Fue un acto de devoción, de comunión y casi hasta una experiencia religiosa. La sala Club del Victoria Eugenia era el sitio perfecto para escuchar las nuevas canciones de Rafael Berrio, con el recogimiento de un bar pero con el silencio y la concentración de un teatro. Con la solemnidad de las cosas importantes. Aquello estaba lleno de amigos, sí, y la canción dedicada a ellos cobraba especial relevancia. Pero más que el empuje de los amigos (y de las rendidas amigas de siempre, y otras nuevas que por primera vez le escuchaban en directo), importaba la admiración por unas canciones, una forma de estar y unas letras, que Berrio ha llevado en su nuevo disco, ‘1971’ a un insólito nivel de perfección y emoción. Es difícil, muy difícil, encontrarse hoy en día con un repertorio en castellano que merezca la pena ser escuchado por sus palabras, tanto o más que por su música. Y un repertorio en el que la tristeza sea acogedora, y la borrachera de melancolía resulte dolorosa pero balsámica. En el ambiente del Club, la mística de arrabal y la confesión íntima de Berrio cobraba un especial significado, dando más grandeza aún a cada una de sus palabras minuciosamente escogidas (es sorprendente el libreto del CD, que en lugar de reproducir las letras de las canciones tal como han quedado, muestra los bocetos iniciales, y cómo algunos de los textos han cambiado radicalmente con el tiempo).
Con un formato más íntimo aún que en el disco, sólo guitarra, piano (José Luis Lanzagorta) y violín (Imanol Solores), las canciones quedaban más desnudas, cosa que fue aprovechada por los músicos para aportar otros detalles y colores, y por el propio Berrio para demostrar que en su esqueleto ya son grandes esas composiciones; o para hacer versiones más reposadas y entregadas aún, de ‘Tú tienes a tu lado un ángel’ y ‘Este álbum”, que quedaron especialmente conmovedoras. La voz de Berrio sonaba en la amplificación algo opaca, pero la demostración de que cada vez canta mejor y el poderío de sus letras se impusieron sin problema. Faltaron un par de temas del disco, pero ofreció las tres piezas del ‘Lieder’, las preciosas ‘Absolución’ y ‘En tu nombre’, y el recogido homenaje de ‘In memoriam’. El concierto fue demasiado corto, o eso nos pareció. Hubiéramos estado otra hora más escuchando esas canciones, u otras del pasado arregladas de esa manera. Sólo regaló ‘Algo delicado y difícil’, de Deriva, perfecto colofón.
Ahora lo que nos gustaría es que una docena de músicos de la Orquesta de Euskadi, por ejemplo, se animaran a acompañarle y que, con dirección de orquesta de Joserra Senperena, Berrio pudiera interpretar estas canciones en el Teatro Victoria Eugenia, con todos los matices que ha aportado Senperena,. Y, ya puestos, que el mismo concierto tuviera una segunda parte, en la que Amor a Traición tocara entero su primer Lp. Los 30 años de Berrio en la música lo merecen. Sus amigos también.
(Foto: Nagore Iraola)