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Ricardo Aldarondo

Mon Oncle

Primavera Sound, el resumen (1): el jueves

El Primavera Sound 2011 comenzó a calentar motores el lunes, pero nos centramos aquí en lo que se desarrolló en el Fórum de jueves a sábado. Y no es esto una crónica de todo lo que ocurrió en el festival, sino sólo uno de los recorridos posibles, elegido en función de gustos personales ya comprobados y no a la búsqueda de nombres desconocidos que pudieran deparar sorpresas e incógnitas, agradables o no. La máxima era intentar disfrutar de los conciertos elegidos al completo, en lugar de ir picoteando de un escenario a otro tratando de alcanzar la globalidad de un festival ya inabarcable, por la cantidad de propuestas y la cantidad de gente que impide moverse con suficiente velocidad de un escenario a otro. Así que esto es lo que vimos el primer día:

MOON DUO

Dos de los componentes de Wooden Shjips jugando a seguir las enseñanzas de Spectrum y la parte más metronímica de Stereolab. Devaneos guitarreros psicodélicos sobre ritmos mecánicos de techno lo-fi, con chico y chica meneando sus melenas al viento sin parar, en plan muy enrrollao. Curioso, sin más.

SUFJAN STEVENS
La expectación resultó justificada, aunque más de uno vio el concierto con un buen cabreo encima, o no lo vio, por la decisión de la organización de sortear las reservas de plaza en el Auditori. Al final entró gente sin reserva hasta completar el aforo, y otros le vieron al día siguiente. Sufjan Stevens advirtió que esta vez no venía a hacer folk, sino pop cósmico, cosa que se veía venir por el atuendo de los músicos, unos trajes con tiras fosforescentes a lo ‘Tron’. Era un concierto atípico para un festival, porque hicieron el show completo de más de dos horas, un delirio galáctico, eufórico, sensible e imaginativo, basado en el último disco, ‘The Age of Adz’, aunque empezó con ‘Seven Swans’ y Sufjan Stevens portando unas enormes alas de cisne, o así. La puesta en escena, y algunos rasgos musicales están cercanos al rock sinfónico, por mucho que esa etiqueta espante a muchos de los que disfrutan del ‘cool’ Stevens. Pero su primera aparición nos recordó muchísimo a los Genesis de Peter Gabriel y a los Utopia de Todd Rundgren, cuando a mediados de los 70 se montaba shows galácticos, psicodélicos y grandilocuentes. Pero eso fue lo atractivo, que Sufjan Stevens estaba continuamente bordeando el exceso e incluso el ridículo, pero la riqueza de su música, el convencimiento de su propuesta, la perfección de la interpretación y la desbordante imaginación que desplegaba resultaron permanentemente fascinantes, incluyendo las coreografías ochenteras en las que Sufjan Stevens participaba como un atleta. El climax final, con la gente de pie, él disfrazado con un artilugio hecho con papel de plata subiéndose al piano, la sala invadida de globos y confettis y todos los músicos bailando enloquecidamente entre bien medidos cambios de ritmo, fue apoteósico. Como el bis, con la imprescindible ‘Chicago’. Fue uno de los conciertos emblemáticos de esta edición, sin duda.

Lo único malo de la actuación de Sufjan Stevens es que por su larga duración me perdí a P.I.L. Handicaps de no querer picotear.

GRINDERMAN
Fue casi igual que su actuación en Summercase 2008, pero no por eso dejó de impresionarnos la furia de Nick Cave y Warren Ellis en el escenario, desbocados desde el minuto uno. Comenzaron con el excitante ‘Mickey Mouse an the Goodbye Man’ y en los tres primeros temas parecían una apisonadora, a pesar de que en momentos sólo sonaban la batería, el bajo, la guitarra de Nick Cave y las maracas de Warren Ellis quien, cada vez con más melena, más barba y una mirada más enloquecida, parece un chamán salido de sí, golpeando las maracas contra un chaston de batería y haciendo su baile vudú con tanto impulso, que en ‘Get It On’ se cayó al suelo y rodó por el escenario. Nada, instantánemente siguió en la batalla, mientras un Nick Cave que con 54 años parecía sacar todo su salvajismo de la era Birthday Party, se subía a la valla, y arengaba a un público que se encargaba de sujetarle de la piernas para que no se cayera al suelo cuan largo es. Con ‘Palaces of Montezuma’ bajó un poco la furia, pero no la intensidad. Deslumbrantes y, dentro de esa tensión, divertidos.

