La segunda noche en el Museo San Telmo
Había mucha expectación por ver y escuchar a John
Scofield y su guitarra delicada y meteórica a partes iguales. Tanto es
así que todas las plazas del claustro de San Telmo estaban ocupadas y
también los laterales, a la espera de que saliera el cuarteto de
Scofield, mientras la noche se llenaba del refrescante olor a hierba
mojada.
El cuarteto de Scofield no era de simples acompañantes,
sino de músicos bien bregados y bien conocidos, destacando entre ellos
el veterano pianista Mulgrew Miller que ya nos ha solido asombrar como
solista en el Jazzaldia. Y también estaban el contrabajista Scott Coley,
y el batería Bill Stewart, ambos admirados en diferentes formaciones en
la historia del Jazzaldia.
Estaba bien fresca la noche, pero John Scofield salió en
caliente, pletórico desde el primer momento, acudiendo al repertorio del
maestro Dizzy Gillespie para aumentar el frenesí guitarrero, o
deslizándose en la balada propia ‘Simply Put’, de su obra ‘A Moment’s
Peace’ que en su placidez nos hizo evocar paisajes de Pat Metheny. Pero
Scofield es maestro con mundo propio, claro, que desplegó también a
ritmo de ‘take five’ en ‘Slinky’ y dejó amplios solos para un Mulgrew
Miller, que lo hizo bien bonito, especialmente en ‘Simply Put’.
Como aquello parecía infalible y los muchos seguidores de
Scofield sonreían a plena satisfacción, fuimos a ver cómo estaba de
acompañada René Marie, que mientras tanto cantaba en el patio de al
lado. En los momentos quedos, se colaba el sonido de la voluminosa
guitarra de Scofield en el espacio de la vocalista de Virginia. Pero
buena es ella para que le importe eso. Tampoco tenía el más mínimo
problema con la situación de un público escaso aún que, sin embargo,
sabía que estaba haciendo lo correcto dándole su oportunidad a René
Marie, que ya había cantado el día anterior en las terrazas del Kursaal.
René Marie tiene una voz bellísima, que modula con
dedicación a cada nota y a cada palabra, que ofrece un gesto de entrega a
cada matiz de las canciones que interpreta con un gusto exquisito.
Tiene mucho de las cantantes clásicas de standards e interpreta algunos
de ellos, como ‘What A Difference A Day Makes’. Pero también borda
versiones del soul como ‘Just My Imagination’ de los Temptations y
exigentes temas propios como ‘I Like You’. Todo lo que canta René Marie
tiene una gracia especial, y no solo por su simpatía: esa voz que con
tan buen gusto emplea tiene matices caribeños, brasileños, africanos, de
Nueva Orleans, lo que haga falta. Resultado: al final René Marie tenía
la sala llena, el público entregado, y agradecido con esa preciosa
versión de ‘Angelitos negros’ en la línea que marcó Roberta Flack.
Pellizcos en las cuerdas
Mientras tanto hicimos una pequeña incursión en el
durísimo ambiente del Salón de Actos: Agustí Fernández y Peter Evans
pellizcaban las cuerdas del piano y retorcían los sonidos de trompeta en
una propuesta sólo apta para la docena y media de atrevidos que por
allí andaban.
No podía ser mayor el contraste, afortunadamente, en la
iglesia: en el impactante fondo de las pinturas de Sert se fusionaban
las figuras de Jan Bang y sus cinco acompañantes, que ofrecían un mantra
sónico de pura calma.
Leves sonidos electrónicos, las nada convencionales voces
de la cantante Sidsel Endressen y las trompetas de Arve Henriksen y un
Jon Hassell relajado y con las piernas cruzadas, construían un magma
sónico de lo más evocador. Para meditar, soñar y hasta levitar. Muy
especial, pero muy bello.
Fotos: Lolo Vasco / Jazzaldia
Jan Bang en la iglesia de San Telmo.
René Marie y el pianista Kevin Bales.