Ahí atrás, a la vuelta de unos minutos, le escribía a un amigo ¿Cómo estará durmiendo el cadáver de Fidel, hecho polvo de tanto gritar a los peones de su ajedrez durante noventa años, crees que esté bien? Por cierto, ¿te gusta su tumba? A mí sí, muy original. En silencio, en la entraña de esa enorme piedra que parece sacada de un río y que debe guardar bajo su piel el cantar del agua camino del mar durante más de mil años, se debe dormir bien. ¿Crees que tendrá algún significado especial la forma oval, de enorme huevo, de la piedra-sepultura? Dentro de ella se irá petrificando poco a poco el silencio de Fidel. Descanse en paz.
Escribí el título y ahí mismo me desvié del camino. Perdonen. Quería decir que la voz de Donald Trump, igual que la de Nicolás Maduro son voces que suenan a patio de manicomio, voces de locos, digan lo que digan. A mí me producen urticaria, mareos y migraña. No entiendo cómo pueden haber sido esas dos piezas de homo sapiens con la sabiduría machacada y convertida en polvo de odios e intransigencias y vituperios, elegidos para dirigir y presidir los destinos de dos pueblos que sin duda merecen mejor suerte.
Se suponía que la semana pasada se dieran en Venezuela los anunciados diálogos entre el Gobierno y la MUD (Mesa de la Unidad Democrática que acoge a los partidos de la oposición). Diálogos solicitados por la UNASUR, apadrinados por el Vaticano, ayudados por Expresidentes de la República Dominicana, de Panamá y de España. Diálogos iniciados e interrumpidos una, dos y tres veces. El Gobierno acusa a la Oposición de abandonar la mesa de diálogo. La Oposición asegura que el Gobierno incumple los compromisos hechos, que no manifiesta tener voluntad de diálogo, que busca perder tiempo. El diálogo no avanza, está estancado.
Cuando uno escucha a Nicolás Maduro o a su # 2, Diosdado Cabello, “el hombre de la cachiporra”, referirse al problema del diálogo, a la Asamblea General -en manos de la oposición- o simplemente a la oposición, a la que despectivamente denominan “la derecha” o “los lacayos del Imperialismo”, y los ve expresarse como unos energúmenos, auténticos agitadores de masas, atizadores de odios, con su “¡jamás pasarán!” con los brazos alzados, uno se pregunta ¿Pero cabe en una cabeza sana que sea posible dialogar con esta gente? Me gustaría esconderme en la Nunciatura de Caracas y mirar las caras del Nuncio y del Enviado Especial del Vaticano al ver en la televisión a todo un Presidente de la República o a su Vicepresidente convertidos en gritones de una barricada.
Hace varios meses el Presidente de UNASUR pidió al Papa Francisco que interviniera en Venezuela. Era acudir a la instancia más alta, la más encumbrada autoridad en la tierra para un pueblo que se declara católico y cuyo Gobierno mantiene con el Vaticano relaciones diplomáticas. Escribí por esos días en mi blog personal que se le estaba poniendo al Papa una especie de zancadilla, que no creía que el Vaticano fuera a tropezar. Al enterarme de que un enviado papal estaba en camino, me llevé las manos a la cabeza. ¿Qué le hace pensar al Papa, me dije, que pueda conseguir más que sonrisas y falsas promesas de Nicolás Maduro? Maduro piensa que la revolución bolivariana que Fidel Castro le pergeñó a Chávez sentado a sus pies y que éste trató de montar en Venezuela es invencible, como afirmaba Fidel y sigue afirmando Raúl que es la cubana. “¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”. Con estas premisas en la cabeza, el diálogo no es posible. El Papa Francisco va a perder la partida, lo siento por él. Y no es que yo crea en la invencibilidad de ninguna revolución, no al menos de las que hasta ahora han parido los hombres.
No sería de extrañar que a estas alturas hubiera alguien dedicado ya al electo Presidente Donald Trump un soneto decasílabo, inspirado en don Francisco Quevedo, “Érase un hombre a un twiter pegado”. La pregunta que sí se ha hecho alguien es si pensará Trump gobernar el País a través de su twiter. Sería un desbarajuste de gobierno, sería un desgobierno, pero sin duda muy ajustado a su personalidad tan desbarajustada. Todo el mundo está a la expectativa. ¿Qué política producirá y ofrecerá Washington a partir del 20 de enero? ¿Cómo sonará la Casa Blanca? ¿Qué eco se dejará escuchar en el Capitolio? Esperemos un mes y lo veremos.
Por de pronto, hay síntomas que han hecho sonar ya las alarmas. El pasado lunes Peiping advirtió que los chinos no estaban dispuestos a participar en jueguitos de saludos y sonrisas twiteados entre Washington y Taipei. Una advertencia muy seria, o estás con ellos o estás con nosotros. Por parte de Trump, una soberana metedura de pata, un patinazo inconcebible dentro de un marco de relaciones diplomáticas a primer nivel, producto de ignorancias y de actitudes inaceptables. Como inaceptable es también que a una protesta de un sindicalista raso por no haberse cumplido con las promesas hechas, el presidente electo baje airado a responder, a través de su twiter otra vez, con expresiones de reyerta callejera. No, por Dios, ese hombre no da la talla para Presidente de los Estados Unidos.
Dice que está seleccionando un personal de primerísima calidad para los cuadros de mando del próximo gobierno. Y resulta que son todos fanáticos ultraderechistas cuyos vehículos sólo tienen palanca de retroceso. Poner en sus manos la diplomacia internacional y la seguridad interior es exponerse a riesgos muy graves que pueden aislar a los Estados Unidos achicando la posición de máximo poder económico y militar que hoy ocupa. Rusia se lo agradecería. También otros pueblos. ¿Y cómo espera Trump que reaccionen las naciones que luchan a favor de una Atmósfera Limpia al ver que Estados Unidos, uno de los países que contaminan más el ambiente, colocan a la cabeza de la entidad gubernamental encargada de promover un ambiente y una atmósfera limpios a un señor que hace gala de no creer en esos cuentos de que la contaminación atmosférica sea producto de la acción humana? Las empresas petroleras y la industria en general están encantados, claro. Trump es su hombre.
¿Y qué decir de sus torres y sus hoteles y sus campos de golf y de todas sus finanzas subidos todos al tren de la presidencia? Todos hablan de conflicto de intereses, todos presagian una colisión que necesariamente tiene que producirse. Pero nadie hace nada. ¿Cuándo, como, con qué resultados se producirá la colisión, el choque de trenes? Hay quienes presagian que por el camino que lleva Trump no completa el cuatrienio en la Casa Blanca. El día 8 de noviembre Trump ganó sí las elecciones, aunque no obtuvo la mayoría del voto popular. Hilary Clinton perdió, pero no fue quien más pelos dejó en la gatera. El gran perdedor en las elecciones del 8 de noviembre fue Estados Unidos, fue el País entero, su historia, su democracia, su modus vivendi, su futuro próximo y quién sabe hasta cuándo…
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