SUICIDE
Estaba a tope de gente dos minutos antes de empezar, y sólo quedó una cuarta parte del público al terminar. Ya fuera por la mítica del grupo o por la curiosidad, era uno de los conciertos en los que había que estar. Suicide iban a tocar su mítico, rompedor e influyente primer Lp. Pero desde que salieron a escena quedó en evidencia que lo único que conservaban es la actitud ‘nos importa un bledo todo’, por decirlo finamente. Alan Vega recitaba las letras sin mucho convencimiento, mientras paseaba su inevitable figura de abuelo achacoso. Martin Rev, cuya única gracia estuvo en salir a escena con una gafas con lucecitas compradas en algún chino, y hacerlo precisamente en el escenario Ray-Ban, se dedicó a tocar el teclado con el puño, literalmente, durante medio concierto, destruyendo a base de abrasivos sonidos sin sentido el espíritu austero y seco del disco original. Algunos quisieron ver en esa actitud que el espíritu punk y provocador del dúo permanecía intacto, y que Suicide siguen siendo los más modernos y desafiantes. Pero machacar la base rockabilly de esos temas a base de feos sonidos de sintetizador actual a un volumen desmesurado, y deshacer la tensión misteriosa y escalofriante de ‘Ghost Rider’ o ‘Frankie Teardrop’ con una interpretación mecánica y aburrida, no resulta nada loable. Ni siquiera irritante. Tampoco pega la supuesta chulería con esos comentarios de Alan Vega, “que ciudad más bonita tenéis”, o el momento en que lanzaba besos al público con la mano diciendo ‘We Love You’. Todo lo contrario de lo que demostraron Swans al día siguiente.

THE FLAMING LIPS
Desde que en Benicassim 2001 nos dejaron deslumbrados y extasiados con esa puesta en escena que llevaba las canciones de ‘The Soft Bulletin’ al paroxismo de la euforia, el colorido y la celebración comunal, The Flaming Lips sigue montando esa especie de fiesta de cumpleaños delirante. Wayne Coyne, ataviado durante todo el concierto y a pesar de la cálida noche con un cuello de piel de abrigo de señora, salió a escena para advertir, 1) que llevaban luces estroboscópicas que podían provocar malestar en los más sensibles y 2) que había traído su burbuja de plástico con la que va rodando sobre el público. No llegó hasta el final con ella, pero fue el inicio de un show en el que los rayos laser ochenteros (que curiosamente también proliferaron en los conciertos de Sufjan Stevens y Pulp), los globos y confettis, la pantalla circular desbordante de imágenes, y la cámara instalada en el mismo micrófono de Wayne Coyne que reproducía su boca, nariz y ojos a tamaño gigante en la pantalla provocando un curioso efecto cómico, fueron la permanente llamada de atención visual para un repertorio no siempre tan excitante. Hubo poco de ‘The Soft Bulletin’ y algunas elecciones arriesgadas que provocaron un bajón de interés en la última parte del concierto (hubo algún momento en que parecían Pink Floyd), hasta el subidón final con la arrebatadora ‘Race for the Prize’ y ‘Do You Realize?’. Pero lo suyo siempre es un espectáculo gozoso.


Moon Duo / Mon Oncle

Grindermarn (Nick Cave y Warren Ellis) / Primavera Sound-Dani Canto

The Flaming Lips / Primavera Sound-Dani Canto

Sufjan Stevens / Primavera Sound-Dani Canto

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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