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Ricardo Aldarondo

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Berlinale (I): Decepciones iniciales

La Berlinale comenzó sin apenas nieve en las calles, pero con algunos chaparrones en el ánimo del cinéfilo. En las primeras sesiones los nombres consagrados han estado por debajo de lo acostumbrado en ellos, y tampoco en territorios más desconocidos ha surgido nada destacable.

El primer desconcierto lo provocó Wong Kar Wai, que en la inaugural The Grandmaster se hace un verdadero lío. La película quiere ser una de kung fu, pero mezclada con el lirismo de In the Mood For Love, la épica de la lucha de clanes, el fresco histórico de varias décadas y una grandilocuencia operística de obra magna recargada de imágenes bellísimas. Pero su esteticismo cae en guión roto. Se diría que Wong Kar ­Wai tenía un montón de material filmado y no sabía cómo construir algo coherente con ello. Recurre a carteles explicativos y voces en off para situar en el tiempo y en los acontecimientos al espectador, pero solo crea confusión, eso sí, con algunos momentos de enorme belleza.

Gus Van Sant tampoco estuvo a la altura de la devoción que provoca su firma. En Promise Land, una película tan convencional como su título, nada hay que identifique al director de Elephant, ni siquiera al de la más ortodoxa pero hermosa Restless. Los actores Matt Damon y John Krasinski son, además de protagonistas, guionistas y productores, y suya es una película agradable de ver, de buena conciencia ecologista y muy correctamente realizada, con personajes perfectos para los dos impulsores del filme. Pero todo resulta muy previsible y convencional en este drama de entorno rural en el que Frances McDormand se encarga de poner el punto irónico con su habitual estilo perfilado en Fargo. Pero esto no es Fargo, sino algo más parecido a un telefilme de calidad.

El austriaco Ulrich Seidl completa su trilogía Paradise con Hope, que no está a la altura, en imaginación y mordiente, del excelente primer capítulo. Centrada en adolescentes con sobrepeso recluídos en un centro para adelgazar, tiene el habitual estilo sórdido y frío de su autor, pero no termina de entrar a fondo en algunas situaciones descriptivas, aunque conserva el tono inquietante y la descarnada mirada del autor sobre la sociedad actual.

Y la selección oficial se va desarrollando con algunas películas realmente anodinas, como la polaca In The Name Of, de Malgoska Szumowska que tuvo una cierta difusión con Elle, pero ahora no saca mucho partido a los dilemas de un cura homosexual, y la rusa A Long and Happy Life, de Boris Khlebnikov, con los problemas de un joven granjero y una estética nerviosa, pero más bien viejuna.

Un espacio en 3D: cine, música, libros y más

Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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