El deportista debe estar que trina. Lo de la fianza de ocho millones es lo de menos, pero desde Palma de Mallorca exigen que deje de llevar el nombre de la ciudad en su tarjeta de visita. Para el duque esto es el fin. Primero, porque, sin ese título nobiliario, se supone que nadie le reconocerá ni le relacionará con la Casa Real. Segundo, porque algo ha debido hacer peor que otros cuando un insigne mandatario de las islas vinculado con diferentes casos de corrupción e incluso declarado culpable de alguno, campa por las calas mallorquinas e, incluso, puede que por las caribeñas.
Este insigne también tuvo un castigo ejemplar: Dejar de aparecer junto a famosetes en las fotos de las fiestas más plines del Mediterráneo y no ser ensalzado y defendido por los líderes de su partido.
No todo es hablar de cárcel o de devolver el dinero, no. Que hay cosas que duelen más. La tonadillera viuda (que ahora dicen que lo vuelve a ser más que nunca), tuvo que resignarse a dar las uvas por televisión y en directo una Nochevieja tan apta para viajar a Europa y hacerlo, además, con ese bellezón de artista que es su hijo.
Miedo da lo que pueda pasarle a Rajoy… ¿Dos años sin ver un partido del Madrid y sin poder saber siquiera quién gana el Tour de Francia? ¿Viajar con la Roja y no entrar en el palco?
Habrá que desatar la imaginación para encontrar unos cuantos castigos ejemplares, pelín insulsos y personalizados, porque la pinta que tiene esto es que la tormenta solo tendrá unos cuantos rayos y truenos y que pasará rápida.