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Ricardo Aldarondo

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Con Torrente se entiende la gente

Como colofón de una campaña de marketing que daría envidia a los mejores licenciados, y que se limita a la habilidad e inteligencia de un señor planeando en su casa y contando con sus amiguetes, ‘Torrente’ ha hecho una millonada en tres días. No se sabe si Torrente cae bien o mal o si es Santiago Segura el que tiene la legión de admiradores y detractores, principalmente porque casi todo el mundo confunde a uno con otro, aunque sean radicalmente diferentes. Sea como sea, a Torrente y a Santiago, dos en uno, hay que verles, pues son en sí mismos el mejor slogan.

Y es que Santiago Segura, tan simpático y educado, tan amable y bonachón (en serio) es también un poco perversillo. Su película, que en vez de ‘Torrente 4’ podría titularse ‘Torrentele 5’, está llena de esos personajes que todo el mundo odia y todo el mundo ve. Pero, ¿son esos cromos televisivos héroes o villanos para Segura? Pues aquí vienen de nuevo las confusiones. Porque desde el lechón que se lleva María Patiño nada más empezar la película, a la debacle que le espera al personaje de Belén Esteban o la eterna simpatía de Bisbal disfrutando del cante y el baile como siempre mientras no se sabe si se ríe de sí mismo o los demás se ríen de él, Segura juega a las ambigüedades como nadie. Siempre queda la duda de si es fan o aprovechategi de toda esa fauna, si los homenajea o los lanza a los tiburones. Pero mientras, tanto hace un retrato enloquecido y disparatado (sin pies ni cabeza y a mucha honra) de las miserias y los delirios de grandeza genuinamente cañís, valido para todas las comunidades autónomas, y que enlaza modélicamente las miserias del franquismo con la actual elegancia televisiva y el ‘sálvese quien pueda’ como un universo global perfectamente coherente.

Mientras unos cuantos se rasgan las vestiduras, o renuncian tímidamente (“a mí ese humor grueso no me va”), Torrente sigue teniendo el atractivo inagotable de la zafiedad, la eficacia de un buen chiste malo bien contado, y la gracia infalible de Santiago Segura que ha creado un personaje tan magnético como los genuinos villanos, incluidos los peligros de identificación. ‘Torrente 4’ tiene sus altibajos, sus pasadas de rosca (menudo plano el de la ducha) y sus momentos gloriosos. Algunos de estos últimos están protagonizados en comandita con Kiko Rivera, que es la gran sorpresa de la película, todo un sanchopanza del frikismo, que se lleva una de las grandes frases de la película, implicando a su progenitora. Quién nos iba a decir que iba a dar para tanto Paquirrín, ahora Ring Ring.

Mientras unos se santiguan con Santiago esgrimiendo el simpático lamento “así va este país si esto es lo que quiere ver la gente”, Segura encuentra complicidad en millones de espectadores que saben que no hay nada mejor para reir que hurgar un poco en las miserias humanas, más o menos como siempre ha hecho la comedia, aunque con Torrente hurgar signifique acabar con algo maloliente entre los dedos. ‘Torrente 4’ da para unas cuantas bienvenidas risas, y de paso va pintando un panorama entre jacarandoso y desolador, con sus momentos incluso conmovedores (esa aparición de Fernando Esteso), que no es un retrato con vocación sociológica de la España de hoy como algunos pretenden, sino una perspicaz recopilación de esperpentos del día a día, que Santiago Segura sabe barnizar con su incomparable personalidad y con hábiles apropiaciones de James Bond, Peter Sellers y los grandes cómicos españoles, que no solo de bazofia se alimenta Torrente.

P.D.: El 3D solo sirve, como casi siempre, para que la película se vea peor.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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