Es cuestión de desperezarse, poner un poco de aceite a la escoba para que arranque y dejarse llevar por las novedades que la cuesta de septiembre ofrece a vista de pájaro. Y ver a la pobre duquesa Cristina, por ejemplo, a la que tener que pedir un préstamo a su padre para comprar casa en la que criar a cuatro hijos le ha hecho criticable, cuando, por el contrario, la vuelve más humana, incluso, que cuando enseñaba a esquiar a sus rubios retoño delante de los fotógrafos del Hola. ¿Quién no hubiera querido una notable aportación paterna para comprarse un palacete, incluso una VPO, ahora que los bancos no dan créditos siquiera para estas viviendas de promoción pública? No tiene la culpa de que su progenitor sea rico, mucho más rico incluso de lo que nadie pensaba cuando derrochaba campechanía a raudales.
Es ver la paja en el ojo ajeno no querer admitir que la chica vale mucho, que la Caixa está dispuesta a abonar esa valía y que, nada mejor que un exclusivo colegio suizo para garantizar que, en el caso de que sus niños necesiten una beca, obtengan ese imprescindible 6,5 que el ministro Wert, seguro, acabará convirtiendo en 7, 2. Porque todavía debe mucha pasta a su padrer, cuatro críos impecables cuestan un montón de euros y el marido no solo está en paro sino que, además, tiene pendientes fianzas millonarias.
Poco más. Perdón. Hay 31 personas, espero el reportaje con cada uno de ellos, que han encontrado trabajo, aunque mi entorno siga tan desempleado como antes del verano. Eso sí, con mejor color porque el prestigio de los meteorólogos franceses ha quedado mustio tras augurar un verano tan terrible que el único pirautxo posible iba a navegar sobre charcos.
Vale, y una Semana Grande en Donostia a la que el alcalde y los responsables de organizarla petaron de epítetos y adjetivos a cada cual más ampuloso y magnífico. Quedará en la memoria esa “obra de arte sin par” con el que Nerea Txapartegi calificó a la colección ganadora, Pirofantasía cuando hizo público el veredicto del jurado.
Quedará del verano el veredicto europeo sobre la marcha de 2016 con un concurso público pelín raro, con las corbatas y los chandals siempre de viaje pidiendo otra vez que Madrid albergue los Juegos Olímpicos de 2020… Si esta vez no es, ¿se dejará de gastar dinero inútil en este empecinamiento hereditario?