Neil Young no para, y sigue haciendo honor a su apellido, en espíritu al menos. Y cada vez más con esa libertad que da la edad, ese hago-lo-que-me-da-la-gana. Como todo tiene sus ventajas y sus rebajas, el Neil Young de los últimos años tiene tanto de desprejuiciado como de desaliñado, y no nos referimos a sus pelos díscolos. Acaba de publicar Americana, un disco que parece tener detrás casi una investigación histórica, pero se resuelve como un ensayo con los viejos colegas, los admirables Crazy Horse con los que llevaba ocho años sin grabar.
Toma Neil Young canciones del acervo popular americano, las transforma, y las hace suyas. Desde el tan popular Oh! Susanna considerablemente transformado y con un estribillo de asombroso parecido al Venus de Shocking blue, al seminal This Land Is Your Land de Woody Guthrie. A pesar de ese origen tradicional y variopinto, el disco suena a Neil Young por los cuatro costados, ese Neil Young eléctrico y algo desmadejado. Y es que, aunque no se grabó de un tirón ni nada parecido, Americana evoca el ambiente de un ensayo, una improvisación, una reunión de viejos amigos que no necesitan más que mirarse un instante y proclamar el “one, two, three, four” para hacer vibrar las paredes.
El hecho de que se escuchen conversaciones en el estudio entre canción y canción contribuye a transmitir esa espontaneidad que, sin embargo, no va muy a favor del disco: entre que se trata de composiciones recicladas, y esa falta de un trabajo serio en arreglos y estructuras (aunque todas las canciones llevan unos espléndidos coros que dan buen lustre), Americana suena un poco a ‘deja vu’ (y no nos referimos al primer discos de Crosby, Stills, Nash & Young), a entretenimiento sin trascendencia. Ese sonido eléctrico y pasional siempre nos complace a los devotos de Neil Young, pero Americana tiene poco que aportar. Coronarlo con una versión del God Save the Queen (el himno oficial, no el exabrupto sexpistol) que no es ni sentido homenaje ni parodia ni reinvención musical, no contribuye a la satisfacción. Un disco deslavazado, mucho menos consistente que su ambicioso y evocador título.