Nunca habíamos visto esas caras de asombro en un festival de música, ni que la gente, nada más traspasar la puerta, sacara móviles y cámaras para hacer fotos a izquierda y derecha sin parar. Jóvenes indies convertidos en japoneses en el país de la fantasía. El Kutxa Kultur Festival celebrado el viernes y ayer en el parque de atracciones de Igeldo de San Sebastián debe ser el primero en el que se dispararon más fotos al entorno que a los músicos. Y es que no era para menos. La situación resultaba tan idílica que a uno le daba hasta vergüencilla sentirse tan felizmente turista en su propia ciudad.
La idea de montar un festival en Igeldo ha resultado tan buena que todos nos preguntábamos cómo no se le ha ocurrido a nadie antes. Desde ya, el Kutxa Kultur se convierte en el festival más original, coqueto y placentero del panorama. Nunca habíamos visto en un festival de rock con semejante entorno urbano, natural y fantástico al mismo tiempo. Si el Jazzaldia suele dejar con la boca abierta a músicos y visitantes en la perfecta geometría natural de la Zurriola, el viernes y ayer Igeldo era una combinación realmente insólita: en una sola mirada abarcabas la vista asombrosa de la ciudad, los dos escenarios para los conciertos, una puesta de sol de ensueño, mientras se te cruzaba en la mirada el tren de la maravillosa montaña suiza con su traqueteo, sobre las barcas en su lago minúsculo. Había tanta gente viendo los conciertos como montando en las atracciones, charlando en las terrazas, o mirando al monte. Regocijo general.
No vamos a comentar los conciertos en sí porque, por una parte, no pude ir el viernes, sólo el sábado. Y, por otra, los cabeza de cartel no eran grupos que me atrajeran en principio. Y esto es lo mejor: el Kutxa Kultur se convierte desde ya en el primer festival al que quieres ir aunque no te interesen los grupos que tocan. Ayer había poperos que decían “Yo vengo el año que viene aunque traigan heavy metal”. La personalidad del festival ya se ha impuesto a los nombres que suelen ser el cebo en el resto de eventos.
El cartel era muy coherente y atractivo, simplemente coincidió que este año ninguno de los grupos estaban entre mis favoritos, dejando aparte a los grupos locales. Quería haber visto a Maximo Park, el único que he seguido con anterioridad, y a Naica, porque me gustaron en la canción que tocaron para la prensa el día de la presentación del festival. Pero el viernes no pude ir, así que nada. Tenía curiosidad con The Horrors, y me pareció lo mismo que en los discos: tienen mucha herencia de los 80, sobre todo en la voz del cantante, de grupos como The Chameleons que me gustan mucho, y otros como The Psychedelic Furs, que me gustan menos. Pero a The Horrors me parece que les faltan canciones, ninguna me llama la atención. Sin embargo sonaron como una máquina, tuvieron actitud a raudales y engancharon instantáneamente a la audiencia que llenaba el lugar con total entusiasmo. Lo mismo podría decir de Love of Lesbian, aunque en este caso sí hay una canción que me engancha, la más típica además: Club de fans de John Boy. Los Campesinos me caen bien, y aunque su efervescencia un poco chillona puede resultar agotadora, ofrecen un rato muy divertido y energético para una tarde de final de verano.
Pero es que además el Kutxa Kultur Festival ha conseguido hacer evidente y constatable esa idea que parecía una artificiosa ocurrencia de marketing de entidad bancaria: el festival social. Pues sí, el lugar facilita tanto el encontrarte con gente y los lugares placenteros para estar tomando una cerveza y charlando con los amigos que hace que te pierdas parte de los conciertos. Aunque había gente para todo, llenando continuamente los dos escenarios y el resto de rincones: además del público ‘indie’ habitual, poblaban el lugar familias con niños (en las horas diurnas), turistas de toda edad, rockeros defendiendo su bandera en un programa eminentemente popero y cuadrillas que, por diez euros por cabeza, habían cambiado el plan del bar de sábado por otro más excitante.
Esperemos que el año que viene se vuelva a hacer ahí y así. Este año se ha llenado, el precio era muy barato, y el cartel atractivo. Visto lo visto, el único problema es que el Kutxa Kultur puede morir instantáneamente de éxito: si en el primer año prácticamente se han agotado las entradas, unas 4.500 por día, qué pasara ahora que se ha corrido la voz de que aquello es una gozada. Es probable que para el año que viene suba el irriosorio precio de los tickets, o quizás haya que apresurarse en la venta anticipada. Bueno, esperemos que Ginmusic y compañía encuentren la manera de mantener este equilibrio, como han encontrado este tesoro en Igeldo. Porque es indudable que ese lugar, ese tamaño del recinto y esa medida del cartel, son un acierto total.