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Karel López Gómez

El pajarito inglés

El fútbol del Norte se llama hockey hielo

 

Nunca antes pensé que un deporte que desconocía completamente podía llegar a enamorarme en un par de horas. Pero mejor que mis palabras, el porqué lo explica este vídeo.

 

Vuelvo a dejar de lado momentáneamente las cuestiones atléticas y olímpicas (aunque el hockey hielo también sea un deporte olímpico; de invierno en este caso) para tratar esta vez lo que pude vivir la semana pasada en Riga. Mis expectativas eran bajas, o desde luego, no demasiado altas. Iba a presenciar un partido en un pabellón que desconocía, en una ciudad en la que hay pocos deportistas conocidos… y lo que es peor, iba a ver un partido de un deporte del que no me sabía ni las reglas. Pese a ello, esas bajas expectativas cambiaron días antes (aunque no mucho) cuando merodeando por el extenso mundo de Internet me enteré de que no se trataba de un partido normal y corriente. Era un duelo entre el Dinamo Riga y el Dinamo Moscú, dos de los equipos más potentes de Europa en la KHL (Kontinental Hockey League), algo así como la Champions League del fútbol (a grandes rasgos) en esos países en los que el deporte que más masas mueve no es el balompié.

De hecho, en Letonia el deporte rey tiene nombre y apellido: Hockey Hielo. ¡Y cómo lo viven! Desde el primer momento, todo fue espectacular. La entrada al recinto donde se celebraba el encuentro ya prometía. Largas colas y trabajadores que te ponían un gorro de cartón en la cabeza (lógicamente, del Dinamo Riga). También se veían aficionados rusos, aunque muchos menos. Una vez dentro, una imagen espectacular: un campo con un graderío a rebosar. No cabía ni un alfiler. En una esquina los rusos y en la otra, junto a la fila de asientos en la que me senté con mis dos amigos, los ultras del equipo con sus poderosas banderas rojiblancas. Y cánticos, muchos cánticos de apoyo a su equipo…

A las 19.30 horas hicieron acto de presencia los dos equipos. Primero los moscovitas, que fueron recibidos con muchísimo respeto. Posteriormente, llegó el momento estelar. El equipo de Riga salía al hielo recibido con un fuerte aplauso, con un speaker entregado, con la mascota dando vueltas y con llamas de fuego en la puerta. Se saludaron y comenzó a sonar el himno de Rusia. Para mi sorpresa, y teniendo en cuenta el pasado letón, nadie silbó y los aficionados rusos cantaban, y lo hacían muy alto. Finalizó este, todos aplaudieron y comenzó, con director en la pista el himno de Letonia. Un momento que realmente impresionaba.

Comenzó el partido, tres tiempos de 20 minutos con dos descansos de 15 minutos cada uno. En los periodos en los que los jugadores se tomaban un respiro (es un deporte en el que los jugadores están en constante movimiento y los golpes son muy intensos), los seguidores hacían lo propio e iban a por su cervecita. Prácticamente se quedaba vacía la grada. Los 12.000 asientos del pabellón casi desiertos. Aunque eso sí, la mascota saltaba vallas y visitaba diferentes zonas de la grada. También había otros aficionados que hacían labores de animadores vestidos de demonios (llevaban incluso tridente). Mientras tanto, en la pista, unas grandes máquinas limpiaban el hielo e incluso había juegos que enfrentaban a seguidores de un equipo con los del otro. Durante todo el partido sonaban cánticos. No había prácticamente ni un solo minuto en el que la afición no alzara la voz. También había espacio para las peleas. Y eso que en esta liga están prohibidas. Los árbitros, a la mínima, trataban de separar a los jugadores. Pero no podían con los doce… Al acabar la pelea, los árbitros sacaban del campo a los principales protagonistas y las cámaras les enfocaban y señalaban con una luz roja.

El Dinamo Moscú dominó el encuentro. Se puso dos veces por delante y la posesión era suya. Sin embargo, remando empujados por la excelente afición, a tan solo dos segundos para el final del encuentro, cuando los moscovitas ganaban 1-2, llegó el empate y el éxtasis. El partido se iba a la prórroga. Cinco minutos más después de los cánticos de la afición, de la alegría. Pero ninguno de los dos equipos encontró el gol. Y llegaron los penaltis. El Dinamo de Moscú erró los dos y el portero lo celebraba saltando (pese a sus grandes protecciones). El Dinamo de Riga, en cambio, marcó los dos y se llevó el partido. Era el comienzo de la fiesta. Pese a las peleas, los duros golpes… los dos equipos se saludaron e incluso la afición aplaudió a los jugadores rivales.

Desde luego, es un deporte que merece la pena descubrir. Más que el partido, que también es impresionante, lo verdaderamente alucinante es el ambiente.

@karellopez

El atletismo desde dentro

Sobre el autor

Comunicación (Universidad de Deusto) y Marketing (Universidad Jaume I). Deportes, sobre todo atletismo, en El Diario Vasco. Juegos Olímpicos 2012, Europeo 2012...


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