Quienes frecuentan estas páginas saben que hace apenas tres semanas volcaba uno aquí su admiración por la enorme obra Andrés Trapiello (en todos los sentidos), y especialmente por sus apasionantes diarios.
Pues bien. Estaba uno ayer en un restaurante donostiarra, por íntima celebración, cuando al levantar la vista hacia la mesa del otro lado, vi que allí sentado, en conversación con otra persona, se encontraba Andrés Trapiello. Asombroso: no había visto en ningún sitio que Trapiello fuera a visitar la ciudad para alguna conferencia o algo similar, y el encuentro fortuito se daba en un día muy especial para mí. Además, no es como encontrarse con cualquier otro escritor: al haber leído y disfrutado tanto sus diarios, de pronto me sentía inmerso en cualquiera de sus páginas, viviendo en directo la materia de la que están hechos esos párrafos. Quien sabe si esa conversación amena que estaba teniendo durante la comida (y de la que nada escuché, todos tranquilos), formará parte del tomo del Salón de los Pasos Perdidos que editará dentro de cinco años. O al revés, yo me veía como Trapiello, observando la situación y pensando que luego la contaría aquí. Pero abandoné este último pensamiento rápidamente, por sonrojante.
Respetando su comida, y la nuestra, me acerqué a Trapiello cuando ya habían terminado e iban a coger el abrigo. Sólo quería felicitarle y agradecerle sus libros. Su amabilidad y gentileza hizo que la conversación se extendiera unos minutos. Y así me confirmó que el nuevo tomo (el 17º) del Salón de los Pasos Perdidos, ‘Apenas sensitivo’, se publicará dentro de quince días. Y, algo un poco alarmante para sus fans, que ha hecho una poda de sus páginas y las ha dejado en trescientas y pico, frente a las 600 o 700 que alcanzaban cada uno de sus tomos anteriores. “Es para bien”, me aseguraba. También me dio a conocer la web abierta hace apenas una semana, www.andrestrapiello.com, aún en construcción, con un diseño “limpio y austero, casi japonés”, por su hijo R. (los lectores le conocen, le han “visto” crecer) y que contiene no solo toda su obra literaria, sino buena parte de su trabajo como tipógrafo, y al frente de la editorial Trieste, en la que se atrevió a reivindicar, como escritor, a Rafael Sánchez-Mazas, y publicó entre muchos otros a Antonio Colinas (a quien, redondeo de casualidades, pude entrevistar también en San Sebastián hace un par de semanas) con su novela ‘Un año en el sur’. Y me dio Trapiello una tarjeta muy especial.
Le conté que aquí habíamos hablado de él y de su obra hace poco, y que incluso un lector, Carlos, se ha hecho fan, como aquí contó. Y se mostró reiteradamente interesado en leer lo que aquí habíamos comentado, aunque le habrán dicho cosas parecidas cientos de veces. Le llegará el link.
Antes del encuentro había hecho algunas deducciones. Trapiello estaba comiendo con Javier Mina, y en el primer instante que les vi se despedía de ellos Ángel García Ronda, así que aquello debía tener que ver con el Ateneo Guipuzcoano. Me extrañaba que se tratara de los prolegómenos de una conferencia, y que no me hubiera enterado previamente de ello. Pero increíblemente, así era: Andrés Trapiello daba una conferencia en la tarde de ayer en el Ateneo Guipuzcoano, en la Biblioteca Doctor Camino.
Casi como una reunión secreta (apenas un par de líneas en la agenda del periódico), pero entre un público nutrido, con ese aire de club del Ateneo, Trapiello dio una apasionante conferencia en torno a la literatura y la Guerra Civil, la base de su libro ‘Las armas y las letras’, del que publicó hace un año una tercera versión (que casi dobla en contenido literario y gráfico a la primera de 1994), y que va ya por su quinta edición.
Transmitió el escritor una sabia mirada sobre la importancia radical de los matices y las mixturas en esa supuesta e inexacta idea de la división en dos bandos (no solo de la contienda, sino de la literatura), y contó tantas cosas y tan bien hiladas, todo de forma aparentemente improvisada, que describió perfectamente la inabarcable complejidad de la Guerra Civil española. O una pequeña parte al menos, porque ni él, que tantos años lleva recolectando y leyendo papeles y testimonios de todo tipo, consigue mucho más que seguir nadando en sus abismos interminables.
Dos horas y cuarto duró la conferencia, incluyendo la entusiasta participación del público. Y podía haber durado otras dos horas más. Salimos de allí sabiendo más, preguntándonos mucho más aún y deseando ir a por unos cuantos libros que recomendó Trapiello, entre ellos ‘Revolución española vista por una republicana’, de Clara Campoamor (a la hora que terminaba la conferencia empezaba en TVE1 una serie sobre la escritora, otra casualidad) y ‘España sufre. Diarios de guerra en el Madrid republicano’, de Carlos Morla Lynch. Dos libros olvidados o silenciados hasta hace poco tiempo y, para Trapiello, absolutamente reveladores sobre la Guerra Civil. Y salimos, claro, con ganas de buscar la quinta edición, recién impresa, de la última versión de ‘Las armas y las letras’, la única que contiene una foto insólita de Azaña, subido a una endeble escalera y cortando un enorme seto; una foto muy simbólica para Trapiello, de lo que fue la Guerra Civil.