Me miraron raro y se rieron, entre el asombro y la incredulidad. Estábamos en una reunión de profesionales de la información, y no sé cómo, derivando derivando mientras hablábamos de las tardes de ETB, dije que a menudo veía o grababa los westerns que emiten a partir de las seis. Una del Oeste, que se decía antes. Esa obsesión que la tele vasca lleva practicando años y años (¿serán décadas ya?) y que no se la carga ningún vuelco político, ha devuelto al western a la consideración social de cuando triunfaban las novelitas de Marcial Lafuente Estefanía y Silver Kane: cine barato para enfermos del género. No se entiende el porqué de esa obsesión de ETB. Se podría cambiar de vez en cuando a películas de cine negro, románticas, musicales o comedias. Pero no, alguien decidió que los vascos y vascas quieren, queremos, ver en la tarde westerns y solo westerns. Dirán que es lo que mandan los índices de audiencia, ese dios tan delirante como inapelable del siglo XXI.
Decía que se rieron de mí, porque daban por hecho que las películas del Oeste que pone ETB cada tarde son malísimas. Es más, que los westerns en general son algo anacrónico, demodé, que no interesa a nadie, paradójicamente (bueno, no dieron tantas explicaciones, las intuí yo). No hice muchos esfuerzos por convencerles de que el western es un género tan noble, rico, variado y profundo como el cine negro, la comedia o el drama. Que hay obras maestras absolutamente maravillosas, empezando por las de John Ford, Howard Hawks y Raoul Walsh, que no tiene sentido ese desprecio, aunque, como ocurre con el musical por alguna razón que se me escapa, a quien no le gusta el western, no se acerca ni por un minuto a esos territorios, los rechaza de plano. Solo los westerns de Sergio Leone o Clint Eastwood, o los dos juntos, parecen hoy tener suficiente prestigio.
Bien es verdad que en ETB no programan las obras maestras del género, aunque a veces sí. Pero ponen muchísimas películas de serie B, de cuando en los años 40 y 50 los cines hacían programas dobles y ponían una película importante, y otra más barata. Y entre esas películas modestas, surgían muchas cosas notables. En ellas trabajaban directores que llegaban a reverlarse verdaderos genios en el arte de hacer con pocos medios algo interesante y en ocasiones profundamente innovador e influyente, empezando por Don Siegel, al que este año homenajea el Festival de San Sebastián, y siguiendo por especialistas de la segunda división como Budd Boetticher y su ciclo de películas con Randolph Scott; Allan Dwan y maravillas como ‘Filón de plata’ (un western de suspense recientemente editado en DVD por Versus), Jacques Tourneur y sus estupendas ‘Wichita’ (en la foto) y ‘Una pistola al amanecer’ y gente que trabajaba a destajo pero con mucho talento, de Gordon Douglas a George Marshall, John Farrow, André de Toth o George Sherman. Últimamente, además, ETB ha mejorado mucho la calidad de las copias que emite, aunque sigue cortando salvajemente los títulos de crédito finales, dejando al espectador en una especie de coitus interruptus, o preguntándose por qué Monk se ha colado de pronto en la pradera.