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Ricardo Aldarondo

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Desde Cannes (4): contradictorias sensaciones con Terrence Malick

Llego al Palais antes que ningún otro día. A las ocho de la mañana ya estoy en la butaca, pero sentado en una lateral: ya está casi todo lleno y falta media hora para la proyección. Es la película más esperada de este Cannes, ‘The Tree of Life’, de Terrence Malick. Uno no se explica por qué ha crecido de esta manera el mito Malick. Vi su anterior película, ‘El Nuevo Mundo’, en el Festival de Berlín, y entonces se le esperó con ganas, pero no con la fiebre algo enloquecida de este Cannes. Y ‘El Nuevo Mundo’ tampoco era una obra maestra. Creo que parte de esa mítica gira alrededor de la fama de rarito que se ha labrado el director americano y que el inconsciente colectivo, digámoslo así, le ha ido colocando en el podio del ‘nuevo Kubrick’. Malick es sin duda un director fascinante, pero su obra es escasa, y no redonda: arriesga mucho y a veces se equivoca y otras acierta, normalmente dentro de la misma película.

El caso es que había una espectación desmesurada ante el pase de ‘The Tree of Life’. Con cientos de personas en la calle sin poder entrar, incluidos algunos de los que tienen acreditación de privilegio o invitación en la mano, se hizo el silencio y la liturgia empezó. Parecía que el patio de butacas y el anfiteatro del Gran Theatre Lumière levitaban. Incluso el que se comía un bocadillo a mi lado, que casi no se atrevía a masticar.

Dos horas y diecisiete minutos después, cuando ya parecía que ‘The Tree of Life’ había terminado, aunque aún quedaba una imagen por aparecer en pantalla, los abucheadores hincharon los pulmones y lanzaron su ‘boooooooo’ huracanado. Contraatacaron los aplausos con intensidad, y la cosa quedó en empate, mientras algunos pedían silencio, porque tras el fundido en negro aparecería otra imagen.

Pero dio la sensación de que la mayoría no estábamos ni con unos ni con otros. Que no se podía expresar en una sola palabra o en una puntuación, la ‘experiencia’ que propone Malick. Como me han pedido que no ponga spoilers, transmitiré mis sensaciones, aunque algunos datos habrá que dar. En la primera hora, fascinado por la forma de narrar de Malick, con secuencias que no empiezan y acaban de manera convencional, sino que son un cúmulo de retazos, pinceladas, frases de diálogos, acercamientos y barridos alrededor de los personajes. Eso, cuando hay personajes en pantalla, porque en buena parte del metraje no los hay. Pero llega un momento en que la vasta y cosmogónica propuesta de Malick no avanza, da vueltas sobre sí misma o lo hace hacia una mística con toques new age que a veces resulta irritante. ‘The Tree of Life’ es un empacho de belleza, un ampuloso deseo de abarcarlo todo y al mismo tiempo dejarlo todo el aire, con la naturaleza traspasando la pantalla, pero con un sentido mucho más abstracto que en ‘La delgada línea roja’. Hay imágenes deslumbrantes, el uso del sonido es impresionante, pero las emociones que provoca en uno son de lo más variopintas, desde el gozo de dejarse llevar por el viaje sensorial que propone Malick, al disfrute de imágenes y composiciones bellísimas, al empacho o incluso el rechazo de algunos momentos de estética relamida, incluso cursi.

Lo del ‘nuevo Kubrick’ no iba desencaminado. Muchos momentos recuerdan a ‘2001, una odisea del espacio’, incluso la propia esencia de la película, esa voluntad de abarcar el universo entero, la vida en su más amplia acepción. Incluso algún detalle del diseño de un escenario por el que pasa Sean Penn recuerda a algo de la nave de ‘2001’ (cosa nada extraña porque Malick ha contado con aportaciones del gran Douglas Trumbull) y se puede encontrar algo así como una imagen paralela a la del monolito.

Me gusta todo lo que ha hecho Malick, más o menos, pero no ha hecho tanto como para considerarle un dios. Tiene un atrevimiento raro de ver en el cine de hoy, y en ese sentido es muy considerable, y merece verse su película, aunque cuando se estrene puede provocar más de un patatús en espectadores no avisados o fans de Brad Pitt sin más referencias. Los fans de Sean Penn no hace falta que se molesten, porque sale muy poco. Y hay que prepararse porque ‘The Tree of Life’ puede ganar la Palma de Oro: sería el momento de hacerle un reconocimiento a Malick y es un caso un poco similar al Appitchapong Weerasethakul del año pasado, un cine transgresor, en el sentido de que se salta todas las reglas, y que se mueve con extrañeza entre lo místico y lo humano.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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