Lo decían desde que estaban grabando su esperadísimo primer Lp publicado en 1989: “Somos la mejor banda del mundo”. Lo dejó escrito el guitarrista John Squire en plan epitafio en una obra gráfica de 2009, como para acallar los rumores de reunión del cuarteto: “No tengo ninguna gana de profanar la tumba del grupo seminal de pop de Manchester”. Y hay que ser arrogante para decir eso cuando en su ciudad les habían precedido New Order, The Smiths y Happy Mondays nada menos que, ellos sí, revolucionaron el pop, y más géneros, desde Manchester, en una década de los 80 que The Stone Roses casi desperdiciaron en su alargadísimo despegue y con sus dificultades para concretar su ‘manos a la obra’. Y se lo dijeron a sí mismos una vez más en 2012 al salir al escenario cuando se decidieron, por fin, a reunirse, después de 20 años de separación, y volver a los escenarios probablemente en busca de unos tan sustanciosos como legítimos beneficios económicos: “Somos la mejor banda del mundo”. Por la repetición hacia el autoconvencimiento.
El documental The Stone Roses: Made of Stone que cerró ayer la jugosa y variopinta edición del festival de documentales Dock of The Bay, en San Sebastián, se deja llevar por ese entusiasmo y esa arrogancia: somos los mejores, los cuatro músicos y sus fans. Vaya por delante que me cuento entre esos fans, y sobre todo lo fui durante el breve fulgor del cuarteto. Pero el documental dirigido por Shane Meadows, cineasta que ha brindado algunos interesantes títulos del cine británico reciente, como Once Upon A Time in the Midlands (2002) y This Is England (2006) me ha decepcionado considerablemente.
En su día vivimos con tanta pasión como esperanza el ascenso de The Stone Roses. Desde la publicación del single Sally Cinnamon (1987), sus siguientes piezas de tres canciones en maxi-single, Elephant Stone (1988), Made of Stone (1989) y She Bangs the Drums (1989) calentaron con su excelencia la llegada de un esperadísimo primer Lp, cuya confección y publicación se había alargado demasiado (hacía más de seis años que el cuarteto se había subido por primera vez a un escenario) pero llegaba con una magnífica campaña no sólo publicitaria: los chicos tenían actitud, imagen y chulería para copar todas las portadas de los entonces muy influyentes medios británicos musicales. Y tenían canciones. Y ese brillantísimo primer Lp fue toda una lección de pop (aunque también contenía alguna tontería: Don’t Stop, repetición de Waterfall al revés) y les granjeó un ascenso instantáneo y una legión de fans.
Luego, embebidos en su propia adoración y baqueteados por problemas con su casa discográfica, los repartos dinerarios y su propia incapacidad para centrarse, tardaron cinco años en completar un segundo Lp, The Second Coming (1994) más irregular, con muy buenas canciones pero más disperso, que acabó por motivar su separación. En medio, editaron el fabuloso maxi Fool’s Gold (1990), con el que parecían sumarse a la ola dance-pop-rock que habían levantado Happy Mondays. Y ya está.
Quedaron un puñado de canciones buenísimas, que hoy se mantienen intactas, frescas como ellas solas: She Bangs the Drums, (Song For My) Sugar Spun Sister, la maravillosa Made of Stone, This is The One, caras B que podían haber sido A como Mersey Paradise, Ten Storey Love Song, Daybreak, Begging You, entre otras y por supuesto la inagotable Fool’s Gold. Tenían talento, pero The Stone Roses nunca llegaron a completar una obra sólida y mucho menos a la altura de los mencionados New Order, The Smiths y Happy Mondays a los el documental ignora como si nunca hubieran existido. Aunque tampoco cita cómo aprovecharon Oasis las enseñanzas de unos The Stone Roses que no supieron rentabilizar sus propios hallazgos.
