El libro no es nuevo, ni mucho menos, pero no lo había leído hasta ahora, gracias a un buen regalo de cumpleaños. Se titula ‘Mi vida con Groucho’, fue escrito por su hijo Arthur Marx y publicado hace veinte años y ha tenido diversas reediciones, la última en España este mismo año. Casi me ha coincidido el final de la lectura del libro con el aniversario de la muerte de Groucho Marx, que se cumple el próximo viernes. Siempre que llega ese aniversario me acuerdo de aquella semana de agosto de 1977 en la que murieron quienes ya eran para uno mitos de adolescencia, Elvis Presley y Groucho. En la misma semana.
Precisamente el final de Groucho es lo que más impacta en ese libro: y no por la progresiva y comprensible senilidad, sino por el modo en que el genial cómico de inmensa inteligencia se dejó llevar por una mujer joven, que ni siquiera se convirtió exactamente en su amante, pero le manipuló, esquilmó e incluso maltrató hasta extremos asombrosos. Quitó de en medio al personal de confianza de la casa de Groucho, impidió que su propio hijo sujetara las finanzas familiares, distanció a amigos de toda la vida e intentó que Groucho siguiera subiendo a los escenarios cuando ya no estaba capacitado para ello, con la intención de llevarse un porcentaje de los bolos.
Como dice Posi, leer biografías de grandes artistas puede dejar un poso de tristeza considerable, cuando el final del libro es inevitablemente la decadencia, el deterioro o el olvido. El propio hijo no oculta los malos ratos que hizo pasar a su padre por su empeño en publicar esta biografía que Groucho pensaba que no daba una buena imagen de él. No oculta Arthur que había firmado un contrato para publicarla sin haberle dicho nada a su padre, y no estaba dispuesto a perder sus 45.000 dólares cuando Groucho intentó por diversos medios que no saliera a la luz.
Aún así, ‘Mi vida con Groucho’ no es una biografía ‘amarilla’ y el hijo describe la vida íntima de su padre con cariño y admiración, aunque sin ocultar contradicciones, manías, leves incongruencias. Es un placer recordar los pormenores de la relación de los cinco hermanos, la creación de los primeros espectáculos, o sorprendentes detalles como que los Marx ensayaban en teatro y ante el público los sketchs de las películas que estaban preparando cuando ya eran estrellas consagradísimas del cine, al revés de lo que ocurría en sus primeros tiempos, cuando los espectáculos que habían girado por todo Estados Unidos acababan siendo trasladados a la pantalla. Imaginarse la escena del camarote sobre un escenario resulta complicado, pero la hacían. Y comprobaban que el público se desternillaba. Son cosas que ya contó el propio Groucho, en libro como ‘Groucho y yo’, pero esta semblanza como padre responsable y serio, de quien tanto partido sacó a la irresponsabilidad, tiene su atractivo.
También recuerda Arthur Marx que su padre estaba obsesionado con el ahorro, no por tacañería, sino por un eterno miedo a quedarse sin dinero para el futuro, aunque luego tuviera gestos de enorme generosidad. Todo lo contrario a sus derrochadores hermanos. Y las escenas disparatadas que era capaz de montar en la frutería o el supermercado con su tendencia a la respuesta insolente y el diálogo enredado que era capaz de practicar en la vida normal, sin que hubiera provocación alguna por la otra parte. Y cuenta que era un lector compulsivo, un insomne incurable, un extraordinario compañero de juegos para los niños… Y un hombre capaz de reinventarse en la televisión con el programa ‘You Bet Your Life’, que le dio más popularidad en su país que todas las películas de los hermanos Marx juntas.
Uno lee inconscientemente la biografía de Groucho, como si el hijo que la escribe fuera aún un jovenzuelo abriéndose paso en el mundo del teatro y la literatura a pesar de la presión de tener un padre tan genial. Pero buscamos su biografía y nos encontramos con que Arthur Marx murió el pasado mes de abril, cuando estaba cerca de cumplir los 90 años.