A los políticos les ha ocurrido como al resto de la ciudadanía, que se han quedado sin fuentes de crédito. A los primeros se les ha escapado la confianza del votante, a los demás, el acceso al dinero prestado para hacer frente a negocios o sueños. Incluso a derechos fundamentales. En ambos casos se ha perdido la función elemental de electores y entidades bancarias porque los primeros han optado por dar la vuelta a la cabeza en vez de vitorear o penalizar a la autoridad y los segundos han pasado de ese “anda mujer, que puedes pedir un poquito más de dinero y estar más desahogada” al “ya ves qué tiempos vivimos”
La crisis y esos entes a los que nadie pone cara y a los que llaman Europa, Bruselas, la Troika, los Mercados y demás, justifican la negativa del mundo bancario. Los partidos no han necesitado de circunstancias ajenas ni pomposas para que la gente sienta recelos, muchos recelos. La desconfianza ni tan siquiera proviene de todo el dinero que se ha escurrido sin que nadie se diera cuenta ¿? para acabar en paraísos fiscales o en cochazos de lujo y estupendas residencias con piscina. Porque la corrupción es tan grave y ha llegado a unos límites tales que el umbral de lo increíble ha quedado destrozado y cualquiera da por cierto que un nombre que parecía de confianza aparezca en la lista de imputados y desimputados. Que de todo hay.
Una parte del recelo se sustenta en la forma de elegir dirigentes, que deja a los afiliados como convidados de piedra cuando se elige a Arantza Quiroga o Laura Mintegi, pero también cuando Patxi López anuncia renovación en el PSE para esgrimir el mismo aparato días más tarde, sobre todo en Álava, o cuando se remueven los batzokis en esas reuniones en las que el resultado está prácticamente asegurado, tanto como que Andoni Ortuzar sería el sustituto de IñigoUrkullu cuando éste llegara a lehendakari. El artículo de @albertoayala11 sobre “La voracidad de los aparatos” en El Correo es una muestra elocuente de cómo funcionan los rodillos internos.
Pero quizá lo que más despiste a la ciudadanía es cuando baja a tierra y se encuentra con que determinados concejales sólo se atreven a levantar la mano en contra cuando la institución que les ha decepcionado es de otra formación política. ¿Cómo puede argumentar el PNV que está de acuerdo con que el Gobierno Vasco vuelva a estudiar el tranvía para San Sebastián, descartado desde 2007? ¿Por qué no expresa su protesta enérgica contra la arbitraria decisión de aparcar el apeadero de Loiola, tan necesario para la regeneración urbanística del barrio? ¿Por qué Bildu jamás protesta contra decisiones forales y ni tan siquiera reclama el millón de euros que se le debe al Ayuntamiento? ¿Por qué las exigencias del PP al Gobierno del Estado son tan contundentes cuando es el PSOE el que está en el poder, la misma actitud que adoptan los socialistas cuando son los populares quienes controlan el Ejecutivo?
Apoderarse de fondos ajenos, blanquear dinero, lucrarse con obras públicas y permitir que las tramas dirijan tu vida económica gracias a tus decisiones es un delito. No levantar la voz para que el líder de los tuyos no se enfade es decepcionante.