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HAITÍ Y SU HISTORIA ESCRITA CON SANGRE

El pasado domingo, 29 de noviembre, Haití celebró ¡por fin! las elecciones dos veces aplazadas, la última el pasado mes de octubre a causa del huracán Mathew que dejó a su paso 900 muertos. Hasta cumplida una semana no se conocerán los resultados. Los medios de comunicación apenas se hacen eco de lo que acontece en Haití. ¡Pobre Haití! ¡Pobres haitianos! “Si nosotras nos vamos, ¿quién va a cuidar de esta gente?”, decía una monja, muy navarrica ella.

El día 1 de enero de 1804 el General Jean Jacques Dessalines proclamó la independencia de Haití. Ese mismo día escribió: “El Acta de Constitución debió haberse escrito sobre el pergamino de la piel de un blanco, con su calavera como tintero y una bayoneta de pluma entintada en la sangre de los hacendados que se lucraron con la sangre de sus esclavos, nuestros hermanos”. Al año se declaró emperador y meses después murió violentamente.

Haití (“tierra montañosa” en el idioma arahuaca), la parte occidental de la isla La Española, nació a la historia moderna en 1492, descubierta por Cristóbal Colón en su primer viaje y tinta en sangre de españoles y de indios nativos antes de la Navidad de 1493. Aquella primera sangre fue, al derramarse, como un presagio de lo que había de ser en buena medida la conquista y la colonización del Nuevo Mundo recién descubierto. Al acercarse a la costa, la Nao Santa María encalló en unos arrecifes coralinos y quedó listo para su desguace. Las carabelas La Pinta y La Niña no eran suficientes para albergar toda la tripulación de la Santa María en su regreso al puerto del que partió. Se aprovechó, pues, el maderamen de la vieja nao para construir una casona con una valla de protección a modo de muro y se le dio el pomposo nombre de “Fuerte Navidad” porque se inauguraba el día de Navidad. Se quedaron en tierra un puñado de marineros vascos y otro de andaluces, compañeros todos de Juan de la Cosa, dueño de la Marigalante, en sus singladuras por las costas africanas desde el Estrecho (Gibraltar) hasta el Cabo (Sudáfrica), y rebautizada “Santa María” para participar en calidad de nave capitana en la gran aventura del descubrimiento.

Partieron la carabelas y quedaron en la bruma de unas “Indias” desconocidas, huérfanos e indigentes, sin otro quehacer que jugar a los naipes y aburrirse, defender su Fuerte y esperar el regreso de Colón. Fueron buenas, cuentan las crónicas, las relaciones con el cacique indio y su gente de la etnia taina hasta que los “piel blancas” comenzaron a mirar con ojos de envidia las tetas al aire de las mujeres y a desearlas. Sintieron también sed del oro que se podía encontrar, les dijeron los propios indios, tierra adentro. Las buenas relaciones se volvieron malas. Siguen contando las crónicas que hubo pleitos entre ellos, que unos se marcharon y otros se quedaron, y cuando al año regresó Colón no encontró ni rastro del Fuerte Navidad ni de sus moradores. Todo había desaparecido, todo se había ido en reyertas y sangre. A los meses, nacieron los primeros mestizos, hijos de vascos de Lequeitio y Deva y de andaluces. Así se escribió en el cielo azul de las Antillas el primer capítulo de la presencia europea a este lado del Atlántico.

Colón mandó erigir la primera ciudad -serían cuatro chozas, una capilla y una casa alcaldía- le dio el nombre La Isabela y dejó a su hermano Bartolomé al mando, junto con dos hermanos legos franciscanos -ninguno de ellos nacido en la Península, flamencos ambos- y hombres para que trabajaran la tierra y explotaran las minas de oro que fueran encontrando. Un clérigo, exmonje benedictino que acompañaba a Colón, dijo la misa, dio la bendición a los que quedaban y el resto siguió a descubrir nuevas tierras. A Bartolomé le pareció que el sur de la isla se prestaba mejor para ser capitanía de la nueva tierra conquistada y fundó la ciudad de Santo Domingo de Guzmán. Llegó más gente de España. Se abrieron haciendas, se crió ganado, comenzó a cultivarse la caña de azúcar que se trajo de Egipto. Francisco de Bobadilla fue nombrado primer Gobernador de La Española.

¿A cuántos ascendería la población nativa de Quisqueya, nombre original de la isla? Con la muy mala intención de amplificar el genocidio, alguien habla de millones que en pocos años quedaron reducidos a 60.000, como si los recién llegados españoles se hubieran dedicado exclusivamente durante unos cuantos años a matar indios para quedarse sin estorbos con sus tierras. Se calcula que la isla la habitaban unos 400.000 indios taínos, caribes y siboneyes en 1493. Mal debieron ser tratados y muy mal debieron caer a sus cuerpos las enfermedades traídas de Europa, cuando en quince años la población se ve reducida a 50.000 y en veinticinco más a sólo 6.000. Se habla de brutalidad por parte de los hacendados y se dice -esto es historia- que el segundo gobernador, Nicolás de Ovando, fue “el más brutal” de todos.

