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¿QUO VADIS, A DONDE VAS, VENEZUELA?

En su tercer viaje (1498) Cristóbal Colón tocó tierra en el delta del Río Orinoco y fue tal su impresión que la llamó “Tierra de Gracia” y aventuró que más arriba, tierra adentro, debía encontrarse el “Paraíso Terrenal”, el “Jardín del Edén”. cuna de la humanidad. Un año más tarde, no muy lejos hacia el oeste, la expedición que dirigía Alonso Niño se acercó al embudo que da paso al Lago de Maracaibo. Américo Vespucio, que formaba parte de ella, quedó gratamente extrañado al advertir que los nativos vivían en casas de madera y palma construidas sobre pilotes hincados en el agua y dijo y escribió que tal parecía que se encontraban en una pequeña Venecia, una Venezuela, y comenzó a llamarse así, Venezuela, esa tierra, la primera “tierra firme” descubierta en América y la primera colonia hispana, cuatro siglos más tarde, declarada independiente de España. Si pudieran hoy Cristóbal Colón y Américo Vespucio asomarse a un balcón en el cielo y fijaran su mirada en la actual Venezuela, ¿la llamaría “Tierra de Gracia” el primero?, ¿y no vería el segundo que los pilotes que sostenían las casitas de aquellos venezolanos y la vida de los actuales están cediendo?

Venezuela vive hoy la hora más amarga, más oscura, de su historia. Vive en un túnel y nadie puede presagiar, viendo cómo están las cosas, cuándo y cómo podrá salir de él ni de qué aspecto se le verá cuando haya salido. Media Venezuela se alza contra la otra mitad. Se odian mutuamente. Y siendo como es el odio el arma más destructora, se están destruyendo unos a otros.

Más que conocido es el origen de esta situación y conocidísimos también sus protagonistas. Uno de ellos, el primero y principal, Hugo Rafael Chávez Frias, falleció, enfermo de cáncer, en marzo de 2013. Sigue siendo, sin embargo, referencia y savia que alimenta y sostiene el gobierno de Nicolás Maduro. La revolución bolivariana que Chávez se inventó a principios de los años 80, es su razón de ser y su meta, su alfa y omega, su todo. Sin el ayer de Chávez, su personalidad, su ideología, su presencia en la política del país, no se entiende el hoy de Maduro.

Hugo Chávez nació en una familia obrera que lo vinculó de por vida a la clase trabajadora. Se educó en la Academia militar y alcanzó el grado de Coronel, pero por dentro sentía y vivía el clamor del pueblo, sumido en la pobreza y el abandono. Participó en el fallido golpe militar contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez. Al salir de la cárcel dos años después, indultado por Rafael Caldera, abandonó el ejército y fundó el Movimiento Quinta República, se presentó a las elecciones del año 98 y las ganó. Ya era Presidente de Venezuela. Su primer paso a la cabeza del país fue cambiar la Constitución vieja e imponer una nueva, pensada, redactada y facturada a su medida. Con ella en la mano, fue reelegido en nuevas elecciones el año 2000. Dos años después, en un Golpe de Estado con aires de sainete, hay quien afirma que autoinfligido, estuvo preso dos días. Se sometió a un referéndum revocatorio que ganó con un 54% de votos. Volvió a ser reelegido Presidente dos veces más, en el 2006 y en el 2012, esta vez con carácter Presidente vitalicio. No pudo jurar el cargo en enero del 2013 porque se encontraba en La Habana tratándose del cáncer que sufría desde dos años atrás. Murió en Caracas dos meses después.

El paso de Chávez por la política de Venezuela debe observarse desde varios ángulos. El primero es, sin duda, su carácter revolucionario. Formado en la escuela de la revolución cubana, se mantuvo siempre apegado a los hermanos Castro. Cuba fue algo más que inspiración para él. Invadió Venezuela de maestros y médicos cubanos portadores de fiebres revolucionarias con el fin de inocularlas en las mentes de niños y mayores. A cambio, mantuvo con vida a Cuba en los muy difíciles años 90 -Fidel los denominó “especiales”- regalándole el petróleo necesario para su subsistencia. De la mano de Chávez, Fidel sin dar la cara sembró profusamente en la América Latina el conocido “socialismo del siglo XXI”. Muestras de ello son Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, todos ellos con vocación de perpetuarse en la poltrona presidencial de sus países. (Socialistas fueron también Lula da Silva en Brasil y José Mujica en Uruguay, los Kirchner marido y mujer en Argentina y lo es Michele Bachenet en Chile, pero su quehacer político no parece haberse contagiado de aspiraciones vitalicias, como los otros).

Sin duda, Hugo Chávez fue querido por el pueblo venezolano, que votó a su favor mayoritariamente cada vez que se presentó a elecciones. Eso no quita que tuviera también sus opositores y que la prensa en general le fuera adversa. El los trataba de “oligarquía corrupta”. En sus primeros años al frente del país, los precios del petróleo hicieron posible que los niveles de vida de las clases más humildes crecieran considerablemente, en empleos, sanidad y educación principalmente. En el plano internacional fue uno de los fundadores de la UNASUR, Unión de los pueblos suramericanos y del Banco Sur. En su mente, las dos organizaciones estaban llamadas a enfrentarse al “imperialismo yanqui”. Lo traía en su sangre o lo aprendió de su maestro Fidel: era enemigo visceral de los Estados Unidos. A pesar de lo cual, mantuvo con sus amigos (“al revés te lo digo …”) del Norte un intercambio comercial ventajosísimo. Les enviaba petróleo y ellos hacían que llovieran dólares sobre Venezuela.

