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Ricardo Aldarondo

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Lambchop en Bilbao: sublime celebración de la calma

Es un atrevimiento, casi una afrenta, comenzar un concierto como lo hicieron Lambchop el pasado sábado en la sala BBK de Bilbao. Frente al canon del concierto de rock, ese que implica enganchar al público desde el primer segundo con un impacto, un hit, Lambchop comenzaron con unas notas de teclados ambient apenas audibles y su cantante Kurt Wagner recitando Give It en un puro susurro. El público aceptó el reto al instante: desde el comienzo, y a pesar de que la sala esta vez no tenía butacas (con lo que la visibilidad del bajo escenario era mala) y los espectadores podían tender a relajarse y departir, el silencio y la complicidad fueron totales. Más de uno lo pasó mal intentando ahogar alguna inevitable tos. Nada debía romper la absoluta comunión entre el público y la celebración de la calma propuesta por Lambchop.

El increíble ambiente que consigue Kurt Wagner con sus variables formaciones de Lambchop obliga a estar con él, a imbuirse en su intimismo, en los sentimientos más recogidos. No siempre es así: le hemos visto en París en 2004 mucho más festivo, y en el Primavera Sound con ramalazos casi punk. En Bilbao el volumen fue bajo, incluso demasiado bajo, durante todo el concierto, y los siete músicos conseguían sonar como una formación minimalista, en la que nada sobresale o se impone, todo está al servicio de una idea, un estado de ánimo melancólico y confesional, una belleza suprema.

El último disco de Lambchop es consecuencia y reflejo de la muerte de Vic Chesnutt, gran músico y gran amigo de Kurt Wagner. Es, por tanto, un disco triste y afligido, aunque no deprimente. El concierto fue la plasmación de ese disco, interpretando seguidas, aunque en distinto orden, diez de las once canciones de Mr. M (faltó uno de las dos instrumentales, Gar), evitando la interpretación mimética y aumentando la coherencia del disco con esa uniforme calma y recogimiento. Antes de acometer el disco, el pianista Tony Crow introdujo un fragmento de la banda sonora de El cazador.

La renovada banda (sabido es que Lambchop puede albergar de cuatro a diecisiete músicos, con gentes que vienen y van aunque algunos hayan tenido importante peso durante años, como Deana Varagona o el guitarrista William Tyler, que no estaba en esta gira) incluía a Cortney Tidwell, la cantante con la que Kurt Wagner hizo el excelente disco de country Invariable Heartache, firmando como Kort. Cortney hizo primero su propio set de sólo 25 minutos junto a dos de los músicos de Lambchop, en una línea muy distinta a la del álbum de Kort, mucho más etérea e intrincada (alguna melodía podía recordar a Bjork o This Mortal Coil), que terminó con una inesperada versión muy delicada y sentida de Heaven de Talking Heads.

El escenario de Lamchop tenía una disposición curiosísima, en forma de medio círculo, como ocupando justo los espacios que suelen quedar normalmente desechados, y dejando vacía toda la parte central de la escena. De esta manera, el batería estaba completamente a la izquieda y al borde del escenario, Cortney al fondo del todo y en el centro, el pianista Tony Crow (que lleva más de una década fiel a Kurt) ladeado a la derecha, y Kurt Wagner completamente en la esquina y junto al público, con su cabeza baja y el rostro semioculto bajo la gorra, como es habitual en él.

Wagner cantó maravillosmente, los celestiales coros de Cortney eran más ambientales que propios del dúo-de-country y las extraordinarias canciones de Mr. M fueron revelando toda su grandeza con momentos sublimes, puro éxtasis de belleza y calma, especialmente en 2B2, y el muy conmovedor pasaje formado Mr. Met, Nice Without Mercy y Buttons, pero también en una composición más country, como The Good Life (Is Wasted). Terminada la presentación del nuevo álbum, Kurt se dirigió por fin al público y comenzó una de sus habituales charlas, entre la camaradería y el absurdo, con Tony, quien no evitó contar uno de sus chistes malos. Kurt explicó que los sábados suelen tocar The Saturday Option, y esa fue la opción, claro. Una pena porque en otros conciertos están ofrecienco Theone, una favorita que uno lleva persiguiendo en cada concierto de Lambchop sin haber conseguido escucharla en directo de momento. En cambio luego tuvieron el buen gusto de escoger My Blue Wave, otro de los ejemplos que demuestran las profundidades emocionales y la absoluta melancolía a las que te pueden llevar Lambchop. Y una elección apropiada, porque ese tema pertenece a Is a Woman, un disco muy emparentado en su uniforme intimismo, y en su calidad, con Mr. M; y este concierto en Bilbao fue equiparable en concepto y calma con el que ofrecieron en el Principal de San Sebastián en 2002, también sublime, precisamente cuando presentaron Is A Woman. Y para terminar, otro clásico imperecedero del repertorio del grupo de Nashville: The Man Who Loved Beer, ligeramente cambiada.

El bis fue el único momento para un poco de desmelene festivo y una relativa decepción. Porque desconsuela un poco que un grupo con un repertorio tan amplio y excelso como Lambchop, y que además ha centrado el concierto en su último disco, dedique dos de las tres canciones del bis a hacer versiones de otros, y no especialmente distinguidas: I Gues I’m Dumb, compuesta por Brian Wilson y difundida por Glenn Campbell, y I Threw It All Away, de Bob Dylan. Así que, a pesar de que hubo una catarata de peticiones entre el público, de Give Me a Is a Woman, solo Up With People fue rescatada, con un curioso ritmillo de twist, que en el potente crescendo final arrancó palmas, aullidos y jaleos entre el respetable.

Resulta curioso que en las dos últimas semanas, tres conciertos de músicos con una ya larga carrera, los de Damien Jurado, Tindersticks y Lambchop han consistido en el repaso prácticamente íntegro a su nuevo disco, con un rácano añadido de ‘hits’. Es muy loable, y reveladora de la actual pertinencia de los músicos, esa apuesta por la nueva obra, sobre todo si es tan buena como las de Jurado y Lambchop (no puedo opinar en el caso de Tindesticks). Pero el formato te deja un poco con las ganas de una segunda parte igual de importante, para celebrar también las bondades del cancionero previo, aunque sea con un repertorio raro como el que hizo John Cale. Que esos conciertos de concept album duren dos horas al menos, hombre.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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