El hombre capaz de dirigir nueve películas en un año (1957); el maestro que dio su primera oportunidad a Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Jonathan Demme, Ron Howard y James Cameron entre muchos otros; el guerrillero del cine que tituló su biografía ‘Como hice cien films en Hollywood y nunca perdí ni un céntimo’; el hiperactivo productor de 400 películas con pinta de hombre tranquilo y casero, el director y productor Roger Corman, resulta perfecto para montarse un programa doble de verano.
Y la ocasión la brindan especialmente dos películas editadas en DVD en los últimos meses: ‘Un cubo de sangre’ que ha publicado Versus en una de sus cuidadas ediciones, y ‘The Creature From the Haunted Sea’, también editada con esmero por Tribanda en la colección Matinée. Ambas llevan libretos, muy extenso y completo en el caso de Versus, y ambas cuentan con textos de Quim Casas. En ‘Un cubo de sangre’ se incluye además un texto de Carlos Aguilar y una entrevista en vídeo con Roger Corman.
Las dos películas pertenecen a uno de los periodos más efervescentes y delirantes de Roger Corman, cuando empezó a colaborar con el guionista Charles B. Griffith, que debía tener un grado de chaladura considerable para idear semejantes argumentos. Corman, por su parte, estaba en plan record: logró rodar ‘Un cubo de sangre’ en cinco días, uno menos de lo habitual en él por esa época.
‘Un cubo de sangre’ (1959) empieza con un recitado poético en un club, reflejo del ambiente ‘beatnik’ de la época, que Corman quiere reproducir ‘en el momento’, con un grado de ironía nada inocuo. El lerdo protagonista que convierte en escultura a un gato y luego va a más en su doble vocación, es una carga de profundidad contra el concepto elevado de arte. Corman se ríe de la oleada intelectual en tiempo real.
‘Creature From the Haunted Sea’ (1961) presenta a unos militares de Batista tratando de salvar el oro cubano tras la revolución, que caen en manos de un gángster. Pero todos ellos se verán sometidos a la maldad socarrona de un monstruo que parece hecho con jirones de toallas, y tiene dos bolas de golf como ojos. Uno de los tipos del comando cuenta que participó en un grupo político que pretendía poner a Mussolini al frente del partido republicano. Otro propone “matar a la mitad de los cubanos sin que la otra mitad se dé cuenta”. Entre ellos también hay uno que se comunica a través de sonidos de animales, la grulla es su preferido. El narrador de la aventura aporta frases como “era al atardecer, lo sé porque el sol se estaba poniendo”. En semejante delirio ideológico, narrativo y estético, se sustenta una película desopilante, un fabuloso despropósito en el que la cámara parece a veces ser golpeada sin querer y el montaje adquiere tintes abstractos.
Estas dos joyitas de la baratura, el descaro y la irreverencia artística constituyen un delicioso programa doble veraniego, rememoración de autocine a cargo de ese hombre de aspecto tan sereno, dulce y educado que parece mentira que pusiera patas arriba el concepto de lo que una película debiera ser.