Nada como las ferias de productos artesananos para pasear entre ambientadores de melón, pendientes de fieltro, chorizos extremeños, aceites de rosa mosqueta o pasteles de chocolote con nueces. A veces, lo que no entiendo todavía son los atuendos medievales de los vendedores como si la producción manual no pudiera hacerse con un vaquero y una camiseta, se encuentran otros artículos. Es el caso de unas muñecas para llevar a modo de broche y que reflejan aficiones o profesiones. ‘¡Qué curioso!’ dice alguien, que busca su profesión entre enfermeras, juezas, peluqueras, catedráticas, azafatas o veterinarias. Hay una fotógrafa, pero ella busca una periodista.
Y encuentra una de las bonitas muñecas con un ordenador de pequeño tamaño. Ya está. Si es una monada. Se la coloca en la chaqueta y otro alguien le dice: ‘anda, qué bonita telefonista, con su auricular y todo’.
Contaba Oscar Rekalde, responsable de comunicación de un partido político, que había leido un artículo en el que el periodismo era el oficio peor considerado junto al de juez y el de abogado. Y contaba también que frente a estas dos últimas profesiones que pese a no estar bien vistas eran de las preferidas para que las ejercieran los descendientes, pocos encuestados optaban porque sus retoños se dedicaran el periodismo como forma de vida.
Está claro que a ningún buen vendedor de artesanía se le iba a ocurrir diseñar a una de sus chicas con su cuaderno, el micrófono o la grabadora. Primero porque tal vez debería colocar muchos complementos multimedia en tan pocos centímetros y segundo porque es mucho más popular que el brochecillo lleve un estetoscopio para auscultar a los pacientes.
Vamos, que si eres periodista casi es mejor que no se entere nadie. Ocurre que conozco a mucha gente de esta profesión, comunicadoress a los que quiero, a los que escucho, a los que leo o a los que aprecio. O una mezcla de todo ello. Con algunos ni siquiera me he cruzado jamás. Con otros he comido y me reído. Con algunos trabajo cada día.Nada tienen que ver con quienes tanto han perjudicado a esta vocación y a este oficio, incluidos algunos de los miembros del variopinto grupo que configura quien se dedica a contar a los demás qué es lo que pasa y a cuyo descrédito contribuyen también quienes les desmienten cada día para no verse perjudicados.