Daba la impresión de que a Ignasi Guardans, lo que más le gustaba del cine, era la alfombra roja. Dejarse ver. Ser alabado por su valentía, denostado por su atrevimiento, provocar amores y odios. Empezó malamente, dando a entender que su predecesor, el eficaz, sensato y discreto Fernando Lara, no había pegado ni sello. Continuó peor, provocando una sensación de guerra entre ciudades que parecía que tenían que pelearse para ver quién se quedaba con el Festival más importante. Quería removerlo todo en el cine español, con continuas citas a la modernidad, las nuevas tecnologías, la productividad y el mercantilismo y con la intención de meterse en todo, no se sabe si con la sana intención de levantar el polvo de las alfombras, o con una infantil tendencia a revolver.

En realidad su sistema recordaba al malabarista del circo que lanza al aire varias bolas de distintos colores con la esperanza de que el espectador se quede fascinado con el arco iris y la habilidad del ejecutante. Un día pretendía convertir el Festival de San Sebastián en un congreso de estudiantes de cine, que es lo que molaba, y al día siguiente ponía en práctica la asombrosa idea de dar dinero al que más tiene, o sea subvencionar las películas que ya habían triunfado en taquilla, en lugar de aquellas que tienen dificultades para nacer. Y al tercer día se desdecía de todo lo que había dicho: siempre le interpretaban mal los demás. A veces tenía caprichos de estrella: un día que venía a una reunión ordinaria del consejo de administración del Festival de San Sebastián, decidió al poner los pies en el aeropuerto que quería hablar a la prensa, a toda la prensa local. Hubo que convocarla en dos horas. Ahí estaban los micrófonos prestos: siempre daba titulares estentóreos y había mucho que preguntarle por todo lo que había declarado anteriormente en plan bombazo, pero él respondía con un sonriente ‘pelillos a la mar’. En la última edición del Festival difundió a cinco columnas la sensación de que en San Sebastián todo estaba en crisis, pero luego asistió al certamen más días de los previstos, bien porque aquí no se pasaba tan mal como había dado a entender, bien porque tenía tanto que repensar sobre el futuro del Festival que no quería despegarse de él ni un momento. Y permaneció hasta la mismísima clausura: la última vez que le vi estaba precisamente sobre la alfombra roja, bueno, negra en este caso, a la salida del Kursaal. Ahora la ministra ha destituido a Guardans como director general de Cine, quizás después de ver, y repensar, ‘Eva al desnudo’. Que pase el siguiente.

Si esto fuera el blog Sopa de Ganso, al final pondría: Blog escrito escuchando The Smiths – ‘Bigmouth Strikes Again’.