A todo esto, en 1501 los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, autorizan la importación de esclavos y en 1510 llega la primera expedición a escala mayor con 250 esclavos africanos. A partir de ahí, la trata de esclavos se hace pan nuestro de cada día. En 1516 se establece el primer ingenio azucarero del Nuevo Mundo. Ya en 1522 se produce la primera revuelta de esclavos en un molino de azúcar propiedad de Diego Colón, hijo del Almirante. Los esclavos huyen a las montañas, se hacen fuertes, se multiplican, vienen a ser conocidos como ”los cimarrones”. La suerte de La Española comienza, sin embargo, a decaer cuando se descubren tierras propiamente continentales, México y Perú y sus riquezas inmensas, y Cuba resulta ser mejor puente-enlace para saltar a ellas, sobre todo a México. Muchos colonos de Quisqueya fueron mudándose a tierra firme que ofrecía mejores expectativas.

España era la conquistadora y colonizadora a gran escala. Inglaterra, Francia y Holanda querían participar del banquete. Desde muy temprano, aparecieron piratas y corsarios, bucaneros y filibusteros en aguas del Caribe, tratando de afincarse y fortalecerse en enclaves estratégicos y desde ellos asaltar plazas o embarcaciones en ruta de La Habana hacia España. Les vino muy bien la decadencia de Quisqueya porque la parte occidental de la isla quedó prácticamente abandonada y la ocuparon ellos. La isla Tortuga al norte de la isla grande, no lejos de La Isabela fundada por Colón y abandonada por su hermano, se convirtió en bastión de los corsarios ingleses. Francis Draque, famoso corsario exaltado en leyendas y películas, actuó algún tiempo desde ella. Luego la ocuparon los franceses que fueron asentándose en territorio haitiano y la transformaron en colonia propia. Hostigaron haciendas y ciudades de españoles al este de la Isla. Las doblegaron y llegaron a adueñarse de Quisqueya entera hasta que el tratado de paz suscrito en Basilea (Suiza) la partió en dos y trazó las fronteras.

Haití se pobló de negros. Los centrales haitianos, propiedad de hacendados franceses, producían azúcar como para cubrir los mercados de Europa. Los esclavos se alzaban para huir y convertirse en cimarrones. En 1791 con la rebelión masiva de los esclavos en todas las haciendas e ingenios, se inclinó la balanza de la suerte hacia el lado negro en forma definitiva. La sangre de los dueños franceses y sus familias fue ahora la que tiñó el suelo haitiano. La independencia quedaba a la vuelta de la esquina. La declaró Jean Jacques Dessalines el 1 de enero de 1804 y Haití pasó a la historia como la segunda república independiente de América, a continuación de los Estados Unidos.

Dessalines nació esclavo y carecía de educación, pero su carácter estaba hecho para mandar. Participó en las guerritas que ingleses y franceses se traían a ver quién se quedaba con la industria azucarera de Haití. El General Leclerc, cuñado de Napoleón, le confió el gobierno de la provincia norteña. Observó que el General se sentía débil, se le enfrentó y se le impuso. “La corriente se llevó al camarón dormido” y él se declaró emperador. Tenía 46 años. De poder cambiarse la cara, se le vería hermano gemelo de Napoleón en los retratos que se hizo pintar.

Entre la muerte de Dessalines y la invasión norteamericana en 1916, en plena Primera Guerra Mundial, se sucedieron 28 Presidentes en Haití. Impuestos a dedo o elegidos a marronazos, todos ellos dictadores. Ejemplo claro Francois Duvalier, Papa Doc. , rodeado de sus Tontons Macoutes, pactando mutua protección con su vecino Leónidas Trujillo de República Dominicana, otra joyita, y aficionado a fiestas escandalosas en su Palacio Nacional que nadie podía explicar en un país pobre, pobrísimo, como Haití. Los que realmente han gobernado, o al menos se han hecho sentir más en el pueblo, sin necesidad de Constituciones ni Palacios, han sido los sacerdotes de la animista religión Vudú, importada por los esclavos del África occidental y mezclada en la coctelera sincretista con elementos cristianos.

El primer Presidente elegido democráticamente en 1991 fue Jean Bertarnd Aristide. Sacerdote, defensor de la Teología de la Liberación, comprometido con la implantación de una verdadera justicia social, fue expulsado de la Familia Salesiana cuando accedió a postularse como candidato. Tres veces ha ocupado la presidencia, siempre con oposición de los militares, siempre mezclado en turbulencias. Después de él, las elecciones presidenciales han sido democráticas. También las últimas del pasado domingo. Veremos cuáles son sus resultados. La pregunta sin respuesta es en qué se van las ayudas que le llegan del exterior y que no son ciertamente moco de pavo. ¿Cómo es que no se traducen en infraestructura de obras, escuelas, hospitales, industrias … ¿dónde se pierden? El terremoto de 1010 fue devastador, el peor de la historia del País. Pero han pasado seis años y hoy es el día en que no se ve, por ejemplo, que se haya hecho nada por reconstruir la Hermosa Catedral de la Asunción que quedó tatamente reducida a ruinas.

Pareciera desprenderse de lo que voy diciendo que en Haití no existe atisbo alguno de cultura. No es cierto. Es uno de los más destacados exponentes de la pintura primitivista. Posee varias Universidades, la Estatal, la de Notre Dame, La Roi, Herni I. donada por la hermana República Dominicana. Se espera que los profesionales que salgan de ellas vayan cambiando la vida del pueblo haitiano que hoy ocupa el lugar 163 entre 188 en el Índice de Desarrollo Humano en la ONU.

Dios guarde a Haití y no haya necesidad de más sangre para seguir narrando su historia.

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Sobre el autor

Exsacerdote, excapellán de condenados a muerte, exmisionero por tierras de América. Vivo retirado con mi familia en Atlanta, EE. UU. El retiro viene a ser para mí algo así como un observatorio y un taller de montaje de palabras.


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