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A DIEZ DÍAS DE LAS ELECCIONES.

Mi amigo Bitxorio solía decir … Despacio, vamos por partes. Victorio, Bitxorio en el camino de asfaltos rotos de la vida, era un compañero-amigo-hermano que vestía, como yo, el hábito franciscano y con el que coincidí trabajando sobre el mismo surco en Cuba, Colombia, Ecuador, Perú, El Salvador y finalmente Puerto Rico. Era de Bergara. Leía mucho, sobre todo historias y crónicas. Le gustaba también hacer crónica y relato de sus andanzas o estancias, y lo hacía siempre compartiendo sus experiencias con las de sus compañeros. Destacaba los aspectos graciosos de la vida. Tenía mucho de niño aún a los ochenta años. Se hacía querer. “Déjate querer”, solía aconsejar. Apenas tenía unos filamentos de filósofo. Sin embargo, amenizaba la conversación, viniera o no al caso, en pose y tono solemne, con un … “Los filósofos nunca negamos el posse” ( el ´puede ser´, en latín). Había leído la frase, le había gustado y la había hecho suya.

Me vino todo esto a la memoria ayer a la tarde en una bolsa de recuerdos. Le mostraba a Stella una gráfica sobre encuestas y pronósticos indicativos de cómo se perfilan la elecciones del 8 de noviembre, dentro de 11 días, aquí en los Estados Unidos. “Las probabilidades están 9 a 1”, decía sobre una barra con nueve partes en azul, las de Hilary Clinton, y una de rojo, la de Donald Trump. Sí, eso dicen, reaccionó ella, pero ¿quién te dice a ti que las cosas no puedan cambiar de aquí allá? Tienes razón, Stellita, le hubiera interrumpido el amigo Bitxorio, “los filósofos nunca negamos el posse”, pero … Hay excepciones, ¿sabes?, y pudiéramos estar a las puertas de una.

La campaña está feroz y está sucia. Asquerosa. A tal punto se han exaltado los ánimos y se han embarrado los argumentos, tal es nubarrón en el horizonte impidiendo ver, de tal mezquindad el grito de que las elecciones vienen amañadas y esconden trampas, que realmente hasta al mejor sentado se le remueven los cimientos y se le planta la duda: ¿será posible?

Desde el primer día que lo vi en la tele, su cara, su pelo, su mirar, sus movimientos, su hablar, todo, me asustó, me repugnó. Normalmente en la vida uno se amolda y acepta hasta lo más desagradable si la rueda de la vida te impone tener que verlo una y otra y otra vez. El no. Sus manos, sus gestos, su boca, su risa se me hacen cada vez más repugnantes. No lo trago. Y no entiendo cómo alguien lo pueda tragar.

Y lo que dice, ¡cielos! Lo que dice de las mujeres. Es difícil ser más soez, más irrespetuoso y escandaloso. Como si no supiera o no le importara saber que existe porque una mujer lo tuvo y lo cuidó nueve meses en su vientre y sus primeros años fuera de él, que sin duda otras mujeres le curaron, le enseñaron, le ayudaron a crecer y hacerse hombre. Pero para él, por lo visto, la mujer es sólo carne apetecible al instinto sexual.

Los hispanos, los mejicanos especialmente, no corren mejor suerte. En labios de Trump son ladrones, violadores, narcotraficantes, mala gente, mientras no demuestren lo contrario. A los indocumentados no hay que facilitarles los papeles que legalicen su estado, sino expulsarlos. Pues buenos quedarían los jardines de las ciudades y las residencias de millones de personas si no contaran con los servicios de latinos. Y la construcción, incluida la de las torres y los hoteles Trump. Insiste en que es necesario un muro que separe a México de Estados Unidos y él lo va a mandar a construir al otro día de ser elegido Presidente. Piensa que con el muro no pasarán ni las personas ni las drogas que traen con ellos. E insiste en que serán los mejicanos quienes pagarán el muro a las buenas o con las remesas retenidas de la deuda contraída en el intercambio comercial.

A los musulmanes no les trata mejor. En su mente todos los terroristas del Estado Islámico son musulmanes y todos los musulmanes son terroristas del Estado Islámico, sujeto y predicado son la misma cosa. Al enterarse de que un musulmán, capitán del ejército norteamericano destacado en Irak, se había expuesto a morir por proteger la vida de siete de sus soldados, ninguno musulmán, respondió con palabras despectivas, incluyendo a los padres del capitán en la burla.

Y la culpa de que exista terrorismo islámico es de Obama y de Hilary Clinton por ordenar el retiro de las fuerzas norteamericanas del Medio Oriente, no los que por sucios intereses petroleros llevaron allá la guerra. Y con Hilary y Obama comenzó la era del desprestigio y la debilidad de los EE.UU. en todo el mundo y sería de desear que la Casa Blanca estuviera ocupada por un hombre fuerte como Vladimir Putin.

