Fue una pequeña decepción en un principio, pero tuvo su punto de revelación y un final feliz. Sr. Chinarro actuaba el sábado pasado en las jornadas de Donostikluba, en San Sebastián, pero no como grupo. En realidad subió a escena Antonio Luque solo armado con su voz, una guitarra acústica y un ron con cola sustituido por uno nuevo a mitad de concierto. Dado que no es ni un gran cantante ni un gran guitarrista, aunque si un extraordinario intérprete, compositor y letrista, además de fino humorista, había serias dudas de que Sr. Chinarro pudiera defenderse solo y sostener una hora de la velada.
Las dudas se disiparon rápido. Primero, por la gracia, honestidad y calidez con que se presentó Antonio Luque. Segundo, por la gran colección de canciones que tiene y lo bien que escogió el repertorio, en parte sobre la marcha. Entre el público no paraban de surgir peticiones de canciones, y ante cada título lanzado al aire, Luque respondía “no, esa no la he traído”, como si hubiera reunido en una maleta las canciones a tocar. O miraba el setlist y decía “esa la he traído pero es para más tarde”. O se dejaba llevar y se lanzaba a satisfacer el capricho de un espectador: desde aquí mi agradecimiento a quien pidió “El idilio”, una de mis muy favoritas de Sr. Chinarro, que nunca pensé fuera a tocar y menos en formato desnudo. Aceptó el reto y se refugió diciendo “si no me acuerdo de la letra, me ayudáis”. Lo hizo muy bien, a pesar de lo complicada y surrealista, y genial, que es la letra.
Otros momentos brillantes, además de todos los comentarios entre canción y canción, que hacían aullar de gozo y risa al personal (media entrada en Gazteszena), fueron ‘Vacaciones en el mar’, ‘María de las Nieves’, ‘El lejano Oeste’ (¡estaba tocando todas mis favoritas!) y un par de canciones nuevas, mejor ‘Santa Bárbara’ que la de la ‘ley de Murphy’. Se pasó un poco de la hora, se le notaba a gusto y disfrutó especialmente en el colofón con esa maravilla de canción que es “Del montón” (que frase tan grandiosa: “Pudo ser un amor del montón / pero todo el montón era mío…”), palmeada y coreada por el entusiasta público. El autor contó que su niño llama a la canción “la de San Sebastián” (por la estrofa inicial Cerca fue del castillo / el de San Sebastián / de las barcas que amarran a la orilla del mar) y previamente reconoció que en su adolescencia fue fan total de La Dama Se Esconde, resaltó lo buenos que eran los grupos donostiarra (“si hasta Duncan Dhu molaban…”) y habló de Pedro San Martín, al que aseguró que no paraba de recordar desde que había llegado a Donostia. Antonio Luque es un artista de pies a cabeza, aunque no cumpla casi ninguna de las reglas que se supone que deben cumplir los artistas de pies a cabeza y salió de escena como un héroe a su pesar.
En el cuádruple concierto también vimos la segunda mitad de la actuación de Bassmatti & Vidaur. El bueno de Giorgio suena de pronto como una macrobanda, con pregrabados. Siempre tiene un puntillo raro que suenen bajo, batería y teclados enlatados, pero con las densas guitarras live de Vidaur y todo ese envoltorio de arreglos lucen en toda su dimensión las canciones de Bassmatti, y el bardo (ya sin barba) se crece, aunque permanezca sentado. Ah, si tuviera una banda completa y de verdad… Es igual, sonaron muy bonitas las canciones de ‘A propósito’, hubo un momento de desarrollo instrumental obsesivo a lo Spectrum y una inesperada despedida versión de Family, convirtiendo ‘Carlos baila’ en ‘Pedro baila’, íntimo homenaje a Pedro San Martín.
No nos íbamos a quedar a MyLittlePony, de hecho solo se quedaron unas decenas de personas, pero este grupo de poperos noruegos a lo Belle & Sebastian, por decir algo, se hicieron simpáticos y entusiastas desde el primer momento. Y nos asombraron con su sabiduría: tienen pinta de tener poco más de 20 años, pero además de intercambiarse instrumentos, dominar lenguajes musicales muy distintos alrededor del pop y crear armonías a cuatro voces bastante elaboradas, el cantante demostraba sus avanzados estudios de español, presentando cada canción con amplios y graciosos discursos, como cuando explicó el error del que le tuvieron que sacar una vez en Barcelona: para explicar la gira que estaban haciendo dijo en escena “ayer nos tocamos en Zaragoza”. Se reía una vez aprendida la lección gramatical. Y al final, algo que nunca había visto: “Ahora vamos a tocar una canción, al final vosotros aplaudís, nosotros salimos del escenario, vosotros seguís aplaudiendo y gritando, nosotros esperamos un poco y salimos otra vez y tocamos otra canción, ¿vale?”. La parafernalia del bis a calzón quitado.