Concierto de Rafael Berrio en Le Bukowski (San Sebastián), el domingo 3 de julio de 2011.
Los discos de Rafael Berrio son ricos en arreglos, cuidados al detalle. En Le Bukowski, el cantautor donostiarra se presentó solo con su guitarra española. Y lo sorprendente, incluso conmovedor, fue que esas canciones de ‘Harresilanda’ y ‘1971’ sonaron aún más impresionantes en su verdad desnuda, sólo con esos arpegios sencillos y con esa voz de una convicción que agarra al oyente y lo mantiene en constante tensión emocional. Berrio canta cada vez mejor. Y no sólo canta, dramatiza y vocaliza como pocos, para dar aún más sentido a esas letras de una altura y profundidad que no son fáciles de hallar en la música en castellano de hoy.
El romancero de Berrio comenzó con ‘Invisible’ y ese fue el primer ejemplo, y uno de los más reveladores, de cómo la desnudez de estas versiones eran capaces de descubrir aún más su grandeza. Sonó preciosa esa canción que habla de ser invisible para ser libre: esa tendencia a la fuga, la desgana, el estar fuera del mundo, que tanto gusta a Berrio y que utiliza, paradójicamente, para implicarse totalmente con el mundo, o al menos con su mundo. Sobre todo con el de los sentimientos, las derrotas, los amores y las verdades afrontadas. En cada una de esas frases tan bien construidas, tan inesperadas, tan cultas en su afecto por poetas y escritores de Pío Baroja a Gil de Biedma, Berrio juega con la sinceridad más descarnada y el teatro más elegante. Canciones de épocas distintas, como ‘Algo delicado y difícil’, ‘Las mujeres de este mundo’ o ‘In memorian’, que fue dedicada a Pedro San Martín, quedaron unificadas por ese canto desnudo y emocionante, que el público de Le Bukowski siguió desde las variopintas butacas como de salón decadente, en fervoroso silencio, encontrando en esas confesiones y en esos poemas intermedios, muchos dolores y agradecimientos vitales que compartir.
Publicado en El Diario Vasco el 5 de julio de 2011