Tras unos primeros días realmente flojos, en los que las puntuaciones de los críticos en la revista británica Screen apenas alcanzaban el aprobado y frecuentaban el suspenso, llegaron unas cuantas buenas películas, incluso excelentes, a la Berlinale. Escojo estas como las mejores vistas allí, aunque hay que tener en cuenta que ni estuve todos los días ni pude ver todas las que me interesaban o tenían buena pinta en diferentes secciones, por coincidencia de horarios u otras razones. Ahí habría que apuntar La maison de la radio de Nicolas Philibert, Don Jon’s Addiction de Joseph Gordon-Levitt, La plaga de Neus Ballús, Interior. Leather Bar de Travis Mathews y James Franco o Prince Avalanche de David Gordon Greene.
Gloria, de Sebastián Lelio. La película chilena que salió de Cine En Construcción del Festival de San Sebastián ha sido de lo mejor de la competición de la Berlinale y sería raro que no estuviera en el palmarés, bien como mejor película, bien con un premio a la actriz Paulina García, extraordinaria en un delicado retrato de mujer madura, aún a la búsqueda de un amor, de un disfrute de la vida en plenitud. Una actriz que se expone mucho, no sólo en la desnudez de su cuerpo, sino en la construcción de un carácter entre la inocencia, la sensualidad, la entrega, la autosuficiencia y hasta la venganza. Sencilla y riquísima en matices al mismo tiempo, Gloria transita la amargura y la felicidad, en pequeñas ráfagas que dejan al espectador pegado a esa mujer, aplaudiendo su decidida actitud de seguir bailando hasta el amanecer, a pesar de todo.
The Look of Love, de Michael Winterbottom. Quizás sea más fácil para los que siempre encontramos interesante y logrado todo lo que hace Winterbottom en su cambiante cine, pero creo que esta biografía de un pionero de los espectáculos eróticos y las revistas de sexo británicas es otro gran acierto de quien hizo 24 Hour Party People, la película que más se puede parecer a esta. Una estética increíblemente lograda de los años 60 y 70 en Gran Bretaña, un montaje ágil y engrasado que no decae en ningún momento y relata los hechos despojados de envolturas, una banda sonora cargada de canciones tan adecuadas como sorprendentes, y un personaje que parece hecho a la medida de Steve Coogan (de hecho fue idea del actor que Winterbottom acometiera esta biografía), con toda su ironía british y su capacidad para encarnar el triunfo aunque todo se derrumbe a su alrededor. Glamurosa y trash al mismo tiempo, The Look of Love es tan pegadiza y al mismo tiempo tan intrincada como una canción de Burt Bacharach.
La religieuse, de Guillaume Nicloux. Nueva lectura del texto de Diderot que ya adaptó Jacques Rivette en 1966. Aunque no supere esa versión con Anna Karina, Nicloux ha logrado una película más coherente e interesante de lo previsible, con otra excelente actriz, Pauline Etienne, como la joven obligada por su familia a meterse monja y sus intentos de dejar una vida por la que no siente ninguna inclinación. Con música del gran Max Richter, aunque con la discreción que exige el tema, la película resulta interesante en todo momento, y adquiere un tono inesperado, casi cómico (aunque no desatinado) con la aparición de Isabelle Huppert como madre superiora y transgresora en la tercera parte del calvario por el que pasa la inconformista Suzanne.
Before Midnight, de Richard Linklater. Íbamos con temor: era difícil mantener el interés y el sentido, que no resultara forzado un tercer encuentro de aquellos dos personajes que se encontraban en su tierna juventud y pasaban una noche charlando y paseando antes de poder coger un tren que los separaría en Antes de amanecer. Pero el tercer capítulo de la saga es sagaz, ingenioso, divertido, amargo, imaginativo y, sobre todo, tiene a dos actores extraordinarios, Julie Delpy y Ethan Hawke, eufóricos en su hazaña: es muy difícil alcanzar ese grado de naturalidad y agilidad en sus actuaciones, y al mismo tiempo que sean tan ricos y sustanciosos sus diálogos y cambiantes situaciones. Estructurada alrededor de cinco grandes escenas, además de un prólogo sin Julie Delpy, Before Midnight ya se muestra contundente y retadora con esa escena en el coche, un plano secuencia fijo con los dos actores hablando durante más de 15 minutos, e interactuando con el asiento de atrás donde están las niñas dormidas, con una naturalidad y precisión pasmosas. Esta vez intervienen más personajes en algunas de las secuencias, pero el retrato de la pareja, con todo su amor y todos sus reproches, vuelve a ser apasionante. Ojalá Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke sigan con esto muchos, muchos años.
Tokyo Family, de Yoji Yamada. El veterano y prolífico director japonés rinde homenaje a su maestro Yasujiro Ozu con una nueva versión de Cuentos de Tokio (1953). Lo que puede parecer un exceso de atrevimiento, rehacer esa obra maestra, adquiere sentido con modestia y sencillez, las habituales en Yamada, que en su última etapa ya ha dejado sentir más que nunca la influencia de Ozu, en películas tan hermosas como Kabei (véase la corresponiente entrada en Mon Oncle). Yamada lleva a la época contemporánea la historia original, la estancia de un matrimonio mayor en Tokio, donde viven sus hijos, en dos horas y media de relato natural, sin énfasis ni alharacas, pero cargado de honestidad y de personajes cautivadores. Plácido y emotivo retrato familiar en ese encadenado generacional que suponen Yasujiro Ozu, Yoji Yamada e Hirokazu Koreeda.
An Episode in the Life of an Iron Picker, de Danis Tanovic. Hora y cuarto y una cámara observadora y seguidora bastan al diretor de No Man’s Land para hacer un retrato tan seco como conmovedor del drama de la familia de un chatarrero, cuya mujer no es atendida en el hospital de una hemorragia causada por un aborto natural, por no tener dinero para pagar la intervención. En este momento causa especial congoja la historia, al pensar que algo así, que nos parece tan lejano en la helada Bosnia, pueda ocurrir en España, tal como se están poniendo las cosas. La autenticidad de la propuesta se palpa aunque no se sepa que es una recreación de una historia real que sufrieron los propios protagonistas del filme, actores no profesionales, por supuesto. Otra de las máximas candidatas al Oso de Oro.
Side Effects, de Steven Soderbergh. Mientras sigue anunciando que va a dejar el cine, Soderbergh entrega otro de esos productos a los que nos tiene acostumbrados en los últimos tiempos, muy bien rodados, visualmente atractivos y sólidos, pero también algo fríos y anodinos. Así podíamos calificar Contagio, Magic Mike o incluso la más fallida Indomable. Y también esta Side Effects que se sigue con gusto a pesar del exceso de palabrería y unos giros de guión algo burdos. Un enredo psiquiátrico que implica a doctores de moral más que dudosa y una industria farmacéutica que juega con los efectos secundarios de las medicinas que administra. Incluye un giro a la media hora casi como el de Psicosis (exagerando, claro) y destaca el magnetismo de Rooney Mara para encarnar a un personaje en un punto incierto de la locura.