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Ricardo Aldarondo

Mon Oncle

La bella gravedad de David Sylvian

En los últimos años está un poco vago: ha publicado muchos más recopilatorios y reelaboraciones que discos nuevos. No han pasado aún muchos años desde la publicación de Everything and Nothing (2002), Camphor (2002) y Sleepwalkers (2010), tres recopilatorios sucesivos con distintas perspectivas, cuando David Sylvian vuelve a hacer recuento de su obra en solitario (pero en permanente colaboración con otros) en A Victim of Stars 1982-2012. La excusa son las tres décadas justas desde que terminó con su grupo Japan (con el que a lo largo de cinco discos ya dio un salto de gigante). Pero sea porque sus fans necesitamos más y apreciamos cualquiera de sus exquisitos productos como obra nueva (su trayectoria no es muy fértil en cantidad, pero sí enorme en calidad), o porque realmente el único tema inédito del disco vale más que la mayoría de long-plays del año, queremos celebrar y disfrutar la publicación de A Victim of Stars 1982-2012.

La edición es, como siempre, primorosa. Digipack regordete en acariciable cartón, con fotos poco o nada vistas de distintas épocas, y dos CDs que comienzan con Ghosts, esa pieza de eterna belleza aún perteneciente a Japan, pero que Sylvian siempre ha considerado su nacimiento como artista individual. En las 31 canciones emerge al mismo tiempo la gran diversidad y la total coherencia de la obra de Sylvian. Sus composiciones, en diferente secuenciación, parecen decir cosas nuevas. Y así, aunque hayamos oido tantísimas veces Forbidden Colours (su colaboración con Sakamoto para la película Feliz Navidad Mr. Lawrence), Red Guitars o The Ink in the Well (dos de las canciones de su Lp inicial y una de sus obra maestras, Brilliant Trees, de 1984) todo fluye con absoluta naturalidad y frescura. Belleza, en mil sentidos, es la palabra que evoca continuamente la música de Sylvian, aunque a veces se ponga díscolo e inaprensible, como en sus dos últimos discos ‘novedosos’, Blemish (2003) y Manafon (2009), y sus correspondientes variacioens, The Good Son vs. The Only Daughter (2003) y Died in the Whool (2011).

Como las de Robert Wyatt, Peter Hammill o Elvis Costello, la voz de David Sylvian es única. Todo lo que canten es bienvenido. Pero cuando además sus composiciones se mueven en terrenos comunes y únicos simultáneamente (hay ecos de pop, jazz, rock, ambient, étnica y vanguardia, pero no pertenece a ninguno de esos estilos). En su permanente trabajo de búsqueda ha colaborado con músicos que admiramos por otros caminos, y la fusión siempre ha sido enormemente enriquecedora: Sakamoto, Robert Fripp, ex integrantes de Can como Jaki Liebezeit y Holger Czukay, Marc Ribot, Jon Hassell, Kenny Wheeler, Derek Bailey, sus antiguos compañeros de Japan bajo los nuevos nombres de Rain Tree Crow y Nine Horses… con todos ha encontrado siempre una creatividad conjunta, una suma de genios. Y ahí quedan, una tras otra, maravillas como Let the Happiness, Orpheus, Heartbeat, Jean the Birdman (de su muy reivindicable disco con Robert Fripp, The First Day), I Surrender (fabulosa apertura de otra obra maestra, Dead Bees on a Cake), Wonderful World o The Banality of Evil (del espléndido disco único de Nine Horses), no por conocidas menos reveladoras y admirables.

Pero la joya para fans de este recopilatorio, muy adecuado y completo como introducción para neófitos, es la canción inédita al final del disco, Where’s Your Gravity. Para los que consideramos excesivamente duro e impenetrable el camino de melodías imposibles de Blemish y Manafon, esta pieza sin fecha de grabación pero al parecer reciente (Jan Bang, uno de los colaboradores de su última época, está ahí) es de lo más reconfortante. Es el Sylvian más melódico y melancólico de siempre. Y en plena inspiración.

Añorando aún ese concierto que iba a dar en el Victoria Eugenia en 2007 pero se canceló junto a otros de la gira por enfermedad/agotamiento del delicado y esquivo artista, lamentando la cancelación de otra gira que iba a emprender hace unos meses, esperando que vuelva a los escenarios aunque dijo hace un lustro que no iba a cantar más en directo sus canciones de siempre, nos conformamos con darle una y otra vez al play de Where’s the Gravity.

 

Un espacio en 3D: cine, música, libros y más

Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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