En uno de los muchos momentos llamativos de Django desencadenado, Quentin Tarantino mete una canción de Jim Croce, titulada I Got a Name. Con su bien conocido eclecticismo en los gustos y perspicacia para insertar canciones clásicas, pero no tópicas, en las imágenes, Tarantino crea un valioso momento de transición que, otro atractivo, lleva a los protagonistas y sus caballos por territorio nevado, algo siempre especialmente bello en un western. En este caso, además, evocador de Centauros del desierto de John Ford (también esta forma parte de una larga travesía de dos hombres en pos de una mujer cautiva), en una de tantas referencias al cine de otros que como siempre incluye Tarantino.
Pero es la elección de Jim Croce lo que me ha gustado especialmente, porque esa maravillosa canción titulada I Got A Name quedaría bien prácticamente en cualquier secuencia, pero encaja perfectamente en ese camino hacia el invierno, y por lo que tiene de reivindicación de un gran talento prematuramente perdido (murió a los 30 años en un accidente aéreo, en 1973).
No se puede decir que Jim Croce haya sido olvidado, aunque nunca ha sido un nombre de amplia popularidad. Las canciones más sobresalientes de sus tres únicos elepés (aparte de lo que grabó previamente junto a su mujer Ingrid) tuvieron éxito en las radios americanas de los primeros años 70 y en estas décadas se han editado periódicamente recopilatorios, también los discos originales, absolutamente recomendables. Pero murió cuando empezaba a acariciar de verdad el éxito.
También han sido utilizadas sus canciones en anuncios y películas. De hecho, la primera vez que escuché a Jim Croce fue en un telefilme, siendo adolescente, a mediados de los año 70. Me quedé viendo en la tele una conmovedora tvmovie, con un argumento parecido al de Love Story, pero muy convincentemente realizado. En un momento especialmente emotivo, sonó una canción preciosa. Conseguí averiguar que el telefilme se titulaba ¡Vive! (She Lives) (1973), dirigido por Stuart Hagmann. Hay que recordar que en esos años, el Teleprograma o similiares eran la única fuente de información de las películas y series de la tele. Y ahí no ponía de quién era la canción, claro. Me costó meses averiguar el título y el intérprete, y todo gracias a un lector que lo preguntaba en la sección de cartas de una revista, y le contestaron con la solución. Se ve que el telefilme y la canción habían dejado huella en más de uno… Aquí está aquel Time in a Bottle, que al cabo de varios años pude volver a escuchar, al conseguir un elepé recopilatorio, una de esas ediciones baratas y feas de K-Tel, pero que cumplió muy bien su función: confirmar lo emocionante que era Jim Croce en cada una de sus canciones.
Pero no puedo dejar de citar también mi otra canción favorita de Jim Croce que como I Got a Name, combina la melancolía de la interpretación, los excelentes arreglos, y una melodía tan emocionante como la letra, que narra la desesperación de un hombre que pide a la operadora que le busque el número de la mujer cuyo amor añora. Se titula Operator (That’s Not The Way It Feels).
Así eran las canciones de Jim Croce, uno de los grandes cantautores americanos de los 70, elegancia y autenticidad a raudales. O como lo definió mi amigo José Manuel Caturla, “un tipo que transpiraba bondad y sentido del humor, un hombre con aspecto de bruto, pero con una mirada serena e inteligente”. Es triste pensar en las grandes obras que no pudo llegar a componer, pero hay un puñado de canciones extraordinarias que podemos disfrutar: It Doesn’t Have To Be That Way, These Dreams, A Long Time Ago, New York Is Not My Name, entre otras muchas. Otra de las mejores es Photographs and Memories, la perfección en dos minutos y siete segundos.