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Ricardo Aldarondo

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Cómo mola ser artista

Cuando murió Severiano Ballesteros se recuperaron sus declaraciones en las que el golfista se autodefinía más como un artista que como un jugador de golf. Sabido es que los cocineros aspiran permanentemente a ser considerados algo que esté por encima de su condición, se autodenominan restauradores aunque no restauren nada, y finalmente se abrazan a cualquier práctica que suene a arte y elevación espiritual. Creando una película en la que los platos forman parte de una sinfonía musical, por ejemplo.

Los arquitectos, que se supone que ya son más o menos artistas, no se conforman con hacer edificios, y ya toda construcción tiene que ser una especie de escultura que quizás quede mejor sobre la mesita del salón que en desmesurados volúmenes en los que sólo parece importa la forma, el arte, la idea y no la funcionalidad interior. Los publicistas no hacen anuncios, sino películas, y a los diseñadores de vinajeras no les importa que el aceite se derrame siempre que el conjunto quede escultórico, con valor artístico. La editora esposa del arquitecto no publica libros, sino obras de arte en sí mismas, que valen un potosí, por supuesto.

Y así. Del entrañable ‘mamá, quiero ser artista’ de la chica de pueblo que se conformaba con triunfar, hemos pasado a un verdadero ejército de profesionales que parecen querer ocultar su verdadera condición, como si pertenecieran a una casta a superar. Y no se enorgullecen de ser cocineros, arquitectos, jugadores de golf o futbolistas. Quieren convencerse de que hacen arte. Como si no hubiera suficiente gloria en ser el mejor cocinero o el mejor goleador.

Mientras tanto proliferan en los comentarios de las webs de los medios de comunicación, y otros campos de propagación de opiniones malhumoradas, las mofas e insultos a los artistas. Que si viven del cuento, que si vaya morro eso de querer que les paguen por su trabajo, que si son unos pedantes y unos creídos, que si no hay quien les entienda… En una comida familiar el chaval que declare dedicarse al arte recibirá miradas entre la mofa y la reprobación de cuñados y primos. No parece que los artistas sean la clase más envidiada y valorada del planeta. Y sin embargo, verse relacionados con el arte sigue siendo para muchos profesionales de distintos campos más que una aspiración; casi una obsesión.

En la imagen, el cocinero Salvador Dalí, retratado por Václav Chochola.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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