llenar la botella de agua. El otro día me dejé los ojos en la pantalla del ordenador. Evitaba levantarme por séptima vez consecutiva en media hora a la fotocopiadora. ¡Y terminé ampliando el tamaño de letra en el teléfono, para poder quedar con mis amigos via “Whatsapp” después del trabajo!
Las botas de “Cocodrilo Dandy”, las suelo dejar para los viernes, por la cosa del fin de semana, y de que igual alguien me llama para comer al sol, ahora que empiezan a estar las terrazas al “pil-pil” con el buen tiempo. Y también aprovecho, y mato dos pájaros de un tiro. En cuanto veo que no llueve, me desplazo en bicicleta. Sana, como una lechuga de roble con stilettos, sin contaminar y haciendo ejercicio. Lo único malo del trayecto es que compagino, salitre y mar a la derecha, con contaminación y tubos de escape a la izquierda al ir, y lo contrario al volver. En fin, que esto no es como fumar, pero no debe de ser tan saludable, si lo haces durante cinco días cada semana.
Introduciendo lo poco que me gustan los tacones, y matizando, que los llevo básicamente cuando voy en bici, porque así ando menos, quiero contaros el tropezón, ridículo y absolutamente vergonzoso, que he tenido esta mañana. Pintada como una puerta, y con mis mejores camperas, he bajado a la perra a primera hora. Saludo de rigor a vecinos y conocidos perrunos en la placita, y cuando Yuka ha hecho ” los deberes”, lo de todos los días. Recogida y entrega en la basura más cercana.
También a diario, tengo el mismo dilema, “¿papelera, o contenedor?”. Soy de la opinión, de que, aunque la ordenanza municipal, dicte, que los segundos sólo pueden utilizarse a partir de las siete de la tarde, siempre será más higiénico depositar ahí “el regalo”, que en una papelera en mitad de un parque. Aunque por otra parte, estas las vacían… Ya veis, amigos, qué preocupación la mía, ¡qué todos los males sean esos!
Pues bien, después de tremenda reflexión, quiero contaros que he escogido el contenedor, con tan mala suerte, que al pisar la palanca del suelo para intentar que la tapa se abriese, he colado mi pie derecho “del 36”, entre barra y container. El trompazo de espaldas en la acera, ha sido brutal, ¡pero ni un pelo se me ha movido del moño con la cantidad de laca que llevaba! Aún me duele, y me río. La perra se ha largado viendo la que se le venía encima, mientras el repartidor de “Bimbo”, se ha acercado a ayudarme. “Señora, ¿está usted bien?”, ha dicho un jubilado moderno, que hacía recados, y salía de la pescadería de al lado. “¿Señora?”, ¡creo que me ha dolido más que el golpe! (Esto da para otro post, con lo que no me explayo)
Inmediatamente, he subido a casa a cambiarme de ropa, y lo más importante, ¡de zapatos! Y lo mejor de todo, es que el amable repartidor, me ha recogido el móvil, las llaves, y la bolsa de los excrementos. ¡Y con la vergüenza y el susto, me la he subido a casa! Así que, no lo pongo como saludo de bienvenida, porque me parece un poco fuerte, pero una vez leído, que os parece cambiar el título a algo así como, “Con la mierda y los tacones”.