Trató de propalar que Obama no había nacido en Territorio norteamericano, que no era estadounidense, era por ende ilegítima su presidencia. Y que Hilary es una mentirosa compulsiva y una delincuente que debería estar en la cárcel. Ha anunciado a los cuatro vientos que una de sus primeras acciones cuando llegue a la Casa Blanca será llevar a Hilary ante los tribunales para que éstos la pongan donde debe estar, en ´la sombra´.

Las mentiras y burradas que salen de su boca son pasta de cloaca servida en platos de aluminio abollado. Y con la frescura de un amanecer oscuro del mes de febrero niega haber dicho lo que ha dicho y está grabado. Yo no he dicho tal cosa, me interpretan mal, es mala voluntad de la prensa que me ha declarado guerra. Pobrecito, le calumnian. Pero esperen, que cuando sea Presidente van a enterarse esos periodistas de la p.m. cómo se hace justicia en el USA nuevo y grande que voy a construir.

El ego de Donald Trump es más grande que la Tower Trump, 725 5th Ave, New York, N Y 10022. El sabe más que nadie, lo sabe todo, el mundo está a punto de caer en su órbita, va a consultar a Putin a ver qué músico ruso podría reescribir la Sinfonía del Nuevo Mundo -la de Antonín Dvorák está ya gastada-, inspirada no en viejas melodías escuchadas en Kentoky sino en el trueno de los motores de su avión privado. De veras, creo que el cerebro de Trump debería ser minuciosamente estudiado, igual que los de Kim Jong-un y Nicolás Maduro.

Lo peor del caso no es que exista Trump sino que existan personas dispuestas a estas altura a votar a favor de Trump. Y que a once días de las elecciones millones de personas de Boston a San Diego, de Seatle a Miami, en Hawái y en Alaska sientan a la puerta del estómago y en los ojos la punta de un bisturí que les impide digerir y dormir bien. Fallaron descalabradamente las encuestas en Colombia e Inglaterra. ¿Significa que van a fallar también aquí? No tiene por qué. “Los norteamericanos son alemanes que hablan inglés”, dijo alguien. Es una manera de decir que son parsimoniosos, que no se alteran por cualquier cosa, que saben vencer los estreses. Que sea lo que tenga que ser. O lo que Dios quiera, como acostumbran decir otros.

Yo pienso que son los menos los que siguen a Trump por lo que es, por lo que dice o lo que representa. Es el cansancio y la repulsa que grandes parcelas de la sociedad aquí y fuera de aquí sienten actualmente hacia la política y hacia gran parte de los políticos, hacia esos que legislan y gobiernan en beneficio de la clase pudiente y reservan para el pueblo las migajas sobrantes del banquete, lo que hoy está tomando la calle. Es un no al sistema, a la democracia estancada y sin savia. (Oct. 28, 16, 9:27 p.m. Me interrumpen y me comunican que la campaña puede dar un vuelco a favor de Trump a causa de nuevos e´mails de Hilary, si su contenido es ´clasificado´. No quiero saber más. Sigo mañana).

A estas horas la cosa está confusa. No se pueden extraer conclusiones de lo que hasta el momento se está diciendo. La cara de Trump, el fabricante e inflador de globos envenenados, se ha iluminado. “Desgraciado el pueblo cuyos gobernantes tienen cabeza llena de estulticias”, me suena como que he leído más de una vez en no recuerdo cuál de los Libros Sagrados. De todas maneras, no pienso cambiar nada de lo dicho hasta aquí. Sólo me faltaba añadir otro párrafo.

Ciertamente los últimos ocho años, los de Obama en la Casa Blanca, han sido bastante decepcionantes. A las muchas y bellas promesas, el pueblo había visto crecer sus esperanzas, pero éstas apenas se dieron, no cuajaron en realidades. Los estratos más bajos del pueblo viven desengañados. ¿Y de quién es la culpa?, he ahí la gran pregunta. ¿De la Casa Blanca o del Congreso? Un Congreso, Senado y Cámara de Representantes, dominado por los republicanos . Aquí en Estados Unidos, según sus leyes, es el Congreso el que abre o cierra los portones a los proyectos que presente el Ejecutivo, la Casa Blanca. Pues bien, el Congreso no ha dado luz verde a nada, lo que se dice nada, de lo propuesto por Obama. ¿Y por qué?, ¿porque es demócrata? No. Y esto es lo más triste y lo más trágico. Aunque no lo quieran reconocer, porque ¡Barack Obama es negro! y los Estados Unidos son una república que pertenece a los blancos venidos de Europa y asentados aquí. En tierras pertenecientes a tribus de cheroquis, de cheyennes, de siouxs, y de otros muchos aborígenes, si se va a ver, arrebatadas por los dichos blancos.

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Exsacerdote, excapellán de condenados a muerte, exmisionero por tierras de América. Vivo retirado con mi familia en Atlanta, EE. UU. El retiro viene a ser para mí algo así como un observatorio y un taller de montaje de palabras.


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