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Ana Vozmediano

No soy una bruja

Fray Gallardón de las Olimpiadas

Decía hoy Juan José Millás que no se sabe si el otrora alcalde de Madrid y actual
ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, está opositando a presidente del
Gobierno o a presidente de la Conferencia Episcopal. Aquel Gallardón de aparentes
tendencias liberales que se pavoneaba de casar a parejas homosexuales  como si
esto tuviera más mérito que el de cumplir con la legalidad, se ha convertido ahora
en una especie de monje en pleno recogimiento a punto de cualquier éxtasis, capaz
de recorrer de rodillas los claustros más fríos para defender a los embriones
humanos.

Es la ventaja que tienen éstos ante gentes como el ministro frente a los ya nacidos,
ante mandatarios que no dudan en eliminar profesorado de apoyo (ni tan siquiera profesorado) o que escatiman ayudas a minusvalías y discapacidades. Y que son
capaces de cualquier ciliciada (leasé  utilizar el cilicio) solo con sospechar que
puede haber algo en una barriguilla prominente femenina.

Gallardón ¿está también en Buenos Aires? se pasó sus legislaturas haciendo obras
que no sólo no podía pagar, sino que ni siquiera podía utilizar porque no tenía
ninguna gana de contratar personal que diera vida a sus centros deportivos. Eso sí
con cilicio o sin él, el que también fuera fiscal, se obsesionó con dotar a Madrid de instalaciones para practicar cualquier deporte que olímpico fuera y enseñar al COI
qué canchas tan bonitas y,de momento, poco útiles, tenía repartidas por toda
la capital.

Olvidó que suele ser al revés, que es la concesión de unos Juegos lo que impulsa a
regeneraciones urbanas y lo olvidó hasta tal punto que su sucesora en el cargo,
Ana Botella, lo primero que hizo al llegar a la Alcaldía madrileña fue pedir
voluntarios que se hicieran cargo de cursillos de todo tipo para no pagar a
profesionales.

El caso es que, mientras el ministro de Justicia mete y saca de un cajón sus nuevas
leyes en función de cómo vayan las cosas, seguro que mira con envidia a la mujer
de Aznar, (toda gran mujer tiene detrás a un gran peluquero) que taconea airosa
por Buenos Aires a punto de emular a aquel Pascual Maragall cuando supo que
Barcelona había ganado. Eran otros tiempos.

 

 

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No, no soy una bruja aunque trago tantos sapos y culebras que puedo lanzar bocanadas de azufre

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