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Ricardo Aldarondo

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Bassmatti en incierto


No se le puede llamar concierto a lo que hace Giorgio Bassmatti sobre un escenario. Lo advierte él mismo. Concierto vendría a significar algo así como concordar una cosa con otra para ofrecer un todo armónico, coherente y estructurado. Y de eso nada. Probablemente lo que dio Bassmatti el viernes en el Bukowski, lo que suele hacer siempre, es un incierto. Un acto de prestidigitación en el que el protagonista parece que va a naufragar en cualquier momento, porque sale al escenario sin tabla de salvación, y milagrosamente se eleva sobre la situación como un héroe. No suele repetir las ideas y canciones de un incierto en el siguente. El público espera, tanto o más que las canciones, lo que pueda hacer y decir el artista o lo que vaya a ocurrir por azar, entre una composición y otra.

En los inciertos de Bassmatti el espectador no sabe si asiste al debut de un timidísimo cantautor que narra sus elaboradas y extensas narraciones de habitación, leyéndolas atentamente en un atril, o al happening del tio con más desparpajo del barrio, que no se inmuta ante un público vociferante, e incluso lo reta y lo provoca para acabar ganando la batalla. El encanto de Bassmatti está en un punto, incierto por supuesto, entre la mayor candidez y el mayor descaro, cosa no fácil de ver hoy en día. Con una guitarra acústica de sonido leve y su comedida pero sentida voz, se toma muy en serio sus canciones, aunque luego adorne la velada con despropósitos y humoradas. Canciones como ‘Sombras’ o la que canto en euskera, también la versión de Bright Eyes, fueron momentos álgidos entre el excesivo parloteo de un público que había pagado sus cinco euros supuestamente para escuchar al artista pero, como cada vez parece ser más habitual, no le importa pagar para escucharse a sí mismo.

Dicen sus estudiosos que suele pasar nervios ante el reto del directo, pero el viernes Bassmatti le echo un par. Y si ya se le oía poco con amplificación, se lanzó al borde del escenario para cantar sin micrófonos una canción que, sorprendentemente, hizo callar al público, emulando en plan modesto pero incluso más valiente, a Josh Rouse que hizo lo propio hace un par de semanas en Gazteszena. Cuentan las leyendas que en otras ocasiones el show de Bassmatti ha sido más desternillante, pero también esta vez se gozó con su desparpajo. Para empezar, empujó al público a escoger entre sus folios de canciones para determinar el repertorio de la noche, idea de la cual se arrepentiría pronto, y no solo porque se le cayeran al suelo todos las hojas con las letras elegidas, sino porque entre ellas había alguna que no tocaba hace tiempo y, la verdad, no se la sabía.

Pero Bassmatti, fiel a su flema escénica, no tuvo reparo en ensayar durante minuto y medio o así, apartado del micrófono, antes de acometer definitivamente, y con éxito, la esquiva canción. También hizo punteos de guitarra con la boca, logro que el público coreara uno de sus pa-ra-pa-pa-pa mientras hacía un baile levemente artrítico, y se desgañitó con un sorprendente chorro de voz en el éxtasis final de uno de sus temas, que piden a gritos arreglos, complementos, adornos que les hagan crecer. Así se presentan, al parecer, en el CD que acaba de publicar con cinco composiciones, ‘Apropósito’, bonito título. En el final por un momento temimos que volviera a incitar al público a bailar la conga, como ocurrió en su incierto en el Náutico, pero todo quedó en un susto.

Luego la noche del Bukowski siguió con una sesión de DJs sencillamente fabulosa. Mi ignorancia y la falta de un cartel me impide escribir el nombre artísticos de tan grandes discjockeys, pero uno era el amigo Marlon de Thee Brandy Hips. La noche fue musicalmente impresionante y festivamente infalible. La cosa empezó ya en el 10 con ‘Blister in the Sun’ de Violent Femmes, y de ahí para arriba. Cuando sonó Héctor Rivera nos daban ganas de subir a abrazarlos como otros abrazarían a Vicente del Bosque. Qué buen gusto, qué buena musica, que sentido de la fiesta inteligente y gozosa. Qué comunión con la peña bailonga. Habrá ocurrido en otras ocasiones pero uno no lo había presenciado: estos dos enérgicos y cultísimos artistas obraron el milagro de que la palabra discjockey recuperar toda su dignidad, que a uno le parecía definitivamente perdida hace años.

Al salir, con el esfuerzo de traspasar la masa bailonga, se me olvidó comprar el disco de Bassmatti. ¿Dónde se puede adquirir? ¿Es que no lo van a tener en la Fnac?

P.D.: Este post precisaba como agua de mayo unas fotos de El Humilde Fotero del Pánico, otro artista de esa noche. Han llegado por generación espontánea y las coloco. Ahora que cada cual ponga su pie de foto. Uno podría ser ‘yin y yan de un cantautor’.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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