En qué día empezamos a asociar la idea de ‘música contemporánea’ con la de ‘tostón extravagante e indescifrable’ es algo que supongo que está por estudiar. Pero lo cierto es que esa etiqueta que debiera ser cristalina para describir la música clásica pero de hoy, evoca en los no iniciados y no conversos imágenes pesadillescas.
Afortunadamente hay gentes más o menos jóvenes que han combinado las fuentes del Conservatorio y las del rock & roll, o que han coleccionado bandas sonoras a la vez que entendían y compartían las enseñanzas de Stockhausen y John Cage o ahogaban sus lágrimas adolescentes en canciones de The Smiths.
Joserra Senperena es uno de los empeñados en hacer lo que formalmente algunos encuadrarían en música culta, ese raro concepto, pero con un bagaje de lo más diverso y hasta contradictorio. Lo curioso es que alguien capaz de hacer largas giras como teclista de Fito y los Fitipaldis, de escribir los arreglos que contribuyeron a emocionaron a corazones juveniles en las canciones de La Buena Vida, de extraer todo el potencial dramático y poético armando las canciones de Rafael Berrio que nacieron fuertes pero desnudas, de crear encuentros musicales-literarios con Harkaitz Cano o Patxi Zubizarreta, todo más o menos al mismo tiempo, pueda al mismo tiempo discernir un espacio distinto a todos ellos para hacer su propia música, en un terreno común y a la vez muy distinto a esas colaboraciones. Y que no se agoten sus ideas, coherentes con sus discos anteriores, entre ellos los espléndidos Blues pasadizioak (2002) y Mandarin dotore (2003), y al mismo tiempo abriendo con una etapa nueva con cada uno de ellos.
10 trio piano, biolin eta akordeoirako (editado por Gaztelupeko Hotsak) es el nuevo disco del pianista (y todo lo demás) donostiarra. Ese título de obra clásica y unitaria, que lo es, esconde al mismo tiempo diez piezas de duración pop: más de tres minutos y menos de cinco. Es música contemporánea, pero no árida ni incomprensible. Atrapa enseguida con sus melodías melancólicas y al mismo tiempo se atreve con terrenos más abruptos e inesperados, pero sin divagar; igual que el pop admite experimentación y rupturas sin olvidar nunca que estamos en el territorio de los sentimientos directos y la seducción en la primera cita.
En principio la idea que tuvo Joserra Senperena me hubiera puesto en guardia. Coger el formato de trío clásico, y sustituir el cello por un acordeón, instrumento que me provoca más prevenciones que afectos, era como para temer lo peor. Y sin embargo, el acordeón aparece en su acepción más bella, incluso cuando se pone más insolente. Los tres instrumentos se llevan de maravilla, aunque predomine y mande el piano, y sus sonoridades casan con toda naturalidad.
Citaré tres nombres, a pesar de que las comparaciones son peligrosas y más en casos como este. Pero si en algún breve pasaje esta nueva música de Senperena me ha recordado a Ryuchi Sakamoto, Yann Tiersen o Arvo Pärt, no es tanto por una melodía o una sonoridad en un momento fugaz, sino porque son compositores que también han logrado romper barreras y situarse al mismo tiempo en los márgenes de la música clásica, la banda sonora y el pop. Y recoger oyentes que se mueven en uno solo o en todos esos terrenos a la vez. Y otro nombre, Nino Rota, también me recuerda esa capacidad de hacer que la banda sonora que evoca imágenes cinematográficas, existentes o no, sea para muchos la música clásica de nuestros días. Quizás es una asociación de ideas provocada por esas notas saltarinas de Sol diese minorreko 4. trioa que me ha hecho recordar la magistral música de Rota para el Casanova de Fellini.
El caso es que estas diez piezas te atrapan con su inmediatez y al mismo tiempo te prometen misterios a ir desentrañando en sucesivas escuchas. Como invitación a ello, he aquí las dos piezas, unidas, que el trío de Senperena, con Xabier Gil (violín) y Naiara de la Puente (acordeón), tocó ayer en la presentación del disco a la prensa, en la sala Club del Victoria Eugenia de San Sebastián.