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Ricardo Aldarondo

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'Kabei', gran melodrama familiar de Yôji Yamada

Siempre se ensalza la longeva hiperactivad de cineastas como Manoel de Oliveira (caso extremo), Alain Resnais o Clint Eastwood que se mantienen no solo en activo, despues de haber superado los 80 años (los 100 en el caso del portugués) sino en ritmo constante de producción, y además con lucidez y personalidad férrea. Pero no debemos olvidar en esa lista al japonés Yôji Yamada, tan clásico como contemporáneo, tan cercano a Yasujiro Ozu como a Hirokazu Kore-eda; o sea, a los maravillosos fundamentos del cine japonés de los años 30-50, y a la vigencia de ese legado que pone tan bien en práctica hoy día el director de Kiseki.

Podemos celebrar esa longevidad y esa firme serenidad que a algunos parece darlesel tiempo viendo Kabei (Nuestra madre), una de las últimas películas de Yamada, que ha publicado en DVD A Contracorriente Films, casa que suele dar estas agradables sorpresas y traernos lo que no es muy a veces muy accesible: Kabei no se estrenó en cines en España, a pesar de que figuró en la Sección Oficial del Festival de Berlín. Kabei es de 2008, no hace tanto, pero después Yamada ha completado dos películas más y prepara Tokyo Family para 2013, precisamente un remake de Cuentos de Tokio (1953), de Yasujiro Ozu. La familia, por tanto, sigue en el centro de sus preocupaciones, aunque si la obra de Yamada ha traspasado las fronteras de su país (cosa que no ha ocurrido hasta la llegada del siglo XXI, cuando el cineasta ya rondaba los 70 años) ha sido por la llamada Trilogía del Samurai, compuesta por El ocaso del samurai (2002), The Hidden Blade (2004) y Love and Honor (2006).

Lo curioso de Yôji Yamada es que buena parte de su carrera la ha dedicado a una serie de películas, 48 en total, en torno a un mismo personaje, Toro-San, que ha acabado dando nombre a la enorme saga (la más amplia de la historia del cine hasta hace poco, todos los films están dirigidos por él menos dos), aunque el título oficial es Otoko wa tsurai yo. No nos ha llegado ninguna de estas películas, pero sí alguno de los títulos sueltos que hizo entretanto Yôji Yamada, como El pañuelo amarillo de la felicidad (1977) y Llanto de primavera (1980) (que es casi una versión de Raíces profundas de George Stevens), editadas por Versus en DVD.

Kabei narra los recuerdos, desde la edad adulta, de una niña que vive con sus padres y su hermana en el Tokio de 1940, cuando Japón está en pleno conflicto con China, y antes de entrar en la Segunda Guerra Mundial. Pero el punto de vista no es histórico, sino familiar, para observar cómo afecta a ese pequeño núcleo la detención del padre, un escritor crítico con el gobierno que es encerrado por un tiempo indefinido, mientras la madre trata de sacar adelante a las niñas, con ayuda de algunos personajes: un antiguo alumno del profesor, la hermana de éste, un tío que es la oveja negra de la familia y aporta algunas de las pinceladas de fino humor de un relato encuadrable en el melodrama pero nada recargado en el dramatismo.

Porque una de las características de Yamada, al menos en esta edad madura, que es la que conocemos, es la combinación de sutileza, sencillez y serenidad. El cineasta deja que el relato fluya delante suyo, como un observador discreto, lo que no significa ni pereza ni rutina en la puesta en escena. Sencillos planos generales en los que se desarrolla la interacción de los personajes, sus diálogos naturales, sus vivencias cotidianas pero llenas de significado, son la base de la puesta en escena. Pero esa discreción está cargada de eficacia y belleza. Cuando las niñas están jugando con el antiguo alumno de su padre y la pelota se queda en un tejado, la cámara adopta ese punto de vista desde lo alto. Están a punto de recibir una mala noticia. Después de que esta llega, Yamada inserta un plano de la pelota abandonada n el tejado mientras nieva. Con ese sencillo símbolo transmite el cineasta toda la desolación de aquella felicidad momentánea ya perdida.

Poco a poco, a lo largo de dos horas y cuarto de metraje, los personajes, su lucha diaria, su determinación, la adaptación de las niñas a una vida cada vez más distante de la felicidad que encontraban antes en su hogar, va calando en el espectador, sin gestos forzados. El amor a la literatura, un humanismo convencido, el afecto y la solidaridad natural entre los miembros de la familia, la dedicación abnegada de una madre como tantas que sufrieron en silencio en un periodo tremendamente hostil, forman parte de un relato emotivo que va ganando en profundidad hasta el conmovedor final, incluyendo un excelente e imperdible epílogo sobre los títulos de crédito. La relación de la madre con las hijas, mientras el padre está ausente, la lectura de las cartas que llegan, el trasfondo de una guerra que no se ve, me recuerdan a otro magnífico melodrama estadounidense, Desde que te fuiste (1944), de John Cromwell, realizado en plena guerra. El ámbito familiar y la honestidad a la hora de retratar a los personajes remite, inevitablemente, a Yasujiro Ozu, aunque sin su peculiar puesta en escena. Pero, curiosamente, la autora del relato es la que fue script y colaboradora durante 50 años de Akira Kurosawa, Teruyo Nogami. Suyos son los recuerdos plasmados en esta gran película que, si bien no se estrenó en su día, ahora merece la pena descubrir.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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