Nada hacia presagiar en la calurosa noche del viernes pasado, y en el aún más caluroso bar, que el actuante iba a salir a escena con un gorro bien recio y ajustado, muy útil en Alaska. Mucho menos imaginaba nadie que permanecería toda la actuación, unos 50 minutos, con él encasquetado, en imposible conjunto con la camisa roja con chorreras y el pantalón vaquero. Pero así es Giorgio Bassmatti, un desafío permanente. Hasta en el vestir. Quienes sólo conozcan sus canciones por algún sistema fonográfico quizás lo imaginen como un romántico a veces meláncolico, a veces optimista. Que lo es. Pero no conocerán su buen humor, su condición de showman iconoclasta, su espíritu de we’re gonna have a real good time together.
El Dabadaba acogía a Bassmatti y Vidaur para presentar por fin su disco Melodías concertantes, que es bien bonito por dentro y por fuera, y más cuanto más se escucha y más se toca. Y era como jugar en casa, así lo declaraba el propio bardo barbado en Twitter horas más tarde de la performance: “Uno de los momentos más divertidos de mi vida. Y mira que hay… Nada como jugar en casa”. Efectivamente, Bassmatti y Vidaur se lo pasarno muy bien. Y los demás, también.
Y empezaron osados, interpretando enterita De todo, de nada, como siempre, prácticamente a capella, con algún inaudible acorde de guitarra. Luego ya entraron las bases pregrabadas, que hay que mantener los magníficos arreglos de Vidaur que engalanan orquestalmente las canciones en el disco, aunque solo puedan ser dos en escena. Pero Bassmatti y Vidaur live superponen frescura, naturalidad e improvisación sin que esas bases sean un corsé, con el Yon Vidaur reforzando las guitarras y dándoles protagonismo.
Un comienzo tan quedo se vio enseguida compensado por cosas tan eufóricas y alegres como Solo había que soplar más fuerte y su marcial comienzo, que Bassmatti aprovechó para trotar guitarra acústica en mano en el más puro David Byrne’s Stop Making Sense style. Ese esplendor melódico permaneció en Luces y cruces o en Carros y carretas, y la energía envalentonaba, vayapordiós, a los que parloteaban a volumen brutal al fondo en la barra. Nada que Bassmatti pueda temer, acudiendo también al anterior disco Apropósito, con El mejor amigo de la mujer:
Como Bassmatti es hombre de recursos, se bajó del escenario con atril y todo y, sumido en la oscuridad, sin micrófono, a pelo como los valientes, y con Vidaur como fiel escudero al fondo a la melódica, se marcó un intimísimo Y entonces ya será ideal que acalló por completo todo el local. Y como quiera que Bassmatti tuvo a bien plantarse justo delante de la cutrecámara de Mon Oncle, y componer él mismo el bonito plano (¿casualidad o posado?), disfruten aquí del resultado:
Tras repasar las siete canciones del ajustado y primoroso Melodías concertantes, no podía faltar, entre otras, el megahit DJ Invitado, con cambios en la letra para quien quiera descrifrarlos…
Y, como retando a quienes les consideran un eslabón más en la tradición indiepop donostiarra, el dúo cerró el concierto con una versión de Family, su arreglo de Carlos baila, ya exhibido en grabación hace un par de años, y que, glups, también tuvo algún cambio de letra, fruto de la fogosidad del momento:
Pero hubo más. Como artistas invitados estuvieron AMAtxu, que era lo que parecía pero no se sospechaba: una segunda versión o apéndice escuálido de AMA, solo con Javier Sánchez a la guitarra y Andoni Etxebeste a la batería. Los dos componentes justificaban los juegos de palabras del nombre con fonética en varios idiomas y desgranaron algunas nuevas canciones de Javi, en una vena de pop juvenil-maduro y amoroso, muy bien punteadas por las percusiones. El intento de meter algún bajo programado salió regulín, pero eso solo afianza las ganas de escuchar esas canciones con banda al completo, sin desmerecer las versiones desnudas y bien sostenidas que presentaron. También hicieron una versión de Magnetic Fields y cerraron con un par de extractos del disco de AMA Exposición permanente.