-“Un millón de personas se suman a La Fiesta Del Cine que permite ver estrenos por 2,95 euros durante tres días”, era el titular.
-“¿Ves? La gente está sedienta de cine. Si las entradas fueran baratas las salas estarían petadas y se acabaría su crisis”.
Este simple ejercicio de causa-efecto sobrevoló las redes sociales y las cadenetas de espectadores frente a las taquillas de los cines en la primera jornada de esta iniciativa para fomentar durante tres días la asistencia a las salas con el inequívoco gancho del precio de las entradas reducido a menos de la mitad. Es lógica la ilusión: frente a tantas imágenes y titulares de cierres de cines o sesiones con espectadores solitarios como si se hubieran equivocado de lugar, ver gente, colas, fervor y paso por taquilla de amplios públicos es alegría pura. Ocurre también en los festivales, y cada vez más, a pesar de la crisis. Se desatan las esperanzas, algunos creen ver la luz.
Pero aplicar este éxito (que va en crecimiento exponencial año a año) para deducir que si las entradas fueran baratas (ojo, no un poquito rebajadas, realmente baratas) los cines estarían a rebosar, es deducir demasiado. Es de suponer que en estos tres días acudirán muchos espectadores que, si no fuera por la oferta, simplemente no hubieran ido a ver la película; también otros que la hubieran visto de todos modos a precio normal, pero aprovechan para ahorrarse merecidamente unos euros, al fin y al cabo esta fiesta también es un premio y reconocimiento a esa fidelidad, y bienvenido sea el descuento para quien se gasta su dinerito en uno, dos o hasta tres estrenos semanales. Otros espectadores, quizás en vez de ir a una película en todo el mes, se vean tres o cuatro empujados por la oferta y el entusiasmo colectivo. Todo actitudes muy positivas y loables, claro.
Mas no olvidemos que si cierran cines no es sólo porque vaya cada vez menos gente, sino porque a la sala no le salen las cuentas a final de mes; que las dos cosas están en relación directa, claro, pero no son exactamente lo mismo. Dicho de otro modo y desde la ignorancia en teorías económicas: si el gancho de un precio tan barato como el de La Fiesta Del Cine se aplicara durante todo el año y todas las sesiones, tendría que ir entre 2,5 y 3 veces más al cine para… seguir en la misma paupérrima situación actual. O sea, debería aumentar un 400% o así la asistencia anual para empezar a experimentar una mejora en la cuenta de resultados. Lógicamente, una cosa es dedicar tres días a disfrutar del gozoso ambiente y la oferta, y otra que ese entusiasmo y fervor y fidelidad se fuera a mantener todo el año.
En el eterno y más bien irresoluble dilema de si el cine es caro o no, y si esa es la causa de su crisis, caben soluciones intermedias, como poner esta baratura de precio a las sesiones más desangeladas, las de lunes o martes noche, por ejemplo. Serían alicientes para subir el número de espectadores, como lo son ya desde hace muchísimos años el día del espectador o las múltiples ofertas actuales de bonos o descuentos que aplican determinados cines. Pero parece que el equilibrio sigue siendo precario: recordemos que no solo hay que subir el número de espectadores, sino el de ingresos finales. Algunos cines no aplicaron la subida del IVA a sus entradas, pero eso no aumentó en un 13% el número de sus espectadores. Por ejemplo.
En fin, a ver.