Que la primera canción de los conciertos de regreso y del documental sea I Wanna Be Adored resulta coherente: en el recorrido sin rumbo que es The Stone Roses: Made of Stone lo que prima es la adoración al grupo, la celebración de lo buenos que fueron, cuánto les quisieron y quieren sus fans, y cómo se puede demostrar a través de gestos esa adoración. Lo primero que hace saltar la alerta es que el propio director aparezca en pantalla en varios momentos para mostrarse como un fan más, emocionado hasta las cachas porque le han encargado dirigir el documental del regreso de su grupo favorito. Pero el problema del film es que no se sabe qué pretende ser exactamente: ¿una historia de The Stone Roses?, ¿una crónica pormenorizada de uno de los regresos más esperados del pop-rock británico?, ¿un reportaje del megaconcierto en Manchester que marcó oficialmente ese regreso, aunque antes se produjeran otras actuaciónes de calentamiento incluida la de Barcelona? The Stone Roses: Made of Stone es un poco de todo eso sin centrarse de verdad en nada. O casi: con toda su épica y su derroche de medios solo es constante al registrar una y otra vez los gestos de los fans.
También tiene obsesión el film por el chistecito, la anécdota graciosa tanto de los músicos como de sus fans: a veces para bien, la entrevista cuando aún no habían publicado el primer Lp, un dechado de chulería por la vía del monosílabo y el desprecio a la entrevistadora, no tiene desperdicio. Y eso que el docuemntal comienza muy bien, con una cita de Hitchcock sobre la sensiblidad y lo desagradables que son las broncas en un trabajo en equipo; y con un apasionante travelling de Ian Brown recorriendo la primera fila del público dando la mano como es preceptivo, hasta que coge el teléfono móvil de uno de los fans que le está grabando y lo dirige a su propio rostro, dándose la vuelta y registrando al mismo tiempo al fan y a la masa de público que le secunda. Esa imagen que tanto cuenta de forma tan sucinta (I Wanna Be Adored de nuevo, expresado en un solo plano), no es sin embargo ejemplo del estilo de un film que se diluye en la típica acumulación de planos cortos y montaje de batiburrillo.
Con un rápido (e incompleto y deficientemente explicado) recorrido por el ascenso a la fama del grupo, The Stone Roses: Made of Stone se centra luego en los ensayos en un lugar secreto (ahí Shane Meadows quiere jugar de nuevo a ser fan con suerte) filmados en blanco y negro; en la sorpresa que dieron con un repentino concierto gratuito anunciado solo unas horas antes y al que se podía acceder portando un disco u otro objeto original del grupo (y aquí la historia se alarga ad infinitum con innecesarios y repetitivos testimonios de las hazañas de cada fan para lograr entrar o su desesperación por no haberlo conseguido); y finalmente en los conciertos de calentamiento por Europa y en el megaconcierto en un parque de Manchester que era el que marcaba, por fin, el regreso oficial (y efímero) del cuarteto. El problema es que, mientras la película muestra detalladamente todo ese épico camino al momento culminante, incluyendo el montaje del escenario a cámara rápida, todo desemboca en una sola canción, la muy alargada, eso sí, Fool’s Gold.
En realidad en The Stone Roses: Made of Stone prácticamente no se habla de música, de las canciones, de los motivos del grupo para componerlas, de sus planteamientos musicales, de la escena que les rodeaba, del porqué de esa adoración. Ni siquiera se visualizan claramente los discos, y en conjunto tampoco suenan muchas de sus canciones. Cuando lo hacen, Made of Stone queda algo flojera en la actuación gratuita. Y el Fool’s Gold final, con un épico solo de guitarra de John Squire y una celebración masiva de su hipnótico ritmo, suena tan limpio, sin sonido de ambiente, que parece grabado en estudio. Y Shane Meadows deja claro una vez más que no le interesa la música en sí, sino los planos desde el helicóptero para apreciar el gentío reunido, las luces del éxito y los brazos en algo y un montaje frenético y agotador de planos cortos que se repiten una y otra vez mientras apenas se centra en el solo de guitarra que está ejecutando John Squire. Y así acaba la cosa, dejándonos con las ganas de disfrutar un poco más de ese concierto tan esperado, y preguntándonos el porqué de tanto preparativo para llegar a esto. Tampoco se habla de los años que Ian Brown ha dedicado a una irregular carrera en solitario o del fundamental trabajo del bajista Mani con unos Primal Scream que, estos sí, revolucionaron la fusión entre el dance y el rock, después de haber tenido unos inicios de pop perfumado con psicodelia con el que también se adelantaron a The Stone Roses.
THE STONE ROSES: MADE OF STONE Official UK Trailer from Picturehouse on Vimeo.