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Ricardo Aldarondo

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El In-Edit de Barcelona, un festival en alta felicidad

Estaba de felicitación el Festival Beefeatar In-Edit de Barcelona, que terminó el pasado domingo, porque cumplía diez años y en rotundo crecimiento. A lo largo de esos diez años siempre he querido ir al In-Edit, por su programación especializada en documentales musicales, y porque cada vez oía más cosas buenas de él. Problemas de fechas me impedían siempre ir. Pero como este año me invitaron a participar como jurado, no hubo más ‘remedio’ que salvar todas las trabas, y acudir. Y en buena hora, porque pude comprobar que el In-Edit es un festival en alta fidelidad y en alta felicidad: el público llena buena parte de las salas y vive las proyecciones con fervor, la programación es impecable, y abunda el buen rollo en la organización, que se contagia a todos los aspectos del festival. 31.000 fans del festival no pueden equivocarse. Estar en el jurado con Xavi Serra, Ingrid Guardiola, Matt O’Casey y Andy Markowitz fue tan placentero como enriquecedor en el debate, y las noches en el 7Sins, un dechado de buena música (¡pinchaban los del comité de selección del Festival) y buena conversación.

Lo primero que me sorprendió es que las diez películas de la competición internacional y las tres de la competición nacional eran de un nivel notable: uno casi hubiera admitido que ganara cualquiera de ellas aunque, claro, tenía sus preferencias. Y sobre todo, llamaba la atención la variedad de estilos, músicas y formas cinematográficas de todos esos títulos. Habrá quien tenga la idea de que el documental musical es un género limitado, acotado a tres o cuatro fórmulas (que si film-concierto, que si repaso a una carrera o un disco históricos, que si análisis de un estilo musical) y más si (otro error de apreciación) estamos en un festival con supuesto marchamo ‘indie’ y, perdón, gafapasta.

Pero, para empezar, había documentales de música clásica. Y dos de diez, nada menos. Gorazde-Time Passing habla de un director de orquesta iraní exiliado durante 30 años en Viena, que quiere volver a su país y llevar la música allí prohibida, de Mahler y John Cage. Y con mujeres en la orquesta, que no está bien visto que toquen la trompeta y otros instrumentos. Tiene, para mí, exceso de poesía y lirismo, un poco en la línea de la última de Bahman Ghobadi, Rhino Season, pero es un curioso cruce entre devoción musical, identidad territorial, política y sociedad. En I’m Not a Rock Star asistimos al crecimiento como niña prodigio, desde los 12 a los 20 años, de una pianista superdotada. Una de las mejores cosas del film es el miedo que acaban dando ese padre que quiere impulsar la carrera de su hija a toda costa (entre otras cosas para curar sus propias frustraciones como músicos) y la propia chica en su crecimiento. Uno de los mejores momentos, cuando en una exposición de Glenn Gould toca el piano del genio. Casi un reality tan revelador como inquietante.

Searching For Sugar Man, rotunda ganadora

Ganó el premio del festival con rotundidad el extraordinario Searching For Sugar Man, una película que va más allá del documental tal como se suele entender para convertirse en una mezcla apasionante de thriller, sociología y recuperación de uno de tantos talentos olvidados del pasado. No voy a contar nada más, ni voy a poner el trailer, porque lo ideal es ver Searching For Sugar Man sin saber nada sobre lo que cuenta. La historia es tan asombrosa que llega un momento en que uno piensa si está asistiendo a un falso documental, pero no lo es. Abundan ya por todas partes los resúmenes, críticas y reportajes sobre Searching For Sugar Man (surgió en Sundance y ya ha tenido premios en varios festivales) pero intenta no saber sobre la película hasta que la veas, y la disfrutarás más. Pero digamos que es todo un descubrimiento por su historia, por la inteligente forma de contarla, por su contenido emocional y musical. Avalon la estrenará en el primer trimestre de 2013.

Luke Haines se sale de la pantalla

Entre la rica selección a concurso también estaba Art Will Save the World. A Film About Luke Haines. Uno de esos filmes que te hacen plantearte donde empieza tu devoción por el músico y dónde los valores del documental en sí (qué gozada, en este sentido, cuando te descubres disfrutando apasionadamente con un documental sobre un grupo que no te gusta nada, como el espléndido Some Kind of Monster de Metallica). Pues sí, uno considera a Luke Haines casi un genio, pero intentado ser objetivo, creo que el film no solo es ingenioso, divertido y sorprendente, sino que se conjuga perfectamente en su forma narrativa con la personalidad cínica, melancólica, descarada y encantadora, todo al mismo tiempo, de Luke Haines. El primero que desconfía de la idea de hacer un documental sobre su personalidad es él, pero al mismo tiempo se implica totalmente. A su manera. El repaso a la trayectoria de sus grupos The Auteurs, Baader Meinhof y Black Box Recorder, así como su intrincada carrera en solitario, se aleja de lo convencional, pero esas dos décadas quedan perfectamente retratadas en su esencia. Además, hay una fugaz oportunidad para imitadores de Luke Haines, declaraciones explosivas contra el brit-pop y otros emblemas de la música como negocio o arte, y una descarnada e irónica asunción de lo que es la ascensión y caída de una estrella del rock, o similar.

