Quien espere de ‘Chicogrande’ una película épica y espectacular que aborde la gesta de Pancho Villa puede ir cambiando de idea. La película de Felipe Cazals que inaugura hoy el Festival de San Sebastián habla de una pequeña anécdota y presenta a un héroe anónimo, olvidado, quizás solo una leyenda. Pancho Villa es un secundario y toda la película tiene un tono lineal, en el que la búsqueda se convierte en una tensa y desesperada espera. Desesperada sobre todo para los americanos que tratan de encontrar respuesta a la pregunda ‘Where is Villa’. Recuerda a Sam Peckinpah no en la violencia ni en la acción, que de las dos tiene poco ‘Chicogrande’, sino en el paisaje agreste, en el tono taciturno de los personajes, en planos tan bonitos y tan de western clásico como el del protagonista hablando con su joven escudero. Nada que ver con una película de celebración de la Revolución Mexicana. ‘Chicogrande’ habla despacio y profundo de la lealtad, de los desesperados y del ridículo que a veces hacen los poderosos, con excelentes actores y una puesta en escena muy realista y sin concesiones al espectáculo.