Se inauguró con la Berlinale, pero estará abierta en la Deutsch Kinemathek de Berlín hasta el 12 de mayo. Es la primera exposición internacional dedicada a Martin Scorsese y sin ser especialmente exhaustiva o grandiosa, es un recorrido cálido y emocional a través de objetos, cartas, fotos, guiones, posters y demás memorabilia de un director tan importante e influyente que el recorrido acaba siendo solo una punta punta del iceberg que solidifica la relación de su vida y su cine, que en realidad han sido casi siempre la misma cosa.
Tras el recibimiento un poco heavy con el sangriento corto del chico que se va cortando alegremente con la navaja mientras se afeita, su primera obra The Big Shave, el recorrido ofrece un poco de todo: fotos de familia en Elizabeth Street y otros puntos del Little Italy neoyorkino donde creció y luego recreó en sus películas; guiones con mil anotaciones que revelan su obsesivo perfeccionamiento de cada escena; el auténtico sombrero de Johnny Boy en Malas calles; las botas de Travis en Taxi Driver; la licencia de taxista de Robert de Niro; las cartas de Paul Schrader; el pantalón y los guantes de boxeo de Jake LaMotta en Toro salvaje; preciosos dibujos de Gabriella Pescucci para la producción de La edad de la inocencia; fotos con los distintos tatuajes que probaron sobre la piel de Robert de Niro para su Max Cady de El cabo del miedo; el traje de Leonardo DiCaprio en Gangs of New York…
En el montaje destaca una gran maqueta de Nueva York que ocupa toda la parte central de una sala, con lugares señalados donde Scorsese rodó escenas de algunas de sus películas, con flechas que llevan a monitores donde se reproducen las imágenes filmadas en cada calle… Una radiografía del Nueva York de Scorsese.
La segunda parte de la exposición, en otra planta es también fascinante. Está dedicada a la faceta de cinéfilo de Scorsese, tan importante e indisociable de la de creador. En la entrada, un conmovedor storyboard tamaño poster, en el que Martin, siendo un niño, dibujó la que imaginaba como su primera película, un peplum que reunía a todos los actores que solían aparecer en las grandes producciones de romanos de los 50 (porque están dibujados todos los planos de los títulos de crédito), una producción “Marsco” en “Marscolor”. Un detalle: los precisos créditos ya decian “produced and directed by Martin Scorsese”. Lo tenía claro desde pequeño.
También se detalla su ingente labor para rescatar el cine que se estaba degradando y recuperar a autores o películas que estaban quedando olvidados, tarea en la que implicó a un montón de directores a los que envió cartas cuyas entusiastas respuestas están también en la exposición: Steven Spielberg, Akira Kurosawa, Frank Capra, Leni Riefensthal, Michael Powell o Terrence Malick, entre otros.
Además hay carteles de las películas italianas que veía de niño en la televisión en Nueva York (incluso un televisor similar al que tenían en casa, como se comprueba en una foto familiar) y las auténticas zapatillas de bailarina de la película que tanto le impactó y le influyó, Las zapatillas rojas, de Michael Powell y Emeric Pressburger.
Como suele ocurrir con este tipo de exposiciones, además de iluminar los rincones oscuros de la memoria y destacar que su obra es aún más vasta y variopinta de lo que se suele considerar, te deja con ganas de más aún, y de volver a todas sus películas, una y otra vez. A ver si luego la exposición recorre otras ciudades…