Ya en 1971 Peter Bogdanovich expresaba el lamento por el cierre de un cine con una maravilllosa película cuyo título se ha convertido en recurrente epitafio: ‘La última sesión’ (‘The Last Picture Show’). Por mucho que se repita la situación no deja de invadirnos aquella melancolía. Ahora el querido cine club Kresala de San Sebastián cierra las puertas.
Fui por primera vez al Kresala en 1977 (ahora que lo pienso: pasaron por alto que no tenía ni de lejos los 18 años reglamentarios). Me hice socio y me dieron ese boletín con Hitchcock en portada. Dentro, un montón de descubrimientos. Ver por primera vez ‘Psicosis’, ‘Frenesí’, o ‘Chinatown’ de Polanski, asistir a una sesiones que presentaban señores tan sabios como humildes, y entre un público que luego se quedaba a comentar la película, era un paraíso para alguien que ya perseguía películas por doquier. Entonces la programación de cine en la tele era muy buena, pero pasaban muchos años desde el estreno de una película en salas hasta su emisión. No había ni vídeo ni internet, ni ningún otro medio de rescatar películas del pasado, aunque fuera reciente.
Fernando, Juanito, Luis, José Angel el Notario, y otros muchos cuyos rostros recuerdo aunque no sepa su nombre, nos fueron dando a conocer a Robert Bresson, a Alain Tanner, a Joseph Losey, a Hitchcock de nuevo, a Mankiewicz, ‘Sandra’ de Visconti, ‘Blow-Up’ de Antonioni, ‘Malas tierras’ de Terrence Malick cuando sólo cinco o seis años antes había ganado la Concha de Oro, ‘Los 400 golpes’ y ‘La noche americana’ de Truffaut, toda una revelación, y así hasta el infinito y mucho más. Su pasión cinéfila era vírica. Lo sigue siendo hoy: Juanito Berasategui se ha visto 39 películas en el último Zinemaldia; ha asistido ya a 55 ediciones del Festival. Luis Bergua le enseñó a José Luis Rebordinos qué tenía que hacer cuando el hoy director del Festival de San Sebastián iniciaba su cine club King Kong en Errenteria. Mikelajauregui nos contaba en Radio Popular mil cosas sobre cine con su maravillosa voz.
Ellos recuerdan que en alguna ocasión, como la proyección de ‘Pajaritos y pajarracos’, de Pier Paolo Pasolini, duró más el coloquio que la película. Yo recuerdo la película más larga a la que asistí en el cine club, ‘Shirley Temple Story’, un filme experimental de 1976 en 16 mm. del catalán Antoni Padrós que duraba cuatro horas. Ahí estuvimos, en las características duras butacas del Kresala (una tabla forrada de tela, básicamente), con un descanso en medio, y la sesión acabó casi a medianoche.
Con los años, más que asistir a las sesiones de Kresala, me dediqué a perdérmelas: el horario laboral del periodista, tan generoso, me impedía estar allí a las 7.30 de cada lunes. Pero cuando me coincidía con algún día de vacaciones, el regreso a las sesiones del Kresala era como la socorrida madalena de Proust pero a lo bestia. Y era un alivio ver que todo seguía igual: el mismo espíritu, muchos de los mismos espectadores, el mismo ambiente, con los divertidos dirigentes cobrando en su mesita a la entrada, refugiándonos allí en los días de lluvia, y saliendo a las calles solitarias del centro en la noche invernal de entresemana.
Es curioso que las nuevas generaciones no se engancharan al cine club Kresala, porque los programadores seguían a la vanguardia, trayendo películas que no se habían estrenado en San Sebastián, pero habían tenido eco cinéfilo y fervor crítico en los más importantes festivales internacionales.
Les debemos mucho, todo lo que hemos aprendido y disfrutado en esa sala y ese cine club que, milagrosamente, han permanecido exactamente igual desde hace 40 años. Ahora van a proyectar ‘Ma nuit chez Maud’ de ese Eric Rohmer que tanto han amado, emblema de la inquietud y pasión cinéfila que tan bien nos han transmitido y tanto les agradecemos.
P.D.: Mientras escribo esto me llega la programación del también querido cine club Goieniz de Beasain. Está en http://goieniz.wordpress.com Afortunadamente, algunos siguen adelante…