El In-Edit tiene la buena de idea de hacer doblete con un par de las películas: proyección del fime y actuación del músico correspondiente. Y así pudimos ver en el Apolo a Luke Haines en formato solitario y acústico, desgranando durante una hora algunas de las muchas composiciones tan lúcidas como valientes y melódicamente esplendorosas, que ha publicado en todas sus encarnaciones. Aquí van tres de ellas como intermedio, antes de seguir con las películas:



Abuela del lo-fi, punkies discapacitados

Otra de las películas a competición más sorprendentes y deliciosa era Granma Lo-fi, la increíble historia de una señora finlandesa que a los 70 años se compró un teclado y una grabadora de cassette de doble con la que grababa sus canciones, superponiendo una grabación sobre otra, hasta hacer una especie de multipistas casero. La prolífica abuela del lo-fi grabó 59 discos en 8 años para ella sola, con sus portadas hechas a mano, y ayudándose de un asombroso uso de los utensilios de cocina y elementos hogareños para incorporar sonidos a su música. Una historia encantadora, que tres directores islandeses (merece la pena leer sus nombres: Kristin Björk Kristjánsdóttir, Orri Jónsson y Ingibjörg Birgisdóttir) funden con el estilo del film: utilizan también imágenes lo-fi, formatos caseros, decorados de collage, estética de corta-pega y el mismo espíritu naif de la señora. Como unos Wes Anderson del documental musical. Y con la colaboración de músicos de Mum y Mugison.

Entre los que provocaron entusiasmos encendidos, y también algunos tuerce-bigotes, estaban Shut Up and Play the Hits y The Punk Syndrome. El primero es el documento del último concierto que hicieron LCD Soundsystem, en el Madison Square Garden de Nueva York, cuando decidieron separarse en la cresta de la ola. La actuación se intercala con situaciones domésticas de James Murphy y reflexiones ante el vacío del ‘día después’ cuando la gloria ya ha acabado. El frontal y la trasera del escenario. Unos pensamos que le falta la emoción de El último vals, por hacer la comparación más evidente, otros se extasían con la forma en que está filmado el concierto (muy encima del escenario) o las frases de un Murphy con la sensibilidad a flor de piel.

En cuanto a The Punk Syndrome, procedente de Finlandia, ya tiene ganado al espectador con su razón de ser: se trata de cuatro discapacitados que tienen un grupo punk. El seguimiento a sus actuaciones y ensayos, a su vida cotidiana con la ayuda de los asistentes sociales, depara muchas sorpresas: sus particularidades dentro de la convivencia habitual en un grupo de rock; sus reivindicativas letras; los sinsabores de la amistad… Cabe preguntarse si como documental es más o menos convencional, y si es más interesante en lo sociológico que en lo fílmico o musical. Pero es otro de los títulos más llamativos e curiosos de la selección.

Había muchas más cosas interesantes, en la competición y fuera de ella (el excelente Lawrence of Belgravia que ya comentamos hace un año en Mon Oncle, por ejemplo). Algunas, bastantes de ellas, se pueden ver en la propia web del festival Beefeater In-Edit en streaming.

Pero también queremos destacar la ganadora del premio en el apartado nacional, A Film About Kids and Music. Sant Andreu Jazz Band. Vale, en principio no apetece mucho ver un documental sobre la vida de una banda de jazz catalana, ¿no? Pues esta película elabora un relato apasionante desde la hábil e discreta observación de un fenómeno único, la transmisión de la pasión por la música de un profesor al borde de la obsesión, y unos chavales que conviven con naturalidad con el legado de Billie Holiday o el swing y lo hacen suyo como otros se emocionan con Justin Biber. Una historia emocionante, un experimento insólito, que acaba en un climax narrativo y musical con un excitante concierto en el Palau, junto a veteranos músicos americanos. De nuevo, no solo de ‘indie’ está hecho el In-Edit.

También estaba en la selección nacional un documental muy esperado, sobre el músico Adriá Puntí, todo un emblema, y un misterio, en Cataluña. El que fue cantante del muy exitoso grupo Umpah-Pah y después de algunos discos en solitario, dejó de grabar y se internó en la categoría de ‘músico maldito’, es observado en su intimidad con respeto y admiración por los autores de este filme titulado simplemente Adriá Puntí, que desvela algunos aspectos y deja en el secreto otros, e incluye algunos ejemplos de la esquiva personalidad del músico y de sus hondas y a veces excelentes composiciones.

Finalmente, en este décimo aniversario, el In-Edit ha aportado una cosa tan importante como útil y necesaria: ha confeccionado una lista de los 100 mejores documentales de música de la historia, elaborada con la votación de un montón de expertos en el asunto desde distintas perspectivas. Merece la pena consultar este Top 100, cargado de clásicos, descubrimientos, experimentos y sorpresas, toda una revelación de los amplísimos márgenes de ese género que aúna dos pasiones con mucho en común, la música y el cine.

 

Un espacio en 3D: cine, música, libros y más

Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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