Cuando veo algo sobre las actividades de Kafe eta Galletak, esa loable iniciativa que invita a un grupo a dar un concierto, pero precedido de la audición colectiva de un disco elegido por el grupo, no puedo evitar acordarme de aquellas audiciones en Bengoa, a mediados de los años 70.
Bengoa, para los jovenzuelos y desmemoriados, era una tienda de instrumentos musicales que había en la calle Easo de San Sebastián, en el local hoy ocupado por TelePizza (ejem). En la parte de abajo, había una zona dedicada a la venta de discos, que llevaba la inimitable Esther Casares, una de las impulsoras de los primeros tiempos del Festival de Jazz de San Sebastián, que siempre fue la mujer madura más juvenil y enterada del condado.
En el incansable y variopinto ramillete de iniciativas que Gregorio Gálvez impulsaba en ese nido de agitación cultural que fue su programa en Radio Popular ‘Club 44’, se incluyó durante un tiempo más o menos corto las audiciones de Bengoa. Eran unos años, 1975-1976, en los que muchísimos discos no se publicaban en España y conseguirlos de importación era una actividad muy cercana al estraperlo, el contrabando, la búsqueda de contactos con relaciones en el extranjero. Aparte del precio.
Así que, si alguien en la órbita de ‘Club 44’ conseguía algún disco preciado, se organizaba una audición colectiva en Bengoa. En la tienda, además, tenían siempre lo último en Alta Fidelidad, un concepto que entonces molaba mucho y que hoy, lamentablemente parece perdido: entonces era tan deseable escuchar la música con la mejor calidad posible, o conseguir un buen equipo de música, como hoy hacerse con el último iPhone o encontrar la apps más resolutiva.
En la sala de audiciones de Bengoa, diseñada para clientes, nos juntábamos 50 o 60 jovenzuelos (preadolescentes en nuestro caso) sin dinero para soñar con ninguno de esos equipos, que esperábamos pacientemente en la calle a que la tienda cerrara al público y los dueños prepararan ese equipo de música de ultimísima generación (y que estoy seguro de que sonaba mejor que cualquier cosa que se escuche normalmente hoy), una especie de tótem con altavoces de un metro de alto, que venerábamos desde las sillas en las que nos sentábamos ordenadamente. Una gentileza por parte de la tienda que hoy se ve realmente insólita. Ni cobraban la entrada ni exigían comprar nada.
Recuerdo especialmente la audición del Lp ‘Wish You Were Here’ de Pink Floyd, recién salido en Inglaterra y que era el acontecimiento musical del otoño de 1975. Deslumbrante. También posteriormente ‘A Trick of the Tail’, de Genesis, que llevaba implícito el gran morbo de ser el primer disco sin Peter Gabriel y con Phil Collins cantando prácticamente por primera vez (‘More Fool Me’ aparte). Y también uno de Rory Gallagher, mito guipuzcoano por excelencia en esa era (fue uno de los primeros músicos internacionales en actuar por aquí), probablemente era ‘Irish Tour ‘74’, aunque no lo recuerdo bien.
Me hubiera gustado ilustrar este post con una foto, pero no es probable que exista ninguna de aquellas audiciones. El San Sebastián underground de los 70 no aparecía en los periódicos y se movía en la nocturnidad. Y nadie llevaba una cámara en el bolsillo.