Chávez fue un populista neto, buen comunicador, dotado de extraordinarias cualidades para ejercer un liderazgo fuerte que interrumpió su muerte. En sus últimos años, la crisis económica mundial se hizo sentir muy agudamente en Venezuela. No se gobierna igual en una economía tambaleante. Bajó el empleo, creció la pobreza y junto con ella una violencia incontenible en barrios y calles de las grandes ciudades, traducida sobre todo en muertes por asesinato.

Nicolás Maduro, está hecho de otra pasta. Vamos con él. Su explicación tendrá, pero no es fácil entender qué vio en él Hugo Chávez para acogerlo en su cercanía y ayudarlo a crecer y escalar de la nada a la cumbre en poco más de diez años. Hay quienes aseguran que no es venezolano. Desde el oficialismo se dice que nació en Caracas de padre venezolano y madre colombiana y que desde la cuna mamó el izquierdismo del que hace gala. Parece que no destacó nunca en sus estudios, sí en cambio en su militancia en organizaciones estudiantiles de izquierda. A los 15 años fue expulsado del liceo debido a sus actividades. Logró graduarse de secundaria. Durante dos años, 86-87, asistió en La Habana a la Escuela Ñico López de formación de cuadros políticos de izquierda. Visitó a Hugo Chávez en la cárcel y en cuanto éste la abandonó, comenzó a girar en su órbita y a crecer y crecer. Para mí que la razón y quizás algo más que la razón fue el paso de Maduro por La Habana.(Lo insinúo, no más, no me consta).

Fue chofer de autobús durante nueve años y líder del Sindicato de Choferes de Autobuses del Metro de Caracas. De ahí saltó a la Asamblea Nacional, primero Diputado y luego Presidente. Pasó por designación a dedo a trabajar en el Ejecutivo como Ministro de Asuntos Exteriores ( ¡ … ! ) y algo antes de las elecciones de 2012 pasó a ser, sin dejar el Ministerio, Vicepresidente Ejecutivo. Chávez lo consagró cuando el 8 de diciembre de ese año dijo desde las antenas de su cadena radial que “si algo me ocurriere y me inhabilite … ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente de la república Bolivariana de Venezuela”. Tres meses después murió Chávez y y tres más tarde Maduro fue nombrado Presidente interino. Al mes siguiente, compitió con Henrique Capriles en una elección general y ganó por ventaja nimia. No prosperó el recuento que Capriles solicitó arguyendo mil trescientos pasos raros observados. También se dijo -y se desdijo- que, según la Constitución, era Diosdado Cabello a quien correspondía suceder a Chávez. Peligroso bicho y muy bocazas ese Diosdado.

Yo no conozco gobierno considerado democrático más turbulento que el de Nicolás Maduro. El mismo asegura que no hay Jefe de Estado contra cuya vida se haya atentado tantas veces.. La economía del país ha ido empeorando día a día y hoy la carestía de víveres y de medicinas condena al pueblo a perder largas horas en colas frente a supermercados y farmacias y regresar a casa con la canasta semivacía. Las frecuentes manifestaciones antigubernamentales se autodenominan pacíficas, pero acaban siempre con heridos y detenidos, cuando no con fallecidos. El gobierno dice que los tiros partieron de las filas de manifestantes. Estos dicen que de la policía o de infiltrados. Los presos políticos ascienden a ciento y pico, el más relevante de ellos Leopoldo López. En las elecciones parlamentarias de noviembre del pasado año ganó la oposición. El gobierno los ignora, se burla, envía gritones con palos y varas de metal que asalten el Palacio de la Asamblea Nacional. La oposición pide un Referéndum Revocatorio y recoge las firmas que la Constitución exige. El Comité Electoral responde que las listas no son fiables. Desde el exterior se pide a Maduro que se someta a su propia Constitución y a la Carta de Derechos Humanos suscrita por Venezuela. Maduro, como ha hecho siempre su mentor Fidel Castro, se hace el sordo y responde que el imperialismo norteamericano prepara un golpe en Venezuela. Ya no hay voz ni de dentro ni de fuera que se haga oír. El país se ha vuelto ingobernable.

Estos días, como último recurso, se depositan todas las esperanzas en el “Diálogo” y se dedican a él todos los esfuerzos. Hasta ha sido bendecido desde Roma por el Papa Francisco. Diálogo es básicamente tres cosas: voluntad de escuchar, de respetar y de ceder. Podría añadir una cuarta: implementar. Me pregunto si hoy existe tal voluntad en Venezuela. La sonrisa, sin mas, de Maduro sentado junto al enviado del Vaticano, para empezar, no prueba nada.
La MUD (Mesa de la Unidad Democrática) en la que se agrupan los Partidos opositores, pide al Gobierno que lleve a la mesa del diálogo seriedad, transparencia y ´buena voluntad´. A continuación, como prueba de tal ´buena voluntad´, pide la libertad de los presos políticos y la pronta celebración del referéndum revocatorio o elecciones generales. El Gobierno a su vez responde, de labios del propio Nicolás Maduro, con estas palabras: “La oposición debe entender que la revolución va a continuar, es irreversible, y debe aprender a vivir con la revolución (los revolucionarios) y a dejarse gobernar por la revolución (los revolucionarios) -los paréntesis son míos- , tiene que aprender la derecha a dejarse gobernar democráticamente”.

¿Puede alguien creer que son firmes los cimientos del Diálogo en Caracas?
¡Ayyyyyy!, ¡Quo vadis, Venezuela! …

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Sobre el autor

Exsacerdote, excapellán de condenados a muerte, exmisionero por tierras de América. Vivo retirado con mi familia en Atlanta, EE. UU. El retiro viene a ser para mí algo así como un observatorio y un taller de montaje de palabras.


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