Ahora que la etiqueta del pop, a menudo denostada como indicativo de lo efímero, frívolo y facilón, se está pervirtiendo más que nunca, reivindiquemos a grupos como XTC. Mientras a las nuevas generaciones les brindan la bandeja del pop en el sector de la comida rápida y grasienta, e iTunes te propone en ese apartado a Justin Bieber, Beyoncé, Britney Spears y One Direction y otras borracheras de autotune, recordemos que hubo un tiempo, hasta hace nada, en que el pop también era sinónimo de orfebrería aplicada a la canción de tres minutos. Odas a la inmediatez, el gancho instantáneo y la melodía tarareable, pero practicada por auténticos eruditos en la materia. O sea, gente que sabía cómo construir una melodía, ensalzarla con arreglos inesperados y dotarla de contenido de alta gama con letras brillantes, ingeniosas, evocadoras, enigmáticas, incluso literarias.
No vamos a hacer repaso de la brillante carrera de XTC desde finales de los 70, de su equivalencia con The Beatles en cuanto a su retirada de los escenarios a los pocos años debido al creciente pánico escénico de Andy Partridge para dedicarse a la minuciosa elaboración en estudio de obras maestras como Mummer (1983) o Skylarking (1986), o de la semidesaparición del grupo en los últimos años, desde que publicaron las dos partes de Apple Venus (1999 y 2000), entre otras cosas porque hace muchísimo tiempo que el grupo que sintetizó el éxtasis en tres letras mucho antes de que existieran las famosas pastillitas no era un grupo como tal, sino el proyecto de Andy Partridge ya solo secundado por Colin Moulding.
Pero aprovechemos que se reedita Nonsuch (1992) para recordar aunque sea un par de canciones de otro de sus grandes discos, impecable de principio a fin. Esta reedición viene avalada por una de esas zarandajas: la remezcla en 5.1 (¿a quién le interesa eso?) a cargo de un Steve Wilson que se está poniendo morado de retocar, generalmente para mal, discos que sonaban muy bien como salieron en su momento, con el consentimiento de sus autores, eso sí.
Mejor tomemos de la estantería el CD original (o la cotizada edición en vinilo: el disco es de la época en que se suponía que el vinilo estaba caduco y ya no se editaba en ese formato o solo en tiradas escasas) y disfrutemos con su inagotable variedad, su inspiración permanente, su capacidad para mirar de frente, quizás como ningún otro grupo, a la inventiva abierta de miras de The Beatles o de Brian Wilson. De My Bird Performs a The Smartest Monkeys de Then She Appeared a War Dance se despliega toda esa grandeza del pop.
Aunque sea en Youtube, disfrutemos de nuevo de la perfección y el vitalismo de The Ballad of Peter Pumkinhead y The Dissapointed, dos inmarchitables singles que de paso nos sirven para recordar el tiempo en que en la tele se veían y se escuchaban buenos videoclips y buena música. Porque si te pones The Ballad of Peter Pumpkinhead a buen volumen y no vibras, es que estás en el lado equivocado del pop.