Ayer me pasé por el “nuevo Zara San Martín”. Conclusión, se vuelve a llevar el estampado marinero otro verano más. Segunda conclusión, debí de hacer caso a quien me aconsejó que fuera con una brújula a la expedición, y añado como tercera conclusión, que, ¡hay que llevarse merienda, para pasar la tarde!
“Zara San Martín será igual que Zara New York” nos decía el “Diario Vasco” cuando lo iban a cerrar, y no andaba desencaminado. 4600 m2 distribuídos en cuatro plantas, con 170 empleados a turnos, e instalaciones ecosostenibles y algo de “biosaludables” me ha parecido leer también. ¡Mejor que comerte un “bífidus”! Uno de los más grandes del mundo, y el mayor de Europa. ¡Cómo para no, después de casi 3 millones de euros de inversión, qué se dice pronto! No quiero ni imaginar el primer sábado de rebajas, cuando francesas y foráneas nos juntemos a revolver.
Después de colgar el teléfono a un amigo en la puerta, entré ilusionada, y tardé una media hora en intentar centrarme. Tras curiosear en hora punta, y darme cuenta de que collares y camisetas compartían encimera, y de qué los bolsos campaban a sus anchas en toda una pared, del tamaño del “Muro de San Bartolomé”, me dispuse a preguntar a una dependienta, dónde podía encontrar lo que estaba buscando. ¡Si no, iba a ser misión imposible!
Quería un detalle para caballero, cuarta planta, según me dijo, y he de apuntar, que no lo encontré. Es tanta la “sencillez y funcionalidad” de la nueva tienda, que hay más espacio para mobiliario “sostenible” y en aluminio policromado, que para ropa y complementos. También he oído, que en la planta infantil, tan solo hay tres probadores. No me dio tiempo a comprobarlo, bastante tenía con asomar la nariz a la “mal aprovechada” terraza, que les habría venido de perlas a los 170 empleados, para salir a tomar un poco el aire.
Por mi parte ya lo he visto, por la cosa de qué nadie me lo tenga que contar. Lo que no sé seguro, es sí voy a volver sin rozar una crisis de ansiedad. Por el continuo gentío, que tal vez fue cosa mía por la hora de la visita, y por el exagerado tamaño del edificio, que abruma a cualquiera. Ahí estaba, “solito”, el de “seguridad” de toda la vida, con unos papeles en la mano, que probablemente serían planos e instrucciones a repartir, ¡y yo sin pedirlas! “Para los de aquí”, ya lo habéis visto, “para los de allí”, merece la pena, que como a mí, tampoco os lo tengan que contar.