Pidieron perdón por dar un concierto mientras se jugaba el partido semanal del siglo, pero no debieron hacerlo: tenían, teníamos, todo el derecho a demostrar que hay vida más allá del fútbol, a pesar de que nos quieran convencer de que el mundo se paró en esas dos horas. Nada de que avergonzarse en The Dodos: el dúo de cantante/guitarrista y batería (en las antípodas de The White Stripes aunque tengan el mismo reparto), con apoyo de otro guitarrista, dieron en directo más de lo que se intuye en sus discos. Si sus canciones grabadas tienen unos ritmillos curiosos y quedones, en directo la batería se convierte en el centro de atención y está en primera plano en el escenario: es el corazón deportivo, métricamente infalible, para unas canciones supuestamente pop que sin embargo huyen del estribillo fácil.
The Dodos se concentran en la interpretación. El batería Logan Kroeber es el atleta de la baqueta: como un corredor de fondo mueve sus brazos en gesto repetido con perfección de metrónomo sobre una disposición de tambores más bien friki. No lleva bombo, tiene los distintos timbales dipuesto en arco y, en combinación con los platillos y los aros de los tambores va creando unos patrones rítmicos ricos en contratiempos, variados en matemática y llenos de matices cuando se trata de jugar con las intensidades. Ah, y lleva una pandereta adosada a la suela de la zapatilla izquierda, cosa que no habíamos visto nunca, la verdad.
Esos ritmos algo obsesivos y tribales nos recordaron a unos cuantos grupos de los 80: la forma de tocar de Budgie en Siouxsie and the Banshees y de Stephen Morris en Joy Division (como en la gran ‘Atrocity Exhibition’) y New Order; los tambores selváticos de Bow Wow Wow e incluso algunos momentos sincopados de Cabaret Voltaire. Pero con más sutileza que potencia. Y sin rollito étnico, afortunadamente.
Meric Long hace con la guitarra unos arpegios envolventes bien pegados a los tambores de su compañero, y canta con una voz grave en contraste con su cara-de-niño. Por seguir con las comparaciones, a veces recordaba al Stephen Merritt de The Magnetic Fields, sobre todo en ‘Winter’. Al otro lado, el guitarrista de apoyo ofrecía adornillos bien encajados, o creaba más base para la guitarra de Meric. Curioso: un grupo sin bajo ni bombo y sin embargo sonaba potente, fuerte y envolvente.
En The Dodos pesó más la propuesta de conjunto y el placer de verles tocar, que las canciones en sí, que no son iguales pero sí quedan algo difuminadas en un sonido común. El concierto fue en constante crecimiento, con canciones como la excitada ‘Fools’, con voces a lo Animal Collective, y esa ‘Companion’ con preciosa introducción de arpegios folk. Pero lo más intenso fueron los más de diez minutos que dedicaron a una de sus mejores canciones, ‘The Season’, con contagioso crescendo del batería, un frenesí tamborrero entre guitarras atmosféricas, en pleno sprint final de la maratón. Luego reservaron el bis de una sola canción para ‘Black Night’. No fue una noche negra, sino luminosa, cómoda y amigable, la que nos ofreció una vez más la programación de Gaztemaniak! para pulsar de cerca algunas de las cosas más interesantes que se hacen ahora mismo en el pop.
En esta dirección se puede ver un concierto entero de The Dodos, estupendamente filmado ¡en un iglesia metodista!
http://www.spinner.com/interface/the-dodos-sxsw-2011-full-set-interface/