La ropa y la comida son artículos de primera necesidad, pero nunca creímos que tanto como para acabar con todo lo demás. Pero sí, en estas ciudades monotemáticas que nos están montando nadie parece necesitar otra cosa, y así una cadena de yogures, seguro que imprescidibles, ha acabado con otro de los lugares que un día dieron identidad al neoyorkino Greenwich Village del folk de Bob Dylan y Fred Neil, del jazz y el rock, del punk del más o menos cercano CBGB.
Son tantos los cines y tiendas de discos que van cerrando últimamente que no da tiempo a consignarlos todos, ni algunos, en este apocalipsis fashion. Pero traemos aquí el cierre de la tienda de Bob, o la Bleecker Bob’s Golden Oldies Record Shop, que el pasado viernes fue definitivamente sustituida por esa cadena de yogures, por la curiosidad de que en su página web han colgado un documental de media hora sobre la tienda. Y también por el contraste de haber visto en la nueva película de los hermanos Coen, Inside Llewyn Davis, el nacimiento de lo que sería Greenwich Village en los años 60, con su increíble ebullición de vida y creatividad, y comprobar en qué se está convirtiendo, exactamente igual que tantos barrios de tantas ciudades grandes y pequeñas, clónicos todos ellos.
Bleecker es la calle emblemática de Greenwich Village, y en ella aún sobreviven (o sobrevivían el año pasado, a saber) dos tiendas de discos espléndidas: Rebel, Rebel, uno de esos locales pequeñosy oscuros abarrotadas de vinilos y CDs con un dueño cincuentón encantado de comentar pero sin molestar y que se interesa por el lugar del que provienes; y Bleecker Record Store, con dos pisos llenos de joyas (mirar sus paredes llenas de incunables es visitar uno de los mejores museos posibles) y un sótano en el que antes se encontraban maravillas a dos y tres dólares, aunque últimamente han subido los precios considerablemente.
La ahora yogurizada tienda de Bob llevaba más de cuatro décadas abierta, incluso superando los problemas del propio Bob para seguir llevándola (sufrió un derrame cerebral). Por allí pasaron desde Frank Zappa a Robert Plant. Por cierto, que Bob debía ser bastante borde, según cuentan, con empleados y hasta con clientes. Pero bueno, lo que hizo tiene su pedazo de historia, recogida en este documental.
Lo peor es que los de los yogures han ofrecido a la gente de Bob mantener en un rinconcito, entre los colorantes de fresa, mango y kiwi, un pequeño mostrador con discos.