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Ricardo Aldarondo

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El Divine club de la Comedy

Estuvo bien, muy bien, poder ver de nuevo, con más reposo y en un recinto más adecuado, el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, a Neil Hannon en solitario, aunque mantenga el nombre de su grupo, The Divine Comedy. En la playa de la Zurriola, el verano pasado en el Jazzaldia, fue una gozada porque mucha gente que nunca había oído hablar de él, pudo disfrutar de sus elegantes canciones. Y Hannon demostró que no se achanta ante nada, interactuando con un público vasto y variopinto. Pero ayer en el Victoria Eugenia el ambiente era más de club, de sala con el público cercano. Y sus permanentes bromas, juegos irónicos y comunicaciones no verbales (esa mirada de refilón cuando sonó una puera mientras afinaba, esa forma de tomar la copa para “evitar la sorpresa de estar sobrio”), tenían más sentido.

Venía como despertándose de un letargo. Lo confesó: era el primer concierto después de unos meses sin tocar y sacó virtud del defecto de no acordarse de alguna letra o de algún acorde. Es más: no se distinguía cuándo jugaba a hacerse el olvidadizo, con esas ganas de quitarle hierro dramático a sus canciones y ejercer de comediante, y cuándo estaba realmente en un apuro. Porque al final todo fluía en el natural, fresco y apasionado acercamiento a sus canciones.

Puede parecer un dandy disfrazado de Mr. Bean, o viceversa, pero en el fondo Mr. Hannon se toma muy en serio esas canciones que siguen la tradición de quienes han querido dar una dimensión rica, sofisticada y compleja al pop (de David Bowie a Peter Hammill, tiene similitudes con ambos), con ecos de los musicales de Broadway, el cabaret y la chanson dramática. Con su aire de bon vivant, Hannon canta a las mujeres, chicas y señoras de edad, pero también a los banqueros y las discotecas indie. Y cuando parecía que iba a quedarse seguro en su club de la comedia, dio un giro hacia el dramatismo y la tristeza en la segunda parte del concierto, un supuesto anticlimax que funcionó a la perfección. Y ese cambio ocurrió cuando decidió ir al camerino a por la letra de una canción de Leonard Cohen. Tocó ‘Everybody Knows’ con menos pompa y circunstancia que su autor original y le quedó muy bien. Curiosamente, Hannon no tocó uno de sus mayores éxitos, titulado precisamente ‘Everybody Knows (except you)’. Y es que evita la colección mecánica de singles y logra que la atractiva sofisticación en arreglos e instrumentos de sus discos, no se echen de menos en la desnudez de su directo. Neil Hannon es un gran compositor y un cantante e instrumentista que, sin tener especiales dotes, llena de buen gusto y melodías tan inesperadas como acogedoras todo lo que toca.

P.D.: Cuando Neil Hannon se fue al camerino a por la letra de ‘Everybody Knows’, le dijeron que había muerto Elizabeth Taylor. Al regresar, después de tocar la de Leonard Cohen, dedicó ‘Life On Earth’ a la actriz, probablemente sin saber que Liz protagonizó 38 años atrás, en ese mismo escenario, una noche de gloria del Festival de Cine de San Sebastián.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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