Está claro que en una carrera solamente puede ganar uno… O mejor dicho: está claro que en una carrera solamente puede cruzar la meta en primer lugar una persona. Pero la cosa cambia si hablamos de victorias morales, personales, etc. Alcanzar el kilómetro 42 y 195 metros en un maratón (o una maratón, el eterno debate… Lo digas de una manera u otra siempre parece que está mal) es un gran logro, de eso no hay duda.

Ayer se disputó el Maratón de San Sebastián, pero no me quiero centrar en los vencedores, sino en las otras historias del maratón, esas que ayer pude vivir en primera persona:

• Asier Cuevas fue el ganador en hombres, pero me quedo con el saludo entre el último que cruzó la meta y el eibarrés. A menos de un kilómetro para que este hombre alcanzara su objetivo, Asier Cuevas caminaba junto a su copa por las inmediaciones del Estadio de Anoeta. Al verle, el hombre dejó de correr durante diez segundos y dejando el “protocolo” a un lado, decidió saludarle mientras Asier le daba el último empujón.
• También fue curiosa la historia de un hombre, que al no cumplir con los tiempos de paso establecidos por la organización, tenía que abandonar la carrera. Su piel ligeramente morena hacía sospechar que probablemente no fuera de aquí, pero la sorpresa fue mayor al ver que ni siquiera hablaba castellano. En inglés decía que su propósito era llegar hasta el kilómetro 30. Pese a no conseguirlo, se despidió con un fuerte apretón de manos y muy amablemente.
• Y esa mujer, que supongo que al igual que muchos otros, en un momento determinado decidió dar por concluida su carrera, con la sensación de haber cumplido y de haberlo dado todo añadiendo un “el año que viene toca entrenar más para acabarla”.
• Y todos esos niños que desde las aceras ponen la mano para que los corredores les choquen la mano… ¡Y estos lo hacen!

A veces, hay más